Tribuna:

Argumentos para una intervención

Cuando, refiriéndose al último ataque del Frente Polisario contra Nuakchott, la capital mauritana, el ministro de Información marroquí, Ahmed Taibi Benhima, afirmaba hace dos días que su país no se quedará de brazos cruzados «ante el atentado contra la soberanía de Mauritania», no estaba en realidad formulando una amenaza para el futuro.De hecho, la intervención marroquí en Mauritania, desde la firma de los acuerdos de Madrid (noviembre de 1975), y desde el comienzo de los combates de los guerrilleros saharauis contra las tropas marroquíes y mauritanas, ha sido una constante.

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Cuando, refiriéndose al último ataque del Frente Polisario contra Nuakchott, la capital mauritana, el ministro de Información marroquí, Ahmed Taibi Benhima, afirmaba hace dos días que su país no se quedará de brazos cruzados «ante el atentado contra la soberanía de Mauritania», no estaba en realidad formulando una amenaza para el futuro.De hecho, la intervención marroquí en Mauritania, desde la firma de los acuerdos de Madrid (noviembre de 1975), y desde el comienzo de los combates de los guerrilleros saharauis contra las tropas marroquíes y mauritanas, ha sido una constante.

Dotadas de poco más de dos mil hombres al comienzo de la guerra, las Fuerzas Armadas mauritanas quedaron prácticamente desfondadas, a finales del año pasado, en los duros combates que precedieron a la toma de Villa Cisneros y en la batalla de Ain Bentili.

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Desde entonces, unidades marroquíes, apoyadas por carros de combate, se encuentran estacionadas en el norte de Mauritania y son oficiales de Rabat los que dirigen, según medios mauritanos disidentes, las operaciones de las Fuerzas Armadas de Nuakchott.

Esta «invasión» militar de facto de Mauritania por parte de Marruecos, provocó graves problemas dentro de algunos sectores de la oficialidad mauritania, que acusaron al presidente Mojtar UId Dadah de vender la independencia del país, conseguida precisamente frente a Marruecos hace quince años.

Producto de ese malestar dentro del ejército mauritano fue un intento de golpe militar dirigido, por el capitán Suedat, que moriría en extrañas circunstancias, a primeros de enero, en Ain Bentili, al día siguiente de que su complot fuese descubierto.

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La independencia mauritana respecto de Marruecos, cada vez más evidente, ha hecho aumentar también los movimientos políticos civiles de oposición al Gobierno, hasta el punto de que, según informaciones procedentes de Argel, sectores disidentes mauritanos estarían dispuestos a llegar a un acuerdo con el Frente Polisario. El ataque llevado a cabo a principio de esta semana por los guerrilleros saharauis contra la capital mauritana presupone, en cierto modo, el apoyo de algunos sectores de la población de Mauritania al Frente Polisario, única explicación posible de esas características.

El paulatino aislamiento del presidente Uld Dadah y la amenaza militar del Polisario contra Mauritania proporcionan, sin embargo, nuevos argumentos a Marruecos para consolidar su intervención -y ése es el sentido de las palabras del ministro Benhima-, en un país cuya soberanía reivindican, ahora con más insistencia, los nacionalistas marroquíes nostálgicos del «Gran Marruecos», desde Gibraltar al río Senegal.

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