Tribuna:DIARIO DE UN SNOB

El personal

Llega el primero de mayo y ni el Gobierno ni la Oposición saben qué hacer con el personal. En eso la democracia orgánica estaba más puesta. Con el personal hicieron demostraciones sindicales, coros y danzas, jotas de pueblo, zarzuelas, orfeones y campeonatos de tercera regional.Ahora la izquierda no sabe más que hacer mítines y el Gobierno quiere que la gente se esté en sus casas, viendo a Isabel Tenaille -que está divina- o que se vayan al Tomillar de El Escorial a jugar al pelotón y comer endivias, sin interferir. para nada la sonrisa Carter vía satélite, que es una sonrisa tor...

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Llega el primero de mayo y ni el Gobierno ni la Oposición saben qué hacer con el personal. En eso la democracia orgánica estaba más puesta. Con el personal hicieron demostraciones sindicales, coros y danzas, jotas de pueblo, zarzuelas, orfeones y campeonatos de tercera regional.Ahora la izquierda no sabe más que hacer mítines y el Gobierno quiere que la gente se esté en sus casas, viendo a Isabel Tenaille -que está divina- o que se vayan al Tomillar de El Escorial a jugar al pelotón y comer endivias, sin interferir. para nada la sonrisa Carter vía satélite, que es una sonrisa torrefacta, como el cacahuete, y nos va a traer travellers en cantidad.

-A Suárez le han llamado el Kennedy mediterráneo, don Francisco -me dice el quiosquero.

Ya ven ustedes si eso es bonito. El Kennedy mediterráneo. Y escrito en la democrática y responsable prensa americana, que funciona siempre en plan Watergate y ciudadano Kane. A Franco nunca le habían llamado el Kennedy mediterráneo en la democrática prensa americana. Ni siquiera el Kennedy ferrolano. Dice que le ha dicho Oreja a Carter, viéndole tan dispendioso, que da los dólares en cucurucho, como los cacahuetes:

-Lo tuyo es demasiado, tío.

Como allí no había un dios que supiese inglés, recurrieron a un intérprete yanqui que ha aprendido cristiano en El Corral de la Morería: -Nada, presi, que dice míster Oreja. que lo de usted es que no se pué aguantá.

Con lo cual quedó todo más claro. En esto que sale Rosalynd Carter con su hermosura benigna, llena de males benignos, y se tienen que ir. Es cuando uno del SEU renovado le dice a Jesús Hermida, que estaba informando:

-Ahora lo que hace falta es que el personal no nos falle en Madrid el primero de mayo.

Claro, porque si el personal se echa a las calles en plan demostración sindical auténtica, sin asturianadas ni zampoñas, a lo mejor los inversores de Wall Street, que son todos como de novela de Scott Fitzgerald, se asustan e improvisan un lunes negro, un viernes negro o un primero de mayo negro, tirándole por las ventanas del Empire State con sus paquetes de acciones y sus queridas Crazy Horse.

-Sobre todo eso -dice que le decía Noel Zapico a Conrado Blanco, cuando iban a montar una demostración sindical en el Bernabéu- que la rebelión de las masas se comporte. A mí no me intimide usted a los inversores de la Banca Morgan, que son un poco retraídos.

Conrado Blanco, o algún poeta de sus caballerizas, ponía la nota lírica, y hasta hubo una vez que salió por la tele un flecha (el último que nos quedaba) llevando una paloma y un beso a la tribuna presidencial. Los inversores de Wall Street veían estas cosas vía Telstar y se quedaban muy tranquilos:

-España es un país de obreros typical y mano de obra barata -le decían a su secretaria sentimental, con sueldo del Senado.

Pero aquellos polvos atómicos trajeron estos Iodos democráticos, y sólo faltaba que cuando todo está a punto y los yanquis respaldan nuestra independencia (una independencia sin respaldo es una indigencia), saliese otra vez la horda vallecana, como en las novelas de Agustín de Foxá -que quiso hacer un Ruedo Ibérico rococó -y de derechas- y nos quedásemos sin estrechar lazos.

Por eso, ya digo, la horda podía sacrificarse por esta vez, o sea el personal, y reunirse espontáneamente en plan demostración sindical, o sea en el Bernabéu, vestidos de chisperos los de Comisiones Obreras, de andaluces, los de Felipe, y de gaiteros de Xisión los mineros asturianos. Por una vez no costaba nada y teníamos alegres a los inversores de Wall Street, en lo que sueltan la pastizara.

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