Reportaje:

Dinero y créditos entre los siglos XVI y XIX

Primer Coloquio Internacional de Historia Económica en España

Organizado por el Banco Urquijo, con la revista Moneda y Crédito, y la colaboración del Instituto Francés y la Casa de Velázquez, se ha celebrado, los días 21, 22 y 23 de mano, el Primer Coloquio internacional de Historia Económica en España. Presidente de honor del mismo ha sido Ramón Carande, y el tema tratado, Dinero y crédito (siglos XVI al XIX).

A la convocatoria han concurrido una treintena de destacados especialistas europeos y norteamericanos, así como un buen número de españoles que se interesan por los problemas y métodos de la Historia Económica y están c...

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Organizado por el Banco Urquijo, con la revista Moneda y Crédito, y la colaboración del Instituto Francés y la Casa de Velázquez, se ha celebrado, los días 21, 22 y 23 de mano, el Primer Coloquio internacional de Historia Económica en España. Presidente de honor del mismo ha sido Ramón Carande, y el tema tratado, Dinero y crédito (siglos XVI al XIX).

A la convocatoria han concurrido una treintena de destacados especialistas europeos y norteamericanos, así como un buen número de españoles que se interesan por los problemas y métodos de la Historia Económica y están consiguiendo reconstruir el proceso que ha conducido a la auténtica articulación que da carácter al país en la actualidad, así como la procedencia, y formación de los grupos sociales que se configuran y no dejarán de proyectarse en el porvenir. Las tres jornadas de trabajo, mañana y tarde, han sido densas y eficaces en la medida que es significativo el explícito contraste de puntos de vista, como resultado de investigaciones e interpretaciones propias. Porque la reunión fue concebida y planeada no como una serie de monólogos, sino como una discusión amplia de los fenómenos que, teniendo al dinero y al crédito como fundamento, repercutieron con tal trascendencia, que duran todavía sus efectos.

De todo congreso de este nivel es sencillo hacer la crónica extensa, con el nombre, grado y procedencia de los asistentes, así como de las cuestiones específicas tratadas. Pocos tan brillantes al respecto como éste, que ha tenido en Madrid figuras de la talla de Fernand Braudel, Pierre Vilar, Jean van Houtte, Douglas C. North y, para no repetir nombres, de cuantos a continuación serán citados al aludir a sus respectivas comunicaciones e intervenciones en los debates, a los que se ha de unir del lado español, la concurrencia de personalidades como García de Valdeavellano, Rubio Sacristán. Díez del Corral, Maravall, Domínguez Ortiz, Bustelo..., y los que tuvieron a su cargo una determinada exposición.

Período dilatado

Más difícil es sintetizar en pocas líneas el contenido de las comunicaciones y el tema de los debates, máxime cuando se escalonan en un período tan dilatado: del siglo XVI al XIX. Cuatro puntos pueden valer como referencias nucleares para dar una sucinta idea de lo que pronto será desarrollo por extenso en una edición especial de Moneda y Crédito. Punto primero: la naturaleza del auge del siglo XVI, en el que España destaca y no sólo por el tópico de los tesoros llegados de las Indias al que suele atribuirse su pujanza. E. Otte, de la Universidad de Berlín, explicó cómo Sevilla, en calidad de plaza bancaria, estaba preparada para asimilar la riada metálica que llegó de la otra orilla del Atlántico, cuyas vicisitudes y detracciones para hacer pagos, en el árnbito colonial, describió finamente Ch. Verlinden, de la Universidad de Gante. H. Lapeyre, de la Universidad de Grenoble, mostró la contemporánea situación de Valencia y Pedro Voltes se ocupó de Barcelona como plaza bancaria, desde la «taula» hasta la caudalosa caja de ahorros, amplio panorama que le permitió matizar etapas representativas, cuya vinculación suscitó agudas preguntas, con tino respondidas. M. Basas puso el acento en lo que el seguro marítimo tuvo de garantía y de especulación, con ejemplos registrados en Burgos; mientras B. Vincent, de la Universidad de París, distinguió las singularidades de Granada.

