Crítica:

Los terrores de Rubén Darío en sus cuentos fantásticos

A Rubén Darío siempre le atrajo lo misterioso. Más aún: sintió el temor a lo sobrenatural, a esa entrada del mas allá en nuestro mundo que se le anunciaba en apariciones y alucinaciones. Tras las alegrías y las fiestas del Modernismo -lo señaló lúcidamente Pedro Salinas- le oculta la tristeza de las más hondas angustias existenciales.«... lo que no conocemos y apenas sospechamos, / y la carne que tienta con sus frescos racimos, / y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, / y no saber a dónde vamos, / ni de dónde venimos ... »

Esa es la razón coherente de esta antología que reúne aq...

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A Rubén Darío siempre le atrajo lo misterioso. Más aún: sintió el temor a lo sobrenatural, a esa entrada del mas allá en nuestro mundo que se le anunciaba en apariciones y alucinaciones. Tras las alegrías y las fiestas del Modernismo -lo señaló lúcidamente Pedro Salinas- le oculta la tristeza de las más hondas angustias existenciales.«... lo que no conocemos y apenas sospechamos, / y la carne que tienta con sus frescos racimos, / y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, / y no saber a dónde vamos, / ni de dónde venimos ... »

Esa es la razón coherente de esta antología que reúne aquellos relatos en que lo sobrenatural, lo incomprensible o lo irreal -lo fantástico, en fin de cuentas- proporciona el tema principal.

Cuentos fantásticos

Rubén DaríoAlianza Editorial Madrid.

En estos cuentos Rubén revela su acercamiento, interrogante más que catecúmeno, a las teorías espiritistas, entonces en boga, de Madame Blavatski.

No fue Rubén un auténtico elaborador de un mundo fantástico. Pero los cuentos descubren sus inquietudes: teme a la muerte, se siente inseguro ante lo que el hombre es y lo que representa, presta atención al mundo de los sueños y hasta se permite juegos con los conceptos de tiempo y espacio en cuentos como «El caso de la señorita Amelia», que puede considerarse precursor del modo de hacer de Bioy Casares, o en el «Cuento de Noche Buena». Su horror a la muerte podría documentarse en el cuento «Thanathopía», donde el narrador, en primera persona, nos introduce en un caso de vampirismo, posible herencia de Poe.

El cuento más logrado y terrorífico es el titulado La larva, presentado alguna vez por él como auténtica versión escrita de una experiencia personal. El sobrecogido narrador nos había de unos recuerdos de niño que coinciden con los de Rubén. ¿Hay también la evocación de una pesadilla padecida por el propio Rubén en La pesadilla de Honorio?

No es un caso aislado, el de Rubén, en este incursionar en terrenos desconocidos y oscuros. Es -hoy se ve- una de las características del Modernismo. Ricardo Gullón nos ha hablado recientemente de «la vasta corriente esotérica que fluye unida al poderoso raudal lírico del movimiento modernista». Ante Rubén se entreabren misterios que le aterran. Al final de los descubrimientos de la ciencia hay la misma incertidumbre que en los escalofríos de las intuiciones del espíritu. Estas angustias y terrores, forjados en la soledad, tratan de ser comunicados. Su vehículo ha sido el cuento.

La colección que nos sirve este volumen, preparada y presentada con un amplio estudio que centra a Rubén respecto a la literatura fantástica, hecha por José Olivio Jiménez, incluye algún relato no reunido hasta ahora a las ediciones de cuentos de Rubén.

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