Crítica:

Pasión de Carmen Conde

Desde su primer libro juvenil, Brocal, publicado en 1929, que suscitó el entusiasmo de Juan Ramón Jiménez, hasta este reciente Cita con la vida, Carmen Conde ha sido fiel en su poesía -casi medio siglo de tarea poética y más de veinte libros- a una pasión: la pasión por la vida centrada en los grandes temas poéticos de todos los tiempos: el amor, el dolor, la Naturaleza, Dios, la muerte. Cuando hace más de veinte años publicó Dámaso Alonso un admirable ensayo sobre la poesía de Carmen Conde, escogió como título precisamente el mismo que, por no encontrar otro mejor, hemos puesto ...

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Desde su primer libro juvenil, Brocal, publicado en 1929, que suscitó el entusiasmo de Juan Ramón Jiménez, hasta este reciente Cita con la vida, Carmen Conde ha sido fiel en su poesía -casi medio siglo de tarea poética y más de veinte libros- a una pasión: la pasión por la vida centrada en los grandes temas poéticos de todos los tiempos: el amor, el dolor, la Naturaleza, Dios, la muerte. Cuando hace más de veinte años publicó Dámaso Alonso un admirable ensayo sobre la poesía de Carmen Conde, escogió como título precisamente el mismo que, por no encontrar otro mejor, hemos puesto a este breve nota: Pasión de Carmen Conde. Y ello explica que el crítico francés Roger Noël-Mayer haya visto en la poetisa levantina -Carmen nació en Cartagena- «una fuerza de la Naturaleza», por la vastedad y potencia de su obra. Su poesía es un apasionado y caudaloso río que se desborda queriendo invadir todas las orillas, saltarse todos los cauces para llegar al hondón más profundo de la vida. El vitalismo feroz de Carmen Conde está muy lejos, sin embargo, del jubiloso vitalismo de Jorge Guillén y más cerca del Aleixandre de La destrucción y el amor y Sombra del Paraíso. El tema de la fusión amorosa con la Naturaleza que domina en estos libros alejandrinos, aparece también, ya lo advirtió Dámaso Alonso en su ensayo, en la poesía de Carmen Conde, como vemos en este nuevo libro suyo, Cita con la vida, uno de cuyo poemas comienza con este verso: «El amor es una montaña, una cordillera ondulante... » Las fuerzas de la Naturaleza confunden y transmutan y el hombre -la mujer, puesto que es una mujer la que aquí se expresa- desea ávidamente identificarse con todo, amar todo.

Carmen Conde

Cita con la vidaBiblioteca Nueva. Madrid.

Un ciclo existencial

Cita con la vida es,en realidad un solo y largo poema, aunque sean veinticinco los numerados en el libro. Todos ellos constituyen partes de un ciclo existencial relacionado con el mito de Sísifo y con el símbolo machadiano del camino. Sísifo es citado en dos poemas, y en otro la autora transcribe el famoso verso de Machado «Se hace camino al andar». Se trata, en suma, del esfuerzo del camino vital, tantas veces frustrado e inútil. Cuando parece que hemos llegado a la cima, a la montaña -la autora usa el símbolo de un inmenso peñasco que, ya en la cumbre, desciende de nuevo al punto de partida-, nos derrumbamos. Me parece encontrar cierta afinidad entre este tema sisifiano de la vida como camino difícil, como esfuerzo, y el de uno de los grandes libros de Aleixandre, Historia del corazón, en el que no pocos poemas simbolizan precisamente esa visión del vivir como largo y duro esfuerzo, que ha de vencer mil barreras y dificultades. Por poner un ejemplo, el poema XIII de Cita con la vida nos recuerda un poema de Historia del corazón: Vagabundo continuo. Hay una diferencia, sin embargo, importante. La mujer que se lanza al áspero y difícil camino del vivir en Cita con la vida, dejándose en cada etapa «irrestañables tasajos propios» (poema XIII), lo recorre sola -como la protagonista del famoso poema de Dámaso Alonso Mujer con alcuza, de Hijos de la ira-, mientras que en Historia del corazón es casi siempre la pareja humana -recuérdese el poema Entre dos oscuridades, un relámpago- la que recorre las largas arenas del camino. Pero aquella soledad no deja de contemplarse a si misma, en el libro de Carmen Conde, como algo que debe ser superado por la comunicación con los otros, y sobre todo con los vencidos, con los encarcelados, con los que han sufrido sed, hambre e injusticia. A la tensión interna del poema corresponde en este libro de Carmen Conde, como en otros suyos, una forma que renuncia a todo halago formal -sólo uno de los poemas del volumen, el XXII, se apoya en la asonancia- y busca en el verso libre y, en ocasiones, abrupto, el cauce que mejor se acomoda al violento desasosiego que la autora quiere comunicar al lector.

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