Punto segundo: el cambio de tendencia en el siglo XVII, del que son elocuentes síntomas de crisis las alternativas que en la acuñación de moneda, se cuantifican en las cecas, acaso más importantes entonces de Castilla, las dos de Segovia, que representó con tres gráficos Jen Paul Le Flem, de la Casa de Velázquez, en tanto que las ciudades del valle del Duero y del valle del Tajo declinaban bajo el peso de insoportables obligaciones de tesorería municipales, según F. Ruiz Martín. ¿Porqué esa temprana descomposición en las aglomeraciones de la meseta ibérica, que discrepa con lo sucedido en Madrid y Cádiz y en otras áreas peninsulares, conforme apuntó G. Anes, y se diferencia del comportamiento urbano en comarcas independientes de Italia, como la Emilia y la República de San Marcos, especificadas por C. Poni, de la Universidad de Bolonia, y U. Tucci, de la Universidad de Venecia, aunque se asemeje a lo registrado en Lombardía, Nápoles o en Sicilia, indicado por Aldo de Maddalena, de la Universidad de Bocconi, de Milán, Luigi de Rosa, de la Universidad de Nápoles y Carmelo Traselli, de la Universidad de Messina? Una primera respuesta a esta interrogante, la proporcionó H. Kellenbenz, de la Universidad de Nuremberg, al reseñar, con minuciosidad y competencia, las actividades de los Fütgger en España, pero la causa, al parecer, más determinante estuvo en las combinaciones protagonizadas por los hombres de negocios genoveses en la época de Felipe II y sus dos sucesores. Se polemizó ampliamente sobre quién habría explotado a quién, los genoveses al erario y a los súbditos de la rama mayor de los Habsburgo, o viceversa: G. Doria y G. Felloni, ambos de la Universidad de Génova, defendieron las razones y conductas de los hombres de negocios genoveses, que de grado o por fuerza tuvieron que cargar con una buena porción de «juros» —rentas sobre la Hacienda de Castilla— que luego distribuyeron figurando entre quienes adquirieron esos títulos, —las principales familias— de su patria de origen, cuya cuanta por A. Tenenti, de la Ecole Practique des Hautes Etudes et Sciences Sociales de Paris, denota individualmente con precisión, dentro del conjunto que constituían los respectivos patrimonios. Lo evidente es la decadencia inferior de la Península Ibérica en el 1600, presidida en la circulación monetaria, por el desaparecer casi del oro, intermitentes flujos y reflujos de la plata, y un predominio abusivo del cobre o vellón, con ilimitadas facultades liberatorias. Se cayó a honduras depresivas más profundas que en ningún otro espacio, y durante un lapso incomparablemente mayor. Los contemporáneos más inteligentes y responsables se percataron, desde el momento inicial, de la catástrofe que amenazaba, de no efectuarse una certera y rápida revisión: de ahí la polémica sobre la llamada proposición Cardona (1600-1630), que Jean Vilar, de la Universidad de París, desentrañara. Paralelamente, está la denuncia de los que como el jesuita Juan de Mariana se lamentaban de las victimas propiciatorias en la política económica y social; los humildes, cual detalló D. Mateo del Peral.

