La deslumbrante ‘Zorrita astuta’ de Barrie Kosky no consigue brillar en el Liceu
El montaje de la ópera de Janáček sobresale solo en algunos instantes durante la apertura de la temporada del coliseo barcelonés, con la soprano Elena Tsallagova como protagonista indiscutible
En su ensayo autobiográfico On Ecstasy, el director de escena Barrie Kosky recuerda su primera experiencia operística de la infancia: una función de Madama Butterfly de Puccini, en el Prin...
En su ensayo autobiográfico On Ecstasy, el director de escena Barrie Kosky recuerda su primera experiencia operística de la infancia: una función de Madama Butterfly de Puccini, en el Princess Theatre de Melbourne, a la que asistió acompañado por su abuela. Lo que más le impresionó fue la capacidad de evocar más tarde la vivencia física del espectáculo con gran precisión: “Las extrañas damas, todas con esos vestidos blancos; las flores de cerezo flotando en la luz y cayendo sobre el escenario… y, a través de todo este sueño exótico, la voz de aquella mujer vibrando, acariciando mis tímpanos, entrando en mi cuerpo y mareándome”.
Kosky ha dedicado toda su carrera a proyectar esa experiencia física en los espectadores de sus producciones. El director australiano comprende como pocos la dramaturgia musical, donde la música organiza y da sentido a la acción escénica, y no al contrario. Por ello, cada montaje suyo resulta único y evita recurrir a fórmulas repetidas. Así lo subraya en el programa de mano de su puesta en escena de La zorrita astuta, de Leoš Janáček, que inauguró ayer, lunes, la temporada 2025/26 del Liceu de Barcelona: “Yo sacudo la cabeza y pienso: ‘¡Escuchad esta música!’, ‘¡Escuchad este texto!”.
La idea central de su propuesta para esta ópera tardía de Janáček —que narra la historia de una astuta zorrita criada por un guardabosques que luego escapa, forma una familia y muere por el disparo de un cazador furtivo— reside en su interpretación de la animalidad. “La entiendo más bien como una actitud; representa la libertad, la ausencia de moral. En este mundo animal no existen prohibiciones judías, cristianas o musulmanas, ni moralidad humana ni instituciones”. Por ello, evita recurrir a disfraces de animales, y el vestuario diseñado por Victoria Behr reserva el negro para los personajes humanos y los colores para las criaturas del bosque. La escenografía poética de Michael Levine presenta el bosque como una abstracción onírica, compuesta por tiras brillantes de color antracita y plata que descienden sobre el escenario a modo de telarañas.
Kosky reveló la clave de esta producción en un vídeo grabado para su estreno en la Ópera Estatal de Baviera, en enero de 2022: “He visto muchas producciones donde la zorrita es una alucinación del guardabosques sobre un amor perdido. Así que empezamos a preguntarnos: ¿qué pasaría si en realidad fuera una hija que ha fallecido?”. Por esa razón, la acción comienza antes de la música con el sepelio de la hija del guardabosques. Esto condena a los humanos al negro del duelo durante toda la ópera y convierte al bosque en una extraña alucinación. Pero también revela una de las principales maravillas de esta ópera: la diferencia que establece Janáček tanto en el libreto como en la música entre la frustración de los personajes humanos, especialmente del guardabosques junto al maestro de escuela y al rector, y la libertad sin represiones sexuales, morales y sentimentales del mundo animal que representan la zorrita y el zorro.
Tampoco faltan en esta producción de Kosky destellos de humor provocador, con guiños al circo y al cabaret, resumidos en dos momentos icónicos. El primero ocurre cuando la zorrita mata a las gallinas y al gallo del guardabosques, al final del primer acto, transformadas en coristas de un vodevil mientras él se convierte en maestro de ceremonias. El segundo llega al final del segundo acto, cuando el apareamiento entre la zorrita y el zorro se convierte en un número grupal con acróbatas que simulan choques de piernas a lo largo del telón y culmina en explosiones de confeti.
Pero el principal problema de esta brillante producción en Barcelona, presentada sin pausas durante casi dos horas, fue la ausencia de Kosky. La reposición estuvo a cargo de Andreas Weirich y el resultado teatral resultó soso y monótono, pese a puntuales destellos, casi siempre protagonizados por Elena Tsallagova. La soprano rusa, que ya había interpretado a la zorrita en el estreno muniqués de esta producción, acaparó la atención cada vez que apareció en escena, gracias a su entrega física y agilidad vocal. Con su nítido legato, convirtió la bellísima escena de amor con el zorro que cierra el segundo acto en lo mejor de la velada, donde también destacó la matizada mezzosoprano irlandesa Paula Murrihy.
El reparto masculino estuvo encabezado por Peter Mattei como guardabosques. Sin embargo, el excelente barítono sueco no logró conectar emocionalmente con el personaje, y en el monólogo final —que Janáček hizo escuchar en su propio funeral— no se percibió el espíritu sereno, melancólico y esperanzador que lo caracteriza. La corrección vocal y cierta superficialidad escénica marcaron al resto del reparto, integrado entre otros por el tenor David Alegret, el bajo Alejandro López y el barítono Milan Perišić. Cabe destacar también la brillante actuación de los miembros del Cor Infantil de l’Orfeó Català en los numerosos papeles secundarios para voces infantiles.
La dirección musical de Josep Pons, que encara su última temporada como titular de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu, volvió a evidenciar su pericia al frente de una partitura checa. Optó por resaltar los múltiples matices de la exquisita orquestación de Janáček —como la cuerda col legno spiccato del inicio— con buena articulación y tempos contenidos. Supo captar con acierto el aroma popular de los interludios y elevó en particular la escena de amor del segundo acto, aunque faltaron fluidez, imaginación y contrastes. La orquesta brilló en los solos de madera y cuerda, pero también sonó plana y con exceso de decibelios en varios pasajes, especialmente en el acompañamiento del monólogo final, donde las voces quedaron tapadas.
Antes de la función inaugural de la temporada, el Liceu dedicó un gesto sencillo en recuerdo de las víctimas de las guerras actuales. Se proyectó el mensaje “Paz en el mundo y contra las guerras, la inhumanidad de las guerras”, inspirado en las palabras de Pablo Casals en su célebre discurso de 1958 en la ONU, mientras el violonchelista solista de la orquesta, Òscar Alabau, interpretaba El cant dels ocells.
‘La zorrita astuta’
Música de Leoš Janáček. Libreto de Leoš Janáček basado en la serie de relatos titulada 'Liška Bystrouška', de Rudolf Těsnohlídek.
Peter Mattei, barítono (Guardabosques); Anaïs Masllorens, mezzosoprano (Mujer del guardabosques & Búho); David Alegret, tenor (Maestro de escuela & Mosquito); Alejandro López, bajo (El rector & Tejón); Milