Alejandro Amenábar: “Si hubiera aparcado el tema del homoerotismo entre Cervantes y su captor habría sido mojigato y habría renunciado a mí mismo”
El cineasta estrena ‘El cautivo’, sobre los cinco años en los que el autor de ‘El Quijote’ estuvo preso en Argel en su juventud
¿Cómo sobrevivió Miguel de Cervantes entre 1575 y 1580, años en que estuvo preso en Argel? ¿Qué huella dejaron en un aspirante a escritor de 28 años, que intentó escaparse infructuosamente en cuatro ocasiones y que, al contrario de lo habitual, no fue ejecutado? ¿Ya estaba en su cabeza El Quijote? Ante esas preguntas Alejandro Amenábar (Santiago de Chile, 53 años) ha construido El cautivo, que se estrena en salas el próximo viernes y que abre la conversación a múltiples posibilidades, entre ellas, que la supervivencia de aquel prisionero se debiera a una relación muy especial entre el señor de Argel, Hasán Bajá, un veneciano convertido al islam, y el cautivo del título.
Amenábar responde por teléfono con su habitual talante calmo y meticuloso, a pocas horas de volar a Toronto, donde este domingo se proyecta, en su festival, El cautivo. “La idea original la tuvo, hace ocho años, mi productor, Fernando Bovaira", explica el cineasta. “En un momento de parón en la financiación de Mientras dure la guerra [su anterior filme], me puse a buscar otra historia. Y Fernando me habló de este periodo de Cervantes, que tenía mucho de peripecias. Parecía una novela de Alejandro Dumas. Me enganchó mucho la historia, no solo por la parte de aventura, sino por lo importante que es para entender al artista y a la persona. Pensé que sería muy interesante plantear un retrato del responsable de la novela más importante o la más leída de todos los tiempos. La primera novela moderna. El proyecto ha estado dormido durante mucho tiempo, yo de vez en cuando le echaba un vistazo, y solo fluyó cuando lo planteé como una película y no como una serie de televisión“.
Pregunta. Este, como casi todos sus trabajos anteriores, ahonda en el mal del fanatismo.
Respuesta. Probablemente. Mi inquietud por el fanatismo nace desde que tengo uso de razón. Fui a un colegio religioso y estudié los dogmas cristianos. Mi razón se rebelaba de un modo casi automático contra el dogma. En mi obra está presente el concepto de libertad, sobre todo la intelectual, algo que he descubierto después. En El cautivo está en todas las capas: libertad intelectual, artística, física y sexual.
P. ¿Le preocupa que el recibimiento y el eco de una película carcelaria, un drama de supervivencia, acaben devorados por un detalle, que es la relación entre Cervantes y Hasán Bajá, la posibilidad de un amor homosexual?
R. Es pronto para decir eso. He testado la película con público real, la reacción fue realmente buena en todos los estratos de gente. Y a la vez, así como había una buena percepción de El cautivo, también percibí la sensación de que iba a generar polémica. Creo que mi filme puede ser un buen termómetro para saber si realmente si la diversidad y la sexualidad en nuestra sociedad está tan normalizada como creemos. Porque evidentemente tener relaciones homosexuales u homoeróticas, lo que se venía a llamar sodomía en el siglo XVI, era un problema. De hecho, por eso Miguel de Cervantes realiza Información de Argel, para poder volver sano y salvo a Madrid. Pero en el siglo XXI en España no debería ser un problema.
P. Fernando Arrabal dijo en su día que la condena a Cervantes en Madrid por la que huyó a Nápoles antes de su participación en la batalla de Lepanto se debía a actos homosexuales.
R. Y no hay pruebas que confirmen eso, empezando por la misma sentencia, cierto, que no lo menciona. Arrabal aplicó su imaginación, algo que también reivindico en la película. El cautivo es un filme sobre la imaginación, sobre el poder de contar historias. También entiendo que importa en qué contexto o en qué época lo planteas, aunque, insisto, en pleno siglo XXI en una sociedad como la española esto no debería causar escándalo. Paradójicamente, en Argel esta película sí provocaría cierto revuelo hoy, a pesar de lo que en 1575 Cervantes tuvo que ver allí cuando salió a la calle. Seguramente le explotó la cabeza porque era opuesta a la realidad rígida y fría, incluso triste, de Castilla.
P. ¿En qué momento entendió que el esquema de Las mil y una noches encajaba en su guion? Cervantes es una Sherezade que cuenta historias para salvar la vida.
R. Cuando releí por completo El Quijote. Como tantísimos otros españoles, yo lo había leído, pero no lo había leído de verdad. Es decir, lo había comentado en el instituto. En la primera parte de El Quijote se plantea la aventura del cautivo, una historia que probablemente conoció Cervantes antes de escribir El Quijote, y ahí hay mucho de elemento autobiográfico. Cuando asumes que vas a filmar parte de la vida de uno de los mejores contadores de historias de todos los tiempos, hay algo que te empuja a hacer un homenaje al arte de narrar historias. Y lo que convierte a Cervantes en leyenda es precisamente Don Quijote de la Mancha, que se escribió décadas después. A mí me ha gustado muchísimo poner en duda la historia oficial. Cervantes estuvo en Argel, ¿y ya está? No, mira, repasemos algunas cosas porque no puede ser que un hombre que cuatro veces intenta fugarse no acabe ajusticiado.
P. Durante décadas el entorno de Lorca, una vez asesinado, escondió su homosexualidad. Otra historia oficial.
R. Tiene que ver con el prejuicio, por eso digo que esta película puede ser un buen termómetro. Yo planteo que Cervantes, como Lorca, era un ser profundamente empático, un ser lleno de luz, una persona fundamentalmente optimista, capaz de embarcar a varios de sus compañeros en cuatro intentos de fuga, y en algún momento se le ve con un hombre. ¿Dónde está el problema? La respuesta tiene que ver, más que con El cautivo, con quien se enfrenta a la película. Es el público quien completa el rompecabezas, Asumí al lanzarme a escribir el guion que iba a explorar lo que aparecía como hipótesis en muchos libros de historia, y lo hice con toda la contundencia que te permite la ficción. Sin embargo, cuando la gente ve la película, hay una parte de público que cree que esta relación entre captor y cautivo es recíproca, y otros piensan que Cervantes se está dejando querer, porque tiene que salvar su vida. Es una relación tóxica de abuso de poder, y es interesante cómo cada uno lo completa a su manera.
P. ¿Y su opinión?
R. Ahora que veo que el público la completa a su manera, casi me parece feo manifestarme.
Querer atarse atávicamente y melancólicamente al pasado, es un ejercicio inútil, porque el tiempo inexorablemente discurre hacia el futuro"
P. La película se estrena en un momento político preciso en España.
R. No quiero ir generando revuelo sin más. Me gusta ser muy sincero, honesto, con lo que hago, llevar mis películas hasta las últimas consecuencias, siempre teniendo en cuenta que mi respeto por el espectador es sagrado y soy muy consciente de que mi público es transversal. Eso se vio en Mientras dure la guerra. En mi propio modo de ser tiendo a ser moderado, no me gusta situarme en el extremo. Busco encontrar, y creo que esto es bastante cervantino, el lado humano en la persona que tienes delante.
P. ¿Y a usted qué le aporta esta película como persona?
R. Cada vez soy más consciente de que hacer cine es un ejercicio de expresión en libertad y doy gracias de poderlo realizar en la sociedad en la que me encuentro. El cautivo es una película sobre la libertad en todos sus niveles, y hoy eso es algo que pongo muy en valor. Por otro lado, no me he sentido llamado a hacer historias autobiográficas, independientemente de que el cine entró en mi vida, me dio un vuelco y me salvó en muchos sentidos. Sin embargo, en esta película, sí he encontrado una conexión a posteriori y me he dado cuenta de que ese Cervantes delante de un montón de gente contando historias es un director de cine, crea un vínculo entre el narrador y los oyentes.
P. Usted nunca es complaciente.
R. Cierto. Intento tocar los temas que a mí me preocupan hasta las últimas consecuencias. Aquí, si hubiera aparcado el tema del homoerotismo entre Cervantes y su captor habría sido mojigato por mi parte y habría renunciado a mí mismo; a la vez tengo muy presente que el público tiene que ir a una sala y pagar una entrada por mi película. Quiero dar algo a cambio de ese esfuerzo. Ese algo a cambio es el envoltorio, una película que conecte y emocione.
P. ¿Le preocupaba la respuesta de los historiadores ante su versión de Cervantes?
R. Me preocupó más con Mientras dure la guerra, por su alto voltaje político y en la que quería tener la garantía de que podría salir a la calle sin que la gente me tirara piedras. En este caso estamos hablando de hechos de hace cuatro siglos, y hemos contado, como asesor histórico, con José Manuel Lucía Megías, que tiene varias teorías al respecto, alguna incluso desmontando cosas planteadas en pantalla. Pero es que hablamos de probable o no probable, no de imposibles, y ahí tiene cabida la ficción. Me parece que se mueve dentro de lo probable una relación con su captor, con el que desde luego hay constancia de que hubo encuentros, y con el que seguro se hablaba en italiano.
Me parece que se mueve dentro de lo probable una relación con su captor, con el que desde luego hay constancia de que hubo encuentros"
P. Contra una exaltación, en boga y en auge, de ciertos pasados como tótems intocables y gloriosos, usted contrapone los grises.
R. En Estados Unidos, el movimiento Make America Great Again claramente está remitiendo a un pasado glorioso como también lo reivindicaba el fascismo en Italia o el nazismo en Alemania… Y fíjate cómo acabaron. Mirar al pasado es interesante, al menos para mí como cineasta, para encontrar claves, entenderme y proyectar sobre el futuro. Sin embargo, querer atarse atávicamente y melancólicamente al pasado es un ejercicio inútil, porque el tiempo inexorablemente discurre hacia el futuro.