El punto tercero gira en tomo la recuperación que se intenta no es lograda, durante el siglo XVIII. El Estado ha de asumir iniciativas que los particulares no pueden o no quieren poner en práctica: aquéllas por carencia de recursos, éstas por no convenir su mentalidad ni a su status. De donde la trascendencia que el presupuesto de ingresos y gastos de la monarquía española tiene para. un análisis correcto de la situación general, de lo que se ocuparon D. Ozanam, de la Ecole des Hautes Etudes et Sciences Sociales de Paris, y J. García Lombardero, y lo elocuente de que en Londres se dedicara atención a evolución de las finanzas de Carlos II y Felipe V, cuando se ensaya por uno u otro medio su saneamiento, como E. Mauro, de Universidad de París reveló, no pasando tampoco desapercibidos en Inglaterra los intelectuales que, como Jerónimo de Uztariz, examinaron los antecedentes en que convenía se basara la reacción, «el renacimiento», conforme puso en claro Ch. Wilson, de la Universidad de Cambridge, cuyas observaciones fueron oportunamente comentadas por L. Beltrán Flórez. De la misma manera que, en la España de entonces, no es extraño que las minorías inquietas sintieran curiosidad por doctrinas que apuntaban en los círculos más avanzados, aunque estuviesen en la lejana Escocia: P. Schwartz dio a conocer rastros pertinentes de la biografía del diplomático José Alonso Ortiz, que traduce a Adam Smith y logra se edite la versión hecha en Valladolid, con escollos suyos sustanciosos, destacando los relativos al dinero y crédito. Pero no cuajó la «reforma ilustrada», E. Fernández de Pinedo describió las exigencias a que, para conseguir pequeños préstamos, hubieron de someterse los campesinos parcelarios. El experimento de los «vales reales», por R. Herr, de la Universidad de Berkely, y del Centro de Estudios de la Universidad de California en Madrid, perspicazmente esclarecido intensificará el lastre de la deuda pública, que hará fatal el fin del antiguo régimen y condicionará a los Gobiernos liberales y progresistas, como J. Fontana puso de relieve con lucidez.

Al siglo XXI —punto cuarto— se dedicó la consideración que merece como más próximo puente entre el pasado y el presente. G. Tortella, P. Tedde y R. Anes fueron los ponentes, perfectamente coordinados, pues han trabajado juntos en algunos de los equipos que alienta el Banco de España, que dieron pie a una estimulante y nutrida discusión académica, a la que no podía faltar, y no faltó, la opinión autorizada de J. Nadal. Se reconsideró el destino dado al dinero y la normativa conferida al crédito en la segunda mitad de la centuria; cómo las dos principales compañías ferroviarias, la del Norte y la de Madrid-Zaragoza-Alicante, se expansionaron y absorbieron a las compañías ferroviarias de rango «inferior», sin ahogos de recursos, en los trances adversos de 1876 a 1900; cuáles fueron las diferencias entre variables monetarias y reales de la economía española desde 1868 a 1935.

Pierre Vilar

Párrafo aparte ha de hacerse de la estancia en Segovia, a cuya brillantez contribuyó espléndidamente la Caja de Ahorros que dirige Fernando Albertos. La conferencia que en el marco estupendo de la academia de San Quirce pronunció Pierre Vilar, discurriendo en torno a la noción de empresario y empresa en las Edades Moderna y Contemporánea, podría servir de introducción y epílogo a este Primer Coloquio Internacional de Historia Económica en España, que terminó con breves discursos de Fernand Braudel y Ramón Carande.

Braudel subrayó el éxito tenido por la reunión, y felicitó al Banco Urquijo y a sus mentores, Juan Lladó, Emilio Gómez Orbaneja y José Antonio Muñoz Rojas, por la acogida generosa que, prosiguiendo una tradición cultural, abierta e independiente, por doquier conocida y admirada, habían ahora dispensado a la propuesta de un congreso de la envergadura del que concluía, en el que cumpliendo exigentemente un programa ambicioso, se había dado ocasión singular para poner patente la madurez de la historiografía económica española, y, asimismo, la capacidad de una cuidadosa ejecución. Le complacía, añadió, la cooperación de Francois Chevalier y Edouard Pommier, directores de la Casa de Velázquez, y del Instituto Francés, y permanecería vivo en su recuerdo las acogidas de los académicos de San Quirce, de su presidente y demás miembros, y de quienes han remozado, con exquisitez el Torreón de Lozoya, en Segovia. Carande, en sus palabras finales, escuchadas con devoción, dio las gracias a cuantos habían colaborado a que fuera ya una realidad lo que a él le congratulaba y enorgullecía por tantos motivos.

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