Crítica:

Teatro literario-teatro espectáculo

La presencia de intérpretes suramericanos, con espectáculos «unipersonales, está radicalizando mucho, esta temporada, la dicotomía teatro literario-teatro espectáculo. Es sumamente curioso que, de una parte, ciertos grandes espectáculos cuestionen, en el fondo, el tema de la primacia de la palabra sobre un espacio escénico mientras, al mismo tiempo, proliferan los recitales de una fuerte intención literaria. Sucede así, en el teatro Alfil; con la actriz uruguaya Dadh Sfeir y su producción de «En eso estoy». Como el espectáculo y la actriz me eran conocidos puedo tratar de entender que su insta...

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La presencia de intérpretes suramericanos, con espectáculos «unipersonales, está radicalizando mucho, esta temporada, la dicotomía teatro literario-teatro espectáculo. Es sumamente curioso que, de una parte, ciertos grandes espectáculos cuestionen, en el fondo, el tema de la primacia de la palabra sobre un espacio escénico mientras, al mismo tiempo, proliferan los recitales de una fuerte intención literaria. Sucede así, en el teatro Alfil; con la actriz uruguaya Dadh Sfeir y su producción de «En eso estoy». Como el espectáculo y la actriz me eran conocidos puedo tratar de entender que su instalación, en el Aldil -teatro, por otro parte, de muy buena comunicación entre la sala y la escena- acusa la carencia, en Madrid, de unos locales dediados al «cabaret» de carácter literario, sea a la alemana o sea a la francesa.Dadh Sfeir opera sobre el buen registro de una voz transparente, una clarificación inteligente de los textos y una cierta incursión en el terreno musical. Hay una gran distancia de la actriz a la cantante -a favor de la primera- y una buena precisión de la actriz como soporte intimista de textos poéticos, dramatizaciones, menores pero claras y directas y la inevitable dosis de abordaje político a la suramericana.

Por otra parte, por si no nos bastaba con la dicotomía, viene a inquietarnos una discreta, sólo discreta, reposición de «La decente», de Miguel Mihura, en el teatro Lara. Manuel Manzaneque, tras el formidable trabajo de «Los emigrados», nos presenta una lectura muy elemental de la obra de Mihura. La brillantez del diálogo, la solida arquitectura convencional de la comedia, están ahí. Lo que se escapa es esa magia tan atractiva de las segundas y terceras lecturas que hay en todas las propuestas de Mihura. La serie, en fin, de noticias humanas que afloran proyectadas por el acicate de la situación policíaca planteada. Mihura es un «revelador».

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