Miguel Poveda canta los versos de la generación del 27 en la revivida casa de Vicente Aleixandre
El cantaor da un concierto en el jardín de Velintonia, el hogar del poeta en Madrid que fue encuentro de escritores y se convertirá en Casa de la Poesía en 2027
En el porche de la casa del poeta Vicente Aleixandre (1898-1984), bajo un cartel que decía Por fin en Velintonia, que así se llama la vivienda, y junto a un atril con una fotografía del escritor, el cantaor Miguel Poveda ofreció en la noche del miércoles una hora de concierto de amor por la poesía. El premio Nacional de Música en 2007 fue el elegido para abrir una serie de actuaciones en el jardín del hogar del último poeta español que ganó el Premio Nobel de Literatura, en 1977. El recital lo organizó la Consejería de Cultura, Turismo y Deportes de la Comunidad de Madrid, la Administración que compró Velintonia a los herederos de Aleixandre por 3,2 millones de euros el pasado abril para convertirla tras su restauración en Casa de la Poesía, que prevé inaugurar en 2027. El consejero de Cultura, Mariano de Paco, estuvo entre los que presidieron el concierto.
Ese año se cumplirá un siglo del nacimiento de la generación de grandes poetas españoles que se vio destrozada por la Guerra Civil y la dictadura de Franco. Anoche, Poveda ofreció un recital de poemas musicalizados por él de estos autores. Con algunos ya había probado suerte, como Federico García Lorca, pero con otros, como Dámaso Alonso, era su primera vez.
El cantaor barcelonés comenzó a capela con el poema El último amor, de Aleixandre, de su libro Sombra del paraíso (1944), uno de sus títulos más importantes. Ya acompañado a la guitarra por Jesús Guerrero, cantó el extraordinario poema Unidad en ella, del libro La destrucción o el amor (1935), con el que Aleixandre ganó el Premio Nacional de Poesía. “Cuerpo feliz que fluye entre mis manos, / rostro amado donde contemplo el mundo”. Unos versos ardientes, que más adelante dicen: “Quiero amor o la muerte, / quiero morir del todo”.
Al espectáculo se unió el poeta visual EduArtGranada (Eduardo Gorlat), que había decorado el espacio del concierto con paniculatas rosas y siemprevivas, e intercaló versos y fragmentos de la vida de Aleixandre entre las canciones de Poveda.
El concierto se amplió con los versos de otros autores del 27, la primera de las varias generaciones de poetas que hicieron amistad con Aleixandre y compartieron poemas y confidencias en su casa, que él llamó Velintonia porque estaba en la calle de Wellingtonia (hoy Vicente Aleixandre), el nombre de una especie de secuoya de Estados Unidos que el poeta castellanizó desde su silla de la Real Academia Española (RAE).
Poveda cambió la foto del atril para poner una de Miguel Hernández, íntimo amigo de Aleixandre, el que le llevaba naranjas que pudieran ayudarle en su delicada salud. De Hernández, muerto por tuberculosis en una cárcel franquista en 1942, interpretó Poveda la Canción última. Le siguió Luis Cernuda, exiliado a México, donde falleció en 1963. De él sonaron los versos de He venido a ver, que acaba así: “Adiós, dulces amantes invisibles, / Siento no haber dormido en vuestros brazos. / Vine por esos besos solamente; / Guardad los labios por si vuelvo”.
A continuación, Dámaso Alonso, el amigo que le abrió el apetito de la poesía a Aleixandre cuando le dio a conocer los versos de Rubén Darío. O Manuel Altolaguirre: “Qué joven y guapo estaba ahí”, dijo Poveda cuando colocó su retrato en el atril. Altolaguirre era de los más jóvenes del grupo y desempeñó una importante labor como editor e impresor.
Tras referirse Poveda al gigantesco cedro del Líbano que plantó Aleixandre tras la Guerra Civil y que ahí sigue a unos metros del porche de la vivienda, el espectáculo tuvo un recuerdo para las mujeres que también descollaron en la generación del 27, como la artista Maruja Mallo, la filósofa María Zambrano o la escritora Concha Méndez, que estuvo casada con Altolaguirre, y de quien Poveda cantó su poema titulado Así: “No me pidáis pasaporte / porque no soy extranjera, / que las puertas de mi casa / son las de cada frontera”.
El momento que cosechó más aplausos y bravos de las cerca de 200 personas que acudieron al recital —entre los que estaban el exjuez Baltasar Garzón, su esposa, la exministra de Justicia Dolores Delgado, o la actriz Victoria Vera— fue cuando Poveda cantó a Federico García Lorca: “Llena pues de palabras mi locura / o déjame vivir en mi serena / noche del alma para siempre oscura”. García Lorca fue también gran amigo de Aleixandre. Los había presentado otro poeta del 27, Rafael Alberti, y fue Lorca quien escribió la frase “Por fin en Velintonia” (título de esta serie de espectáculos) en la dedicatoria a Aleixandre de un cancionero suyo tras regresar de Cuba, como explicó Poveda. En Velintonia le leyó Federico a su amigo por primera vez los versos de Poeta en Nueva York y los de Sonetos del amor oscuro.
“Me llena de orgullo y felicidad este viaje emocional”, concluyó Poveda, quien quiso recordar “el genocidio en Palestina, con esas imágenes terribles que estamos viendo”. También tuvo palabras de agradecimiento por la labor de la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre, presidida por Alejandro Sanz, que ha pasado casi tres décadas peleando para que no se perdiera Velintonia, cerrada desde que falleció Conchita, la hermana del poeta, en 1986. La casa de Aleixandre estuvo sumida desde entonces hasta ahora en el desacuerdo entre sus herederos y el desinterés de las Administraciones. Y el bis fue para el estremecedor poema Unidad en ella, de Aleixandre. “Cuerpo feliz que fluye entre mis manos, / rostro amado donde contemplo el mundo”.