Cartas al director

Lector irritado

Hace unas semanas recibí, en mi domicilio en Madrid, un escrito de ese periódico acusando recibo de una carta mía dirigida al director, en 6-3-78, exponiendo ciertos hechos, a mi juicio, dignos de ser conocidos, lamentando -se me decía- no haberlo podido publicar por exceso de original.Mire, señor director, a mí no me venga con monsergas, que soy gato viejo. Supuse, desde un principio que no «osaría» publicarla, por afectar a políticos de izquierda. De haberme referido a los del período franquista o a Icis de la derecha postdictatorial, no dudo que sí hubiera visto la luz. ¡Así juzgo...

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Hace unas semanas recibí, en mi domicilio en Madrid, un escrito de ese periódico acusando recibo de una carta mía dirigida al director, en 6-3-78, exponiendo ciertos hechos, a mi juicio, dignos de ser conocidos, lamentando -se me decía- no haberlo podido publicar por exceso de original.Mire, señor director, a mí no me venga con monsergas, que soy gato viejo. Supuse, desde un principio que no «osaría» publicarla, por afectar a políticos de izquierda. De haberme referido a los del período franquista o a Icis de la derecha postdictatorial, no dudo que sí hubiera visto la luz. ¡Así juzgo de «imparcial» a ese diario!

¿Acaso no se cree justo que el Gobierno considere los posibles derechos de esos ex-combatientes de la república, que integraron la escala activa del Ejército, procedentes de la escala de complemento? ¿Si hay un teniente general y un sinfin de jefes, que nacieron como alféreces provisionales, por qué no reconocer los oportunos grados -en la reserva, desde luego- a esos oficiales? También nosotros hicimos cursillos para hacernos aptos; no solamente los hicieron los vencedores.

¿Es que no es cierto que los Carrillo, Pasionaria, Líster, Negrín, Largo Caballero, Azaña, Alvarez del Bayo, etcétera, nos dejaron en manos del vencedor, mientras ellos vivían, bien acolchados, su vida por el extranjero?

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¿Qué hicieron por los centenares de miles de «camaradas» que llenaron los campos de concentración en la «dulce» y amarga Francia, sino dejarles enrolar como carne de cañón para ayudar a los enemigos del nazismo-fascismo?

¿Se acordaron de quienes nos quedamos acá, para responder de los actos activos o pasivos de esos exiliados, en dorada penumbra extraña, lejos de los tentáculos del régimen fascista español?

Claro, esto duele y podría dañar la imagen de esos «sus amigos», a quienes mima y halaga en las páginas de su periódico.

Menorca

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