Crítica:

El corazón productivo

Ya nazca de la nostalgia, ya del beso, la filosofía, además de un hermoso nacimiento, tiene, o es, una hermosa empresa: la búsqueda del paraíso. «El paraíso está disperso por toda la tierra / y por eso -es tan difícil de reconocer, / hay que reunir sus rasgos dispersos / hay que rellenar su esqueleto. Regeneración del paraíso» (49). Y, esos rasgos, esos rastros del paraíso que se transparentan en las voces filosóficas en sus dejes, nos hablan, quizá antes que nada, del riesgo que entraña la exploración, del difícil carácter de este descubrimiento. Pues ahogado por tenaces costras, desah...

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1. El paraíso

La enciclopedia

de Novalis. (Trad. de Fernando Montes) Editorial Fundamentos, 1976.

Ya nazca de la nostalgia, ya del beso, la filosofía, además de un hermoso nacimiento, tiene, o es, una hermosa empresa: la búsqueda del paraíso. «El paraíso está disperso por toda la tierra / y por eso -es tan difícil de reconocer, / hay que reunir sus rasgos dispersos / hay que rellenar su esqueleto. Regeneración del paraíso» (49). Y, esos rasgos, esos rastros del paraíso que se transparentan en las voces filosóficas en sus dejes, nos hablan, quizá antes que nada, del riesgo que entraña la exploración, del difícil carácter de este descubrimiento. Pues ahogado por tenaces costras, desahogarlo, como querría la filosofía poética de Novalis, es tarea de grandes alientos.En los sueños se nos anuncia, o en ellos se denuncia el terror que lo obsta; pues los «sueños son una forma de cohabitar el hombre consigo mismo» (1.299), pues «llegaría un tiempo en que el hombre esté simultáneamente en estado de sueño y de vigilia» (1.922), pues el sueño -leemos en Enrique de Ofterdingen- es «un arma contra la regularidad y el hábito de la vida, una libre convalecencia de la fantasía reprimida, donde se barajan todas las imágenes de la existencia, interrumpiendo la seriedad del adulto con una alegre jocosidad infantil».

Y hay también otro idioma, hecho -diríamos- de artificiales sueños, en que aflora el jardín. Son los poemas que nos preparan para la audición elástica de las cosas; en ellos, como en señas, las innumerables lenguas de las cosas, sus infinitas vocaciones en un mundo vacante; « el hombre no, es el único que habla / también habla el universo / todo habla / lenguajes infinitos. / Teoría de las signaturas» (479). Más: Novalis, cuando habla de una «bella economía liberal», imagina «la formación de un mundo poético en derredor. Componer poemas con figuras vivientes» (1.594).

Pasmosas vicisitudes religiosas, bélicas, domésticas, agrícolas, industriales ha sufrido el suelo. Pero, pese a la carga y violencia con que la cultura ha propendido en su trato con el suelo, el suelo está aún, está ahí, está, como nostalgia y como esperanza, pues, si algo, «el paraíso es el ideal del suelo» (49).

2. Lo polar

Miles, los fragmentos filosóficos en que se despilfarró Novalis; miles, los segmentos de un círculo roto, de una enciclopedia imposible.Lo Polar. ¿Qué quiere decir este vocablo, que repetido una y otra vez por Novalis aparece como cifra y escala de su filosofía entera. Es el hombre la sustancia polar por excelencia, pues es la «sustancia que rompe -es decir, polariza- toda la naturaleza infinitamente. El mundo, el mundo del hombre es tan diverso como lo es él mismo» (258). Polar es el hombre, por ser «susceptible de infinitas variaciones» (236), y porque «todo ha de salir de nosotros y ha de hacerse visible -nuestra alma ha de hacerse representable- Nuestro espíritu debe convertirse en una máquina sensorialmente perceptible» (392).

El mundo es para. Novalis «un pensamiento cautivo»; la polarización es el método que conduce a su liberación, y ésta no es sino la cara mundana de las infinitas flexiones y grados de que es capaz el hombre (entidad poética), por ser, en cuanto tal, una «nada-cero», que, para ser, ha de inventarse, en juegos infinitos de polarizaciones. «¿No juega Dios y también la naturaleza?» (280). Eco: «Yo hago realidad la edad de oro / al perfeccionar la esfera de lo polar» (62).

3. El error de la verdad

La verdad no está en lo que se dice verdadero. La verdad es el resultado de un cálculo diferencial operado sobre el error. « La verdad es un error absoluto, de la misma forma que la salud es una enfermedad absoluta» (202), o bien, «Todo es un cuento» (1.462), o, si lo especificamos, «con el tiempo la historia tiene que hacerse cuento» (1.460). En otras palabras: «Solamente es historia aquella historia que también puede ser fábula» (1.788). ¿Bastante? No; Novalis imagina la «posibilidad de una fantomatía -su necesidad- su realidad efectiva» (71).

4. El corazón productivo

El joven Enrique de Ofterdingen, acompañado de un viejo minero («astrólogo a la inversa»), se encuentra en la apartada cueva donde, ignorado de todos, vive un anciano ermitaño. Acaban de dejarle solo a Enrique entre los viejos libros del sabio solitario. Hojea entonces, un volumen, al que le faltan las pastas y el título, escrito en una lengua extraña. Por los grabados aprende el joven poeta, con indecible sorpresa, que en el. volumen está referida su propia vida: Con estupor y asombro revuelve las hojas, ve imágenes familiares de su niñez, incluso la imagen que le representa allí mismo, en la cueva, leyendo ese libro, y otras, más tardías y confusas. Su vida está escrita, allí, ante él, en una lengua que no comprende. El libro carece de título. Mira Enrique, contempla el libro, como si levantase sus ojos en la noche hacia el cielo, como si el libro que hojea en la caverna fuese el jeroglífico de lo celeste, sabedor, ciertamente, de que «el producto supremo del corazón productivo no es otra cosa que el cielo» (1.798).Novalis, fabuloso, se había fijado ya la «tarea: encontrar el Universo en un solo libro» (1.431).

Más, ¡ay!, en su Biblia-Enciclopedia no dejó también de señalar: «Lo, más útil sería quizá una buena enciclopedia de la estupidez humana, pero me temo que la vida de cien sabios no bastaría para completarla» (55).

Los números entre paréntesis hacen referencia al número de fragmento correspondiente de La Enciclopedia. Hemos seguido en casi todas las citas la traducción -afortunada- de Fernando Montes.

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