Crítica:

El otro Goulag

Alexander Soljenitsin noveló, unas veces, y testimonió pura y simplemente, otras, las angustias políticas de un pueblo, provocadas por la paranoia, innata a todas las dicta duras, de Stalin. Angustias de personas ajenas a una política partidista y a una ideología impuesta y personificada. Todo lo anterior se concretó en el goulag de millares de rusos y hoy ya en el estereotipo de un término que sirve para describir las mil y una forma de violación de los derechos humanos.

Pero el último Premio Nobel de Literatura ruso habla voluntariamente de la tragedia física de los hombres; L...

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Alexander Soljenitsin noveló, unas veces, y testimonió pura y simplemente, otras, las angustias políticas de un pueblo, provocadas por la paranoia, innata a todas las dicta duras, de Stalin. Angustias de personas ajenas a una política partidista y a una ideología impuesta y personificada. Todo lo anterior se concretó en el goulag de millares de rusos y hoy ya en el estereotipo de un término que sirve para describir las mil y una forma de violación de los derechos humanos.

Pero el último Premio Nobel de Literatura ruso habla voluntariamente de la tragedia física de los hombres; Lev Kopelev, ex comandante del Ejército Rojo y fervoroso comunista durante muchos años. basándose en su propia experienera, va más allá de las vejaciones físicas que recibe comunmente cualquier preso, expone, y en ello radica la validez de su testimonio, el fiasco, el desengaño, el terror psicológico y político del sistema stalinista ejercido contra los comunistas.

Consérvese a perpetuidad

Lev Kopelev. Prólogo de Henrich BöllEd. Noguer, Barcelona, 1978

Consérvese a perpetuidad pasó lentamente a Occidente de forma clandestina y titula exactamente igual que los documentos oficiales soviéticos, que compilaban las faltas calificadas como «crímenes contra el Estado».

«Recuerda, cuando afrontes lo peor, que no hay prisión para los sueños o el pensamiento.»

Estos versos rayados por Kopélev en la puerta de una de sus innumerables celdas enseña sobre la ansiedad y la rabia impotente de aquel que es castigado por un sistema en el que ha creído con fe ciega y considerado absolutamente justo.

A Kopelev le llegó el desencanto, el libro es, en parte también, la historia de ese desengaño. Por esa tragedia particular de los bolcheviques perseguidos por su propio Gobierno y la farsa de los procesos, la similitud entre La confesión de Arthur London y la obra del ex oficial del Ejército soviético es patente.

La evidencia de los hechos dan la razón a Kopelev cuando afirma que «hiciera lo que hiciera, todo era en vano, no se podía cambiar nada, no se podía mejorar, no se podía remediar». Es la confesión de una impotencia ante el «gobierno de crápulas», como lo definiría Trostki.

Consérvese a perpetuidad es, en fin, la muestra individualizada de todo un proceso genérico que demuestra cómo el «goulag para comunistas» representa, primordialmente, el hundimiento ideológico de quien lo padece.

El fervor en el socialismo, en la construcción de una Rusia portadora del mensaje de la, definitiva emancipación del hombre, se desvanece paulatinamente entre el juicio y el consiguiente campo de concentración, entre el interrogatorio y la cárcel.

Esta es la tragedia de Kopelev y la de tantos comunistas, algunos en prisión, otros en libertad vigilada y otros, cada día más, en el amargo camino del exilio forzoso.

Es la biografia política de miles de personas escrita por un solo hombre. Lev Kopelev sufre condena, en la actualidad, en un hospital psiquiátrico.

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