Crítica:

Los obstáculos a nuestra política exterior

El estudio de nuestra historia, aunque no sea la inmediata, nos hace reflexionar frecuentemente sobre lo que pudo haber sido y no fue. En el caso de las negociaciones hispano-británicas que siguieron a la paz de 1603 y que habrían de culminar en el matrimonio del príncipe de Gales y de la hija de Felipe III, su frustración supuso a la larga tanto la dislocación de la posible alianza entre los dos países -que no volvería a intentarse verdaderamente-, como la agrupación de las facciones protestantes en tomo a Francia, separando a España del orden internacional.A través de estas circunstancias se...

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El estudio de nuestra historia, aunque no sea la inmediata, nos hace reflexionar frecuentemente sobre lo que pudo haber sido y no fue. En el caso de las negociaciones hispano-británicas que siguieron a la paz de 1603 y que habrían de culminar en el matrimonio del príncipe de Gales y de la hija de Felipe III, su frustración supuso a la larga tanto la dislocación de la posible alianza entre los dos países -que no volvería a intentarse verdaderamente-, como la agrupación de las facciones protestantes en tomo a Francia, separando a España del orden internacional.A través de estas circunstancias se evidencia el progresivo alejamiento de la política española respecto a los módulos europeos, cada vez más movidos por intereses reales y más alejados de las razones religiosas. Y ello porque la España a la que se le ofrece la oportunidad de una alianza vital con una Inglaterra «todavía» más débil que ella, sigue siendo la España de Trento, reacia a pactar con herejes y, de este modo, dispuesta a menospreciar las exigencias de la política del país. Es esa España que siguiendo con tal política será una y otra vez doblegada a lo largo del siglo XVII.

Razón de Estado y dogmatismo religioso en la España del siglo XVII

Rafael Rodríguez-Moñino Soriano. Editorial Labor. Barcelona, 1977.

No es la primera vez que se estudia esta etapa de nuestra política exterior en la que, además de su interés en sí, destacan figuras notables, como el embajador español en Londres, conde de Gondomar, y las numerosas anécdotas de la estancia de Carlos Estuardo y Buckinghan en Madrid. El profesor Rodríguez-Moñino tiene sin embargo el mérito de apurar al máximo la utilización de fondos documentales hasta ahora desconocidos y, más aún, de presentar un panorama del «modo de hacer» de nuestra política exterior en aquel momento, supeditado a la Santa Sede y mediatizado por las razones de los teólogos. Su libro va mucho más allá de la impecable erudición y reafirma la necesidad de eliminar obstáculos que dificulten el interés global de un país en su acción exterior.

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