Crítica:

"La venus erótica" y la crisis de la "revista"

«Las alegres chicas que trajo Colsada para quitarles el mal humor» siguen cada noche repitiendo el tradicional estribillo sobre el escenario del teatro de la Latina, sancta sanctorum madrileño de lo que sesudos varones denominaron en su día género ínfimo o frívolo en un apocalíptico gesto de desprecio, que llevaba implícita una condenación más moral que cultural o estética.Un pecado venial

La revista, el music-hall a la española sigue siendo un pecado venial para determinada progresía, que en todo caso acude a alguna de sus representacion...

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«Las alegres chicas que trajo Colsada para quitarles el mal humor» siguen cada noche repitiendo el tradicional estribillo sobre el escenario del teatro de la Latina, sancta sanctorum madrileño de lo que sesudos varones denominaron en su día género ínfimo o frívolo en un apocalíptico gesto de desprecio, que llevaba implícita una condenación más moral que cultural o estética.Un pecado venial

La revista, el music-hall a la española sigue siendo un pecado venial para determinada progresía, que en todo caso acude a alguna de sus representaciones con gesto distanciado y burlón de señorito en barraca de feria. La revista está en decadencia, su público no se renueva y tampoco se renuevan sus fórmulas o sus estructuras. La audacia del destape pectoral a cargo de la privilegiada primera vedette y ciertos efectos tecnológicos no son suficientes innovaciones para atraer a nuevas capas de público. Salvo excepciones, como la del ejemplar Molino de Barcelona, los teatros de revista parecen incapaces de afrontar la crisis, libretistas y músicos, coreógrafos y vedettes repiten incansables los mismos chistes de doble sentido, las mismas situaciones clichés y los mismos plumeros de vistosos colores siguen adornando las anatomías de las «esculturales chicas» en los inevitables apoteosis finales.

Venus al desnudo.- Bajo el título de El desnudo de Venus o la Venus erótica se ha estrenado en la Latina un veraniego espectáculo de corte futurista a cargo del actor-director Quique Camoiras, excelente y veterano profesional del género que, en esta ocasión, ha de bregar con un texto que a pesar de su argumento de ciencia-ficción no hace más que repetir situaciones y tópicos archiconocidos. Camoiras, por supuesto, se mueve en este tipo de escenas con una maestría fruto de largos años de práctica, sus gestos sus tics, sus tradicionales morcillas siguen produciendo las carcajadas de rigor. La historia sigue los cauces acostumbrados y no deja de ser un canto de alabanza a la virilidad del macho hispánico, trasladado a remotas galaxias para enseñar las artes amorosas a unos marcianos decadentes y que, a pesar de su avanzada tecnología, son incapaces de satisfacer a sus exhuberantes y ardorosas compañeras. Camoiras, actor de infinitos recursos, no parece en esta ocasión muy animado con el texto en cuestión y se limita a poner en práctica los efectos más seguros de su repertorio sin excesiva convicción.

Comedida y discreta

Por su parte, la nueva primera vedette, Lidya Moreno, al margen de la exhibición corporal, justificada por el guión, resulta harto comedida y discreta en su actuación sin el tradicional desparpajo del género y sin buscar en ningún momento la cooperación del público. La complicidad actores- públicos, los improvisados o semiimprovisados diálogos con los espectadores, los continuos rompimientos y distanciamientos de la acción constituyen la esencia de la revista y el origen de su decadencia estriba precisamente en la desaparición de estos factores. El play-back utilizado exhaustivamente imposibilita esta comunicación y dota al espectáculo de una frialdad muy lejana a la tradicional espontaneidad del género.

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