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Improvisadores nada improvisados: los raperos se cuelan en el congreso de la lengua de Arequipa

El CILE se refresca con un taller de tres de los artistas peruanos de este género más relevantes de la escena, quienes explicaron sus trucos tomados de la literatura

—Biblioteca y “lleca” para llegar a la eureka.

Un muchacho de pantalones anchos, lentes oscuros y gorra al revés está tumbándose algunos prejuicios esta tarde. Se llama Stick, proviene de una Lima que no tiene vista al mar ni figura en los paquetes turísticos. Es de Mangomarca, una zona árida del distrito de San Juan de Lurigancho, donde los traficantes de terrenos tienen más poder que las autoridades. Lo acompañan Almendrades, un joven, vestido de negro, con gorra de lana, y Andrómeda, una chiquilla delgada, botines altos y una colección de tatuajes que adornan sus brazos descubiertos.

Stick, Almendrades y Andrómeda son los profesores de la jornada. Un taller de rap improvisado que ha formado parte del Congreso Internacional de la Lengua Española, en Arequipa. Un evento que rompe saludablemente con el programa. El lugar: ni más ni menos que la Biblioteca Mario Vargas Llosa. No es una herejía, sino un acto reivindicatorio hacia quienes se lucen en la batalla oral de las palabras.

El Nobel de Literatura dijo alguna vez que la trascendencia de un artista dependía de tres aspectos: oficio, ideas y cultura. El trío de raperos demuestra que están subidos en ese vagón. Poseen las credenciales suficientes: Stick ha ganado la Batalla de Gallos de Red Bull en tres ocasiones, Almendrades es el campeón vigente y Andrómeda encarna el talento arequipeño para rimar con sentido y soltar verdades en clave de doble tempo.

El auditorio, que en un inicio lucía semivacío, se ha colmado. Stick explicó de manera didáctica lo que ignoró durante buena parte de su carrera: que sus inspiraciones rapeadas tenían nombre y bebían de la literatura. El símil, la metáfora, la anáfora, las hipérboles y el calambur. A medida que su ponencia avanzaba, aparecen en pantalla los escritores peruanos César Vallejo, Mariano Melgar, Blanca Varela y Julio Ramón Ribeyro, echándose un cigarrillo. “Cuando estábamos en los parques no perdíamos el tiempo. La mente aprendía cosas. Solo que no éramos tan conscientes”, dice Stick.

El público suelta una risita de asombro al ver en una esquina del escenario, gracias a la inteligencia artificial, a los dos gigantes del continente, mirándose fijamente, y empuñando el micrófono: Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Un duelo de inmortales que algo sabían de jugar con las palabras. Los ponen de ejemplo para señalar que, en medio de la efervescencia de un combate, los rivales deben demostrar altura. Atacar con agresividad, pero sin golpes bajos. Desmontar argumentos con sátiras y no con lisuras.

Algunos de los ejercicios que recomiendan estos especialistas del freestyle: secuencias y terminaciones. La primera consiste en elegir una palabra y de inmediato soltar otra que guarde relación hasta formar una larga cadena, donde en treinta segundos el rapero empezó con Garcilaso de la Vega y acabó hablando de paternidad. Como en todo, la maestría se alcanza con la práctica. Más palabras en menos tiempo para ensanchar el vocabulario, y agilizar la mente y la lengua.

El segundo consejo consiste en lanzar una recatafila de palabras que contengan la misma terminación. Por ejemplo: ero. Carnicero, basurero, carcelero, y así. Rapero que no piensa a cien por hora está fuera de la liga. Pero no solo se trata de técnica, devorar diccionarios y coger ritmo, sino de lidiar con el enemigo más poderoso: uno mismo. Tener el temple para formar un garrote con las palabras frente a miles de personas.

El taller estaba por acabar cuando una jovencita de más de setenta años tomó la palabra para agradecer. “Esto no es cosa solo de ustedes. El rap nos puede salvar del alzhéimer. Gracias porque hoy hemos aprendido mucho”, dijo. Stick, el freestyler que subía a los buses y vendía dulces antes de llenar coliseos, se sacó las gafas y el brillo de la alegría se apoderó de sus ojos. El rapero se había quedado sin palabras.

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