Crítica:

Nicolás Lekuona: un surrealista recuperado

Nacido en Villafranca de Ordizia, en 1913, y f4llecido en Vizcaya, en 1937, Nicolás Lekuona pudo solamente dejar tras sí una obra de juventud. Importante dato a la hora de conocer su obra que, en el marco de una exposición itinerante, se muestra estos días en Bilbao.Recorremos a lo largo de la exposición una obra realizada fundamentalmente entre los dieciocho y los veinticuatro años, desde los primeros óleos de técnica muy suelta (los excelentes retratos velados, casi siempre contrastados con la máscara) hasta los últimos de mayor carácter surrealista sobre temas de figura y paisaje, acompañad...

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Nacido en Villafranca de Ordizia, en 1913, y f4llecido en Vizcaya, en 1937, Nicolás Lekuona pudo solamente dejar tras sí una obra de juventud. Importante dato a la hora de conocer su obra que, en el marco de una exposición itinerante, se muestra estos días en Bilbao.Recorremos a lo largo de la exposición una obra realizada fundamentalmente entre los dieciocho y los veinticuatro años, desde los primeros óleos de técnica muy suelta (los excelentes retratos velados, casi siempre contrastados con la máscara) hasta los últimos de mayor carácter surrealista sobre temas de figura y paisaje, acompañado todo ello por una multitud de dibujos en los que se aprecia mejor las búsquedas, las rápidas asimilaciones, los caminos que pronto se le quedaban cortos.

Nicolás Lekuona

Museo de Bellas A rtes. Bilbao

Los fotomontajes y las fotografías denotan, por último, al joven investigador de todas las técnicas a su alcance, para el cual la imposibilidad de un viaje a la Europa más cercana que irradiaba ismos vanguardistas en la época no fue obstáculo insuperable.

Su vida giró en torno a Villafranca de Ordizia, San Sebastián y Madrid, donde residió los últimos años como estudiante de la Escuela de Aparejadores. Pero su amplísima curiosidad intelectual, en un país que, prácticamente como constante, ha asimilado los nuevos modos de hacer con evidente retraso, le hacen merecer que pueda ser hoy considerado como uno de los artistas vascos más inquietos e interesantes de su época. Una época, la de la generación del escultor Jorge Oteiza y el pintor Narkis de Balenciaga, que malogró a muchos y dispersó a la mayoría.

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