Tribuna

El voto de Ausías March

A la sombra del artículo 138 de la Constitución, que prohíbe la federación de comunidades autónomas, ayer se desarrolló en el Congreso un brote de pasiones de campanario y se oyeron. algunas opiniones de barbería sobre la cuestión de la identidad regional, esa pequeña chinchorrería que al parecer da muchos votos. Esta vez les tocó hacer una especie de ridículo a ciertos diputados valencianos que montaron el tenderete electoral sobre este orgullito tomatero de patria chica.Jordi Pujol, en un discurso muy sensato, había planteado la evidencia de la unidad cultural y lingüística de Cataluña, el P...

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A la sombra del artículo 138 de la Constitución, que prohíbe la federación de comunidades autónomas, ayer se desarrolló en el Congreso un brote de pasiones de campanario y se oyeron. algunas opiniones de barbería sobre la cuestión de la identidad regional, esa pequeña chinchorrería que al parecer da muchos votos. Esta vez les tocó hacer una especie de ridículo a ciertos diputados valencianos que montaron el tenderete electoral sobre este orgullito tomatero de patria chica.Jordi Pujol, en un discurso muy sensato, había planteado la evidencia de la unidad cultural y lingüística de Cataluña, el País Valenciano y las Baleares como una razón para dejar la puerta abierta a una posibilidad de futura federación de estas comunidades, que hoy, no se plantea como un problema político sino como una cuestión de identidad. Jordi Pujol, para adornar el envase, leyó el dictamen de la Real Academia sobre las variantes del idioma catalán y señaló la aportación de ilustres valencianos, clásicos y actuales. a la formación de la lengua y cultura común, es decir, Jordi Pujol pasó la lija sobre un tejido lleno de ampollas.

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Resulta que en el País Valenciano con la política y la cultura se ha hecho un revuelto explosivo, y la lingüística, esa cosa tan aburrida, está siendo cebada con goma 2. La perspectiva catalanista desata allí un fondo irracional de recelo que es una mezcla de mala información controlada y de cierto complejo de inferioridad de hermano pobre hábilmente fomentado por quienes excitan la sensiblería patriótica de la buena gente para defender sus privilegios. Pero la política tiene sus reglas. Y el vivero de los votos hay que cuidarlo, aunque sea saltando en pértiga sobre el cadáver de Ausías March. Y así fue como Sotillo subió en seguida al pupitre, como valenciano y socialista, para decir con esa voz de puntilloso tintín, muy alto para que se oyera en su distrito, que él no quería saber nada de una federación con los catalanes. Aunque Sotillo es listo Y ha sabido escurrir el bulto del poeta sin meterse en cultura. El es un cosechador nato. Y lo primero son los votos.

Pero Jarabo Payá, de Alianza Popular, con una osadía balbuciente, se adentró en territorio de la lengua con cara de turista ante un paisaje desconocido. Defendió la independencia del idioma valenciano con todos los tópicos que el bunker-barraqueta tiene preparados para excitar el bajo vientre de la cultura. Francisco Burguera le ha dado un toque al rescatar para el sentido común la correcta interpretación del erudito Fullana. Los diputados valencianos del PSOE y de Alianza Popular, en nombre de su grupo, se han limitado a cultivar su pasión electorera saltando burdamente sobre un problema cultural. Y entonces ha bajado José Ramón Pin, de UCD, clamando que él no quería ser menos en esta traca de tópicos, de modo que ha comenzado a gritar soltando valencianas luminosas como una rueda de pólvora de colores de un castillo artificial. Mientras los vascos, con esa cara patética que les ha dado Dios para este caso, luchan en el sótano por una coma hasta la madrugada, los valencianos ayer en el hemiciclo defendieron la heredad de sus votos montando una pequeña falla de identidad patriótica.

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