Grave deterioro de la situación política en Colombia

La mala hora llegó para la penúltima democracia de Suramérica, en todo el sentido de la palabra. Ayer, Colombia hervía por los rumores sobre una amenaza de renuncia del presidente Alfonso López Michelsen, mientras Bogotá se encontraba controlada por tropas del ejército, en medio de denuncias de portavoces del Partido Liberal —que gobierna— de que la nación estaba al borde de un golpe militar.

El cuadro de deterioro se completa con una cadena de disturbios estudiantiles —el jueves incendiaron los almacenes norteamericanos Sears Roebuck— y otro espectacular ...

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La mala hora llegó para la penúltima democracia de Suramérica, en todo el sentido de la palabra. Ayer, Colombia hervía por los rumores sobre una amenaza de renuncia del presidente Alfonso López Michelsen, mientras Bogotá se encontraba controlada por tropas del ejército, en medio de denuncias de portavoces del Partido Liberal —que gobierna— de que la nación estaba al borde de un golpe militar.

El cuadro de deterioro se completa con una cadena de disturbios estudiantiles —el jueves incendiaron los almacenes norteamericanos Sears Roebuck— y otro espectacular secuestro denunciado ayer, el quinto, de un personaje extranjero.

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Sin embargo, el hecho más notable de esta acumulación de problemas para López Michelsen está relacionado con la versión televisada de La mala hora, uno de los relatos del escritor Gabriel García Márquez.

Después de un intenso debate, las autoridades permitieron la proyección de la telenovela, lo que provocó el disgusto militar, expresado en avisos y manifestaciones de protesta de asociaciones de militares en retiro. En La mala hora, García Márquez alude con exuberancia descriptiva a una matanza de estudiantes en una escuela, durante los años de la famosa violencia colombiana (entre 1948-58), que costó al país más de 300.000 muertos.

Fue la guerra civil disimulada entre los dos partidos tradicionales, el liberal y el conservador. Desde la década de los sesenta, estos partidos llegaron a un acuerdo de alternabilidad del poder, que en la práctica ya se ha roto.

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Ataques al presidente

En las últimas semanas, el diario conservador La República retomó la iniciativa con una virulenta campaña contra el presidente López Michelsen basada en las acusaciones de la dirigente conservadora Bertha Hernández de Ospina. Se afirma que la familia presidencial está enriqueciéndose ilícitamente. Los hijos del presidente, Juan Manuel y Felipe López Caballero, habrían adquirido una hacienda a poco de comenzar el mandato de su padre, que ahora ha quedado valorizada en más de un 1.000 %, gracias a una carretera construida por el Gobierno que, según se afirma, no era necesaria.

Las críticas contra López Michelsen empeoraron cuando el diario El Tiempo, principal órgano colombiano y portavoz del liberalismo, se sumó a los ataques. Uno de sus columnistas, Lucas Caballero (pariente lejano de la familia presidencial), dimitió el viernes, alegando que se había pretendido silenciar su columna. Después de 35 años, Caballero Calderón dejará la página editorial de El Tiempo, en dramática polémica con la dirección del diario. «Es una hora melancólica para la prensa y para Colombia», comentó.

La verdad es que el domingo el presidente López Michelsen, cansado de las críticas y sorprendido de que éstas se hubieran extendido a El Tiempo, amenaza con renunciar. El otro líder importante del liberalismo, Alberto Lleras Camargo, le hizo desistir, pero, al mismo tiempo, comenzaron las gestiones para moderar al diario. El Tiempo cambió la noche del domingo un editorial de crítica a López Michelsen, por otro de absoluto respaldo.

Al anochecer de ayer, las amenazas de dimisión presidencial se habían disipado, pero las tropas seguían patrullando las calles de Bogotá y continuaban los disturbios estudiantiles en esta ciudad, que ya tiene más de cuatro millones de habitantes.

El ministro del Interior, Rafael Pardo, informó ayer que el país estaba «bajo la amenaza de una conspiración extremista», pero dijo que no había nada que temer: «Los extremismos son comunes en toda democracia.» En cuanto al quinto empresario secuestrado, se trata del panameño Jack Abadie, de la empresa PoIimetal. No se sabe si los autores son delincuentes comunes o guerrilleros. Tres norteamericanos, uno de ellos del Cuerpo de Paz, se encuentran en poder de grupos guerrilleros, y una banda retiene a un banquero italiano, Giuseppe Montini, por el cual pide un rescate de cinco millones de dólares. Anoche, todo el panorama colombiano era de una confusión típica de las descripciones del propio García Márquez.

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