Tribuna:

Solares, un caso de reflexión sindical

El asunto del agua de Solares tiene que servir de reflexión a las fuerzas sindicales acerca del nuevo planteamiento que, como en todos los demás temas, hay que dar en España a las relaciones entre los intereses laborales y la exigencia de un medio ambiente no degradado.

Es curioso ver la distorsión que se somete al principio indiscutible del mantenimiento de los puestos de trabajo, cayendo claramente en el juego de los intereses empresas riales.

Ante todo es incuestionable que el principio de mantener los puestos de trabajo no puede ser invocado, por ejemplo, para mantener en fun...

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El asunto del agua de Solares tiene que servir de reflexión a las fuerzas sindicales acerca del nuevo planteamiento que, como en todos los demás temas, hay que dar en España a las relaciones entre los intereses laborales y la exigencia de un medio ambiente no degradado.

Es curioso ver la distorsión que se somete al principio indiscutible del mantenimiento de los puestos de trabajo, cayendo claramente en el juego de los intereses empresas riales.

Ante todo es incuestionable que el principio de mantener los puestos de trabajo no puede ser invocado, por ejemplo, para mantener en funcionamiento la fábrica de Seveso.

Con este criterio resulta extraña la posición de los trabajadores de Solares exigiendo la reapertura de la factoría. Problemas de este tipo deben ser estudiados cuidadosamente por los sindicatos nacientes para establecer unas directrices coherentes e inatacables.

Es evidente que existe una denuncia de una Delegación Provincial de Sanidad indicando que las botellas de Solares son peligrosas para la salud pública. En un país donde la inspección alimentaria es tan tenue, el control de la contaminación ambiental tan poco riguroso, y las condiciones higiénicas a veces tan deficientes, cualquier denuncia seria en este terreno debe ser recibida con admiración y respeto.

Ante un caso de este tipo, las fuerzas sindicales no pueden plantear su batalla centrada en la reapertura de la factoría en las condiciones actuales. Mientras éstas duren, habrá que cuidar especialmente no hacerle el juego a la demagogia empresarial que repentinamente empezará a fundarse en el argumento del derecho de los obreros a su trabajo. Este argumento es semejante al de los constructores ilegales que ante la amenaza de demolición invocan por primera vez a las humildes familias que se quedarían sin hogar.

Cuando hace cuatro años, el Consejo de Ministros impuso una multa de diez millones de pesetas a Solares, debieron empezar a defender esos puestos de trabajo, exigiendo a la empresa las medidas profilácticas necesarias. En todo deterioro del medio ambiente por parte de la industria, sus propios obreros tendrán que ponerse a la cabeza de las exigencias de corrección y mejora si no quieren representar el papel de defensores de las empresas en contra del bien de la comunidad.

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