Tomando un vino y observando la pesca del día en una isla del Algarve: así hallaron al gestor cultural fugitivo Natalio Grueso
El prófugo, de 55 años, estaba en una cafetería de Culatra, en la ría Formosa, cuando los agentes de la Guardia Civil lo encontraron
Una de las primeras tareas de los agentes especializados en localizar fugitivos es estudiar la vida y obra de sus objetivos, y en el caso de la búsqueda del gestor cultural y escritor Natalio Grueso la consigna ven...
Una de las primeras tareas de los agentes especializados en localizar fugitivos es estudiar la vida y obra de sus objetivos, y en el caso de la búsqueda del gestor cultural y escritor Natalio Grueso la consigna venía como anillo al dedo. Hace apenas una semana que la Guardia Civil lo encontró en el Algarve portugués, una zona que aparecía en sus obras literarias, según fuentes de la investigación, y con una actitud muy propia de un autor, tomando anotaciones y trabajando con una tableta mientras se tomaba un vino blanco.
Grueso, de 55 años, estaba desaparecido desde hacía dos años y cuatro meses. Su rastro se perdió cuando le tocó cumplir una condena de ocho años por malversación de caudales públicos por su gestión del Centro Niemeyer de Asturias entre 2006 y 2011, un escándalo que hundió su prestigio personal y le convirtió en un prófugo de la justicia.
Los agentes del Equipo de Huidos de la Justicia de la UCO lo encontraron en la pequeña isla de la Culatra, situada frente a las poblaciones de Faro y Olhão, en la soleada costa sur del país, dentro de la ría Formosa. El lugar no podía ser más idílico y al mismo tiempo perfecto para un fugitivo, porque la policía apenas pasa por allí. Le vieron sentado en la terraza de una cafetería de este pequeño núcleo de pescadores, cuyas tres aldeas no superan los 750 habitantes en invierno. Hablaba con el propietario del café, que le enseñó la pesca del día, expuesta en el mostrador, y se fue con él a dar un paseo por sus polvorientas calles, en las que no circulan coches.
Los agentes españoles habían avisado a sus compañeros de la Policía Judiciária de Portugal de que estaban buscando a este célebre promotor cultural, en cuya agenda destacaban figuras como Woody Allen o Kevin Spacey. Les dieron permiso para seguirle el rastro, aunque, si daban con él no podían detenerle. Tenían que comportarse como cualquier turista. Se quedaron a tomar un café, pero solo estaban ellos, el dueño del bar y Natalio Grueso. “No pudieron seguirle durante más tiempo porque se iban a delatar, ya que había muy poca gente en las calles del pueblo”, explica el jefe del Equipo de Huidos de la Justicia de la UCO.
El comportamiento de Grueso y su familiaridad con el dueño del café les hizo pensar que el fugitivo vivía o pasaba bastante tiempo en este pequeño núcleo. El propietario de uno de los locales de restauración de la isla confirmó ayer a EL PAÍS que el ex gestor cultural era vecino suyo, aunque apenas habían conversado. Su relación se limitaba a un intercambio de saludos corteses cuando se encontraban, informa Tereixa Constenla.
Los agentes españoles no pudieron indagar mucho más, ya que su misión era localizarle para llevarle ante la justicia española, así que se fueron a tomar el ferry que une la isla con el municipio de Olhão, de 31.000 habitantes, la población cercana de la que salen los turistas hacia la isla de la Culatra. Mientras avisaban a sus colegas portugueses y planeaban la detención, se dieron cuenta de que el fugitivo se había subido en el mismo barco que ellos con un carrito, probablemente con la intención de hacer la compra en Olhão.
El arresto fue cuestión de tiempo. En cuanto llegaron, los agentes portugueses le dieron el alto a Grueso, que en ese momento negó su identidad. Sin embargo, cuando escuchó a los agentes hablando en castellano, ya supo que no tenía muchas más posibilidades de hacerse pasar por otra persona. No llevaba documentación encima, según los investigadores, y se desconoce si se hacía llamar con otro nombre. Podría haber encarnado el rol de uno de sus personajes, como Bruno Labastide, un trotamundos que presentó en su primera novela La soledad (2014) y cuyas aventuras siguió relatando en La República de los ladrones (2017), viajando por puertos exóticos (Sevilla, Tortuga o Hong Kong) en busca de un oro español perdido, y con el que ganó los elogios de escritores como Arturo Pérez Reverte, Fernando Sánchez Dragó o el periodista Luis María Anson.
Francisco Miranda, abogado de Grueso, asegura que su cliente ha aceptado la entrega a las autoridades españolas, lo que está previsto que ocurra el próximo lunes 15 de diciembre. Hasta el momento no ha podido hablar directamente con él, asegura. Este jueves, según le ha informado el representante legal que tiene en el país luso, le han comunicado que le trasladarían, aunque Miranda cree que se trata de un movimiento a otro centro penitenciario del país.
Grueso, con toda una carrera profesional dedicada a la gestión cultural y a las relaciones internacionales, fue director del Teatro Español y director de Artes Escénicas de la ciudad de Madrid de 2012 a 2014. Es autor de una decena de títulos, entre ellos la biografía Woody Allen: El último genio, con el que rindió homenaje al cineasta, de cuya amistad presumía, con motivo de su 80 cumpleaños. También es conocido por sus adaptaciones al teatro de como La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa, o Muerte de un viajante, de Arthur Miller. Algunas de sus versiones se han seguido representando durante su fuga, por lo que es presumible que haya seguido cobrando los derechos intelectuales.
¿Y cómo llegaron hasta él? La respuesta llega con otra de las máximas de los agentes especializados en fugitivos: no perder de vista a su entorno. Cuando recibieron el encargo de buscar a este célebre promotor cultural, observaron a sus amigos y familia, pero no notaron nada sospechoso. “Aparentemente había roto el vínculo”, señalan. Sin embargo, con el tiempo detectaron que unos familiares viajaban a Portugal por el paso de Huelva, y allí se activó la alerta. Quedaron pendientes de otro viaje, que ocurrió en octubre, en el que los allegados dejaron el coche estacionado en Olhão y no volvieron a recogerlo hasta días más tarde.
Después, averiguaron que habían pasado por el muelle de pasajeros y que su objetivo podía estar en la isla de enfrente. Una vez que bajaron del ferry no tuvieron que buscar mucho: encontraron a Natalio Grueso en la primera cafetería que buscaron.