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El festival de San Sebastián, el certamen de cine que más quiere al público

Fans que pueden hacerse selfis con estrellas, más de 123.000 entradas vendidas en 2024, pases en el Velódromo con 3.000 asientos... Los cinéfilos son parte del alma del Zinemaldia

Gaizka es uno más entre la veintena de los habituales en la puerta trasera del hotel María Cristina de San Sebastián, la residencia de los famosos. Ayer, martes, hubo suerte: la actriz Alba Flores salió a saludar, se hizo fotos y el clima respetó la jornada hasta media tarde. “En general son majos, y se dejan fot...

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Gaizka es uno más entre la veintena de los habituales en la puerta trasera del hotel María Cristina de San Sebastián, la residencia de los famosos. Ayer, martes, hubo suerte: la actriz Alba Flores salió a saludar, se hizo fotos y el clima respetó la jornada hasta media tarde. “En general son majos, y se dejan fotografiar”, explica. Otros, más clásicos, prefieren la firma de autógrafos, son una especie de cazador de famosos en extinción. Gana el selfi. Y en San Sebastián es muy fácil lograrlo con una estrella.

El Zinelmaldia, el festival más pequeño de los cuatro grandes (los otros son Berlín, Cannes y Venecia), es el más accesible al gran público. Salvo algunas de las proyecciones para prensa —no todas, otras sesiones son mixtas para público y periodistas—, al resto de las sesiones, incluidas las galas, se puede acceder comprando la entrada. En Cannes es imposible: solo se accede acreditado o con invitación. En Berlín es complicado en las salas en el centro del certamen, pero hay proyecciones en cines de los distintos barrios de la capital alemana, que además suelen ser edificios históricos bellamente restaurados. En Venecia hay también público en las galas, como en San Sebastián, aunque la Mostra se desarrolla en la isla del Lido, y el Zinemaldia, en el mismísimo centro de la ciudad. Y en ninguno se puede cruzar un cinéfilo con una estrella por la calle como en este último.

En Donostia, hay un ir y venir de los hoteles a los restaurantes y a los actos del festival. Hace años, Dustin Hoffman decidió ir andando del María Cristina al restaurante del Aquarium, y no hubo quien le convenciera de lo contrario. Hugh Jackman, Ben Stiller y Adam Sandler han salido a correr por el paseo de la Concha al amanecer. El año pasado, el actor Andrew Garfield estuvo con dos amigos haciendo surf y comiendo en los mejores restaurantes durante una semana hasta que le tocó trabajar. Y le molestó poca gente, porque ¿quién creería que Spider-Man iba a la playa de la Zurriola?

Y luego está el Velódromo. Tres mil personas ante una pantalla de 400 metros cuadrados. Una experiencia que asusta a quienes la disfrutan por primera vez. El martes ese privilegio lo vivió el equipo de Rondallas, con el director y guionista Daniel Sánchez Arévalo y el productor Ramón Campos a la cabeza. “Me siento como si fuera de los Rolling Stones”, soltó Campos en el escenario, mientras en la rampa de acceso el actor Tamar Novas confesaba: “Es como salir a jugar la final de la Champions”.

Al final de la noche escucharon los bravos y los aplausos de la gente, mientras llovía en el exterior del recinto deportivo, reconvertido por el certamen en la sala más grande de Europa. Rondallas ilustra la reconstrucción de una rondalla tras un par de años sin ensayar por un naufragio de un barco pesquero en el que iban miembros de esa agrupación musical. Esa sensación de resurrección del espíritu de una comunidad, junto a decenas de panderetas, gaitas, flautas y tambores, provocó la emoción de la grada. O como dijo su director: “¿Quién quiere el Kursaal teniendo el Velódromo?”.

Horas antes, el mismo Sánchez Arévalo reflexionaba: “Es que tras dos proyectos con Netflix vuelvo por fin a las salas. Han pasado 12 años desde La gran familia española. Y para mí eso es tan importante... Yo he querido hacer una película con clara vocación popular. Y digo popular como algo positivo”.

Como veterano del certamen, explica: “San Sebastián es un festival que quiere al público. Por eso, que tengan una apuesta como el Velódromo y que inviten a un director como yo es fantástico. La experiencia más bonita que he tenido fue cuando estrené aquí Diecisiete, que estuvo en sección Oficial fuera de concurso. Experimentas en el momento cómo te acoge el público. ¡Uf!, la ovación al salir, la gente por la calle... Es que el público es muy cinéfilo”.

Cinéfilo local y nacional. No hay disponibles alojamientos de precio medio ni barato ni en San Sebastián ni en los alrededores. Los restaurantes están llenos. El día en que se abrió la taquilla (las entradas se liberan de forma escalonada) para las sesiones de las tres primeras jornadas se vendieron 32.425 boletos, 17.000 solo en las dos primeras horas; un 3% más que en 2024. En esa pasada edición se registraron 172.301 asistencias a las proyecciones, de las cuales 123.211 (71,5%) correspondieron al público general. El resto, acreditados.

Y si el certamen se mide en cantidades económicas, el Zinemaldia supuso —según estudio encargado por la organización al grupo consultor Ikertalde— en 2024 un impacto económico de 47,9 millones de euros, casi 14 millones procedentes del gasto realizado por compras y consumos de quienes asisten al festival y por la compra de entradas. Y de ese apartado, 10,7 millones lo gastaron visitantes de fuera de la ciudad que pernoctaron, dos millones a los donostiarras y el resto a visitantes que no durmieron en la ciudad. Esa una de las sorpresas que esconde el festival: hay muchísimos cinéfilos del resto de España que vienen a ver películas, cuatro o cinco al día, y que así no esperan al estreno comercial.

En los bares cercanos al hotel María Cristina, en concreto el Oquendo y el Koh Tao, hay tráfico de entradas y de recomendaciones entre los clientes. Y encuentros furtivos de cineastas y actores a los que solo se les molesta cuando cruzan por la salida peatonal del hotel, en su patio trasero. Allí, dos vallas separan a los curiosos de las mesas del jardín donde se realizan las entrevistas. Imposible no escuchar a la gente pidiendo una foto. La puerta principal, la que da al río Urumea, solo se usa para entradas y salidas oficiales. Las llegadas de las estrellas son coreadas por decenas de personas, mientras al final de la escalera de acceso al hotel espera el director del festival, José Luis Rebordinos, un rito que se repite cada pocas horas. Solo en contadas ocasiones, como Angelina Jolie, alguien entra por la puerta lateral de servicio.

Aún se recuerdan como hitos los recibimientos a Julia Roberts y a Denzel Washington. De los españoles, siempre triunfan Santiago Segura, Mario Casas, Penélope Cruz y Javier Bardem. Si el domingo había centenares de personas en la alfombra a Angelina Jolie, ¿qué ocurrirá el viernes cuando aparezca Jennifer Lawrence? Como explica Rebordinos: “Este cariño por el público es la esencia del certamen. Jamás se hará sin ellos”. Gaizka podrá seguir pidiendo selfis muchas ediciones.

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