Crítica:CINE / "MARIAN"

Retrato psicológico

Marián, realizada hace casi dos años, ha tardado todo este tiempo en poder asomarse a las pantallas de los cines madrileños. Ello se debe, antes que nada, al hecho de tratarse de una producción independiente, la primera realizada por la productora de Pamplona Iruña Films.Marián es el debut de Luis Cortés en el largometraje. Película honesta y bienintencionada, pero pretenciosa y fallida, Marián está realizada a contracorriente. Es un cine viejo, que no está de moda, que de cualquier cosa puede tacharse menos de oportunista. Quizá este estar fuera de época es uno de ...

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Marián, realizada hace casi dos años, ha tardado todo este tiempo en poder asomarse a las pantallas de los cines madrileños. Ello se debe, antes que nada, al hecho de tratarse de una producción independiente, la primera realizada por la productora de Pamplona Iruña Films.Marián es el debut de Luis Cortés en el largometraje. Película honesta y bienintencionada, pero pretenciosa y fallida, Marián está realizada a contracorriente. Es un cine viejo, que no está de moda, que de cualquier cosa puede tacharse menos de oportunista. Quizá este estar fuera de época es uno de sus escasos méritos. Descripción del asfixiante mundo de la provincia, a la vez que retrato de un caso psicológico de un tipo de mujer, cuya vida transcurre entre un tedioso matrimonio, algunas aventuras, tan tristes como escapistas y absurdas, y una amargura -que la más de las veces se confunde con hieratismo- congénita.

Marián

Director: Luis Cortés. Guión: Luis Cortés y Juan Antonio Porto. Fotografía: José Luis Alcaíne. Música: Rafael Pérez-Botija. Canción Marián, interpretada por Gloria. Intérpretes: Isabel Mestres, Javier Escribá, Xavier Elorriaga, María Asquerino, Héctor Alterio, Lina Canalejas y Susana Prados. Española, 1977. Local de estreno: Azul.

Con una evidente influencia del Saura de Cría cuervos..., Cortés construye un juego de dobles: Marián, interpretada por Susana Prados (niña) e Isabel Mestres (adulta), se debate entre el presente y su pasado, entre su marido y su amante, entre éste y su padre, a quien le remite, ambos interpreta dos por un mismo actor. La película, que se pretende una nueva versión del mito de Electra, incurre continuamente en pedanterías, que se manifiestan sobre todo en los diálogos, se autodefine continuamente y, a la larga, resulta infinitamente menos rigurosa de lo que quiere parecer.

La película se resiente de un excesivo esquematismo en la construcción de la psicología de los personajes, lo que malogra el intento de retrato de grupo de la burguesía de provincias.

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