CRÍTICA DE EXPOSICIONES

Chema Cobo, una caja para Picabia

El pasado jueves fue presentada en la madrileña galería Edurne una caja realizada por el pintor Chema Cobo, llevando por título Una botella de klein para Francis Picabia. La construcción de dicha caja, así como una conversación con Mariano Navarro, colaborador habitual de estas páginas, habían sido previamente filmadas para el televisivo programa Trazos.Por coincidir la presentación de la obra con la emisión del programa en que a ella se hacía referencia, fue instalado en la galería un televisor que diera testimonio durante el transcurso de la inauguración de la génesis de...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El pasado jueves fue presentada en la madrileña galería Edurne una caja realizada por el pintor Chema Cobo, llevando por título Una botella de klein para Francis Picabia. La construcción de dicha caja, así como una conversación con Mariano Navarro, colaborador habitual de estas páginas, habían sido previamente filmadas para el televisivo programa Trazos.Por coincidir la presentación de la obra con la emisión del programa en que a ella se hacía referencia, fue instalado en la galería un televisor que diera testimonio durante el transcurso de la inauguración de la génesis de la caja. Todo ello, en un modo de alarde pirandelliano (televisión dentro de televisión), fue asimismo recogido por los operadores del programa. Ciertos problemas técnicos obligaron a instalar un segundo aparato transmisor en plena calle, lo que dividió la atención del público atrajo una multitud de curiosos y rompió, en parte, la unidad del proyecto.

Frente a la aparente novedad de la experiencia, Chema Cobo y Mariano Navarro deciden curarse en salud, en el prólogo del libro manuscrito en el que se recogen diversos testimonios de las conversaciones previas a la realización del objeto pseudohomenaje, con la siguiente advertencia: «Esto no es, ni lo pretende ser, una concesión a la modernidad, sino al iluminismo.» La obra está compuesta por una serie de juegos de espejos en forma ocular que, a veces, reflejan y otras permiten el paso de la visión. La intención sería la de crear espacios virtuales y ambiguos que mostraran lo artificioso de la creación. Y así, declaran en el manuscrito antes citado: « Mi imagen y la que veo en el espejo no tienen nada en común y, sin embargo, no dejan de comunicarse de un modo transversal... »

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En