Crítica:

El ateísmo de Bertrand Russell

Frente al difícil equilibrio dialéctico de la paradoja cristiana, Russel niega simple y llanamente el cristianismo. Desde el punto de vista del positivismo lógico, intenta demostramos la futilidad de toda metafísica. Con ironía dulce nos convence de por qué no es cristiano. Primero rechaza como ilógicas todas las pruebas racionales de la existencia de Dios, el argumento de la primera causa, el de la ley natural, el del plan, los morales, para afirmar que los hombres creen en Dios porque necesitan un padre todopoderoso que los proteja contra la inseguridad de la vida.Tesis semejante a la de Fre...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Frente al difícil equilibrio dialéctico de la paradoja cristiana, Russel niega simple y llanamente el cristianismo. Desde el punto de vista del positivismo lógico, intenta demostramos la futilidad de toda metafísica. Con ironía dulce nos convence de por qué no es cristiano. Primero rechaza como ilógicas todas las pruebas racionales de la existencia de Dios, el argumento de la primera causa, el de la ley natural, el del plan, los morales, para afirmar que los hombres creen en Dios porque necesitan un padre todopoderoso que los proteja contra la inseguridad de la vida.Tesis semejante a la de Freud, pero Russell no trata de convencemos de su ateísmo, sino de expresar sus íntimas creencias sin imponerlas a los otros. Más que un ateo es un liberal agnóstico y un escéptico benevolente. Su lectura resulta muy atrayente para desvanecer los dogmatismos de la razón pura. «Todo el concepto de Dios es un concepto derivado del antiguo despotismo oriental», rechazando así toda religión como si fuese una dictadura fascista.

Por qué no soy cristiano

Bertrand Russell, Editorial Edhasa-Suramericana. Barcelona, 1977.

En el capítulo Lo que yo creo da su visión naturalista del hombre y expresa su fe en la potencia transformadora de la ciencia que nos llevará a la felicidad por el dominio y control de las fuerzas físicas. Es, pues, un racionalista ilustrado, pero, al mismo tiempo, un empirista que se atiene fielmente a la observación de la realidad inmediata. Resulta pintoresca la conversación, sobre la existencia de Dios, entre el padre jesuita Copleston, lleno de soberbia racionalista, y Russell, rico de humildad empirista. Como buen británico, le horroriza el vacío de la trascendencia, la oquedad grandiosa de la razón. Todo lo que está más allá de la tierra le espanta.

El ateísmo de Russell es un admirable ejemplo de esa sensibilidad fina y sutil del británico medio y también de su ligereza especulativa.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En