CINE/ "DRUM"

Una de esclavos

Hace tres años el veterano Richard Fleischer obtuvo un merecido éxito con Mandingo, película que retomaba un tema que el cine americano tenía arrinconado hace tiempo: la esclavitud.Drum pretende aprovechar el éxito y el prestigio de la anterior, con la que, en realidad, no tiene ninguna relación. Se trata de una película fuerte donde los negros son muy buenos y los blancos muy malos, que es lo que se lleva ahora. Amparándose en esta coartada seudo- progre, la película no es más que un folletín ambienta do en un Nueva Orleans de cartón que recuerda mucho a las ...

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Hace tres años el veterano Richard Fleischer obtuvo un merecido éxito con Mandingo, película que retomaba un tema que el cine americano tenía arrinconado hace tiempo: la esclavitud.Drum pretende aprovechar el éxito y el prestigio de la anterior, con la que, en realidad, no tiene ninguna relación. Se trata de una película fuerte donde los negros son muy buenos y los blancos muy malos, que es lo que se lleva ahora. Amparándose en esta coartada seudo- progre, la película no es más que un folletín ambienta do en un Nueva Orleans de cartón que recuerda mucho a las novelas televisivas, pero con destape. Destape que alcanza límites verdaderamente grotescos, ya que, como es habitual en el cine americano, se limita a mostrar docenas de pechos femeninos de la forma más gratuita y descarada. Pero, eso sí, dentro de un límite no-molesto y previo aviso de que lo que estamos viendo es muy malo, algo así como el summum de la corrupción.

Drum

Director: Steve Carver.Guión: Norman Wexler. Fotografía: Lucien Ballard. Música: Charlie Smalls. Intérpretes: Warren Oates, Isela Vega, Ken Norton y John Colicos. Norteamericana, 1976. Locales de estreno: Luchana, Richmond y Torre de Madrid.

La utilización del sexo en Drum se diría un catálogo de todas las combinaciones posibles entre los elementos que lo componen: negro-negra, blanco-blanca, negro-blanca, blanco-negra, blanca-negra, blanco-negro, niña blanca-hombre negro y así hasta el más atroz aburrimiento.

Es verdaderamente penoso ver mezclados en empresas tan delirantes a profesionales como Warren Oates o Lucien Ballard.

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