Crítica:

Eva Lootz

Objetos y piezas, acompañados de una selección de dibujos, aparecen esta vez encuadrados dentro de lo que podríamos llamar el bloque. Viene a ser bastante difícil definir qué entender por esto. Una formulación posible: ¿cómo de ciertas coexistencias, amalgamas de espacio y carga psíquica, se desprenden fragmentos, secciones? ¿De qué manera se desmonta un conjunto de esta naturaleza? ¿Cómo se articula o desarticula, en Proust, Combray? En exposiciones anteriores y en cierto modo también en ésta, los objetos salían de un tipo especial de acción, del mezclar, juntar, bifurcar, perforar, dar la vu...

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Objetos y piezas, acompañados de una selección de dibujos, aparecen esta vez encuadrados dentro de lo que podríamos llamar el bloque. Viene a ser bastante difícil definir qué entender por esto. Una formulación posible: ¿cómo de ciertas coexistencias, amalgamas de espacio y carga psíquica, se desprenden fragmentos, secciones? ¿De qué manera se desmonta un conjunto de esta naturaleza? ¿Cómo se articula o desarticula, en Proust, Combray? En exposiciones anteriores y en cierto modo también en ésta, los objetos salían de un tipo especial de acción, del mezclar, juntar, bifurcar, perforar, dar la vuelta, prensar ... ; es decir, movimientos impersonales, por cuya misma delgadez y neutralidad se borraba el aspecto de intervención, para a cambio absorber un paisaje más rico de trabajo y materiales. La acción era urdida como trampa para atraer ese paisaje. Con todo, el eje seguía radicando en la acción y los objetos eran sobre todo cristalización de un proceso (en esta exposición se ofrece una película corta, de hace año y medio, de una acción de este tipo). Ahora, en cambio, da la impresión de que el paisaje ha empezado a funcionar por si solo; también, de que la relación entre él y el objeto no es necesariamente una acción. De hecho, dos fotografías del catálogo, y en especial unos dibujos sorprendentes, hablan de una fascinación directa y sin más por ciertas topologías. Si se piensa, la relación entre un canal y una comarca es perfectamente simétrica con la que existe entre las acciones mencionadas y el paisaje que absorben, pero en el caso del canal, el hecho visual es la acción incrustada, inseparable de la comarca, como si toda ésta se derramara, a la vez que se articulase, a través de casetas- y tuberías. Algo semejante a aquella fascinación que ella reconoce sentir ante el espectáculo de una mina abandonada y cegada por la luz. Uno diría que es la luz solar la que, recobrando esa acción cesada, devuelve el agujero sombrío y su talud de escorias como pulsación del propio paisaje.El eje ha cambiado, lo que antes era acción impersonal, ahora es la propia división interna del bloque, su auto con figuración. ¿Cómo se fragmenta el bloque? No nos referimos a un procedimiento de división, a una diacrisis en sentido platónico, esta última presupone que, estando dentro del bloque, uno puede sin embargo sacar la cabeza fuera, como si se pudiera inspeccionar las profundidades de una caverna de pie o el hijo presenciase la cena familiar con los ojos del huésped. No. Esos mundos saturados, enrarecidos, impiden muchas veces el estirar los brazos, atacan a la manera del calambre o de un sortilegio, uno no se mueve y a pesar de todo gira como por un efecto de imanes, son esos sueños en los que uno se despeña justamente por estar paralizado. Es muy significativo que los dibujos abunden en relaciones de polaridad; es decir, a su manera, el bloque sí es diacrítico, en él uno ya está escorado o agachado, el polvo se acumula en esa esquina de la escalera; la humedad, en ese punto de la pared; la contracción de un frío temprano, en la aparición de esas polainas, en la topología del bloque familiar el lugar del hijo, por mucho que esté sentado a la mesa, es ese rincón, Gregorio Sanisa es un insecto.

Galerías Buades

Claudio Coello, 43

Lo que hemos llamado el, bloque, los ejemplos anteriores lo dicen, tiene un estatuto indefinido, una condición incierta. Tal vez sea éste el ángulo para enfocar uno de los aspectos más constantes en la obra de E. Lootz: las amalgamas, las mezclas de materiales. No se puede hablar de un componente psicológico o espacial, imaginario o puramente visual, la enumeración misma resulta estúpida, el bloque se fragmenta cortando por entre todos estos planos, moviliza ingredientes de diferente naturaleza, es recolector, es una cuestión de densidades, es metafórico, su diacrisis paradójicamente se ejerce por una suerte de mestizaje y desemboca en una topología equívoca, una topología de híbridos. Efecto que no sólo aparece en las piezas, también en un tipo de dibujo característico, esas cadenas de permutaciones que van de una mano a una manopla, a un guante, a una garra, a una ubre, y unos desprendiéndose de los otros y la insistencia en el elemento que anuda el recorrido por ese plano que no acaba de diferenciarse: el asa o la sonda son en esta obra lo mismo que la mezcla.

Pensemos por último en la acción de la parafina (la película) o en la simple acción de empapar y volvamos a la mina abandonada al sol. Vista a la distancia, a la manera de un espejismo, entre nosotros y esa pulsación ondula, como si fuera un líquido, la atmósfera recalentada. ¿Es el ojo el que empapa o es esa pulsación la que produce ese temblor? Es igual, la cristalización es un híbrido que se escalona en las mezclas de un hecho visual. Pero tal vez desde allí se pueda pensar en los rizos de la cera sobre el agua.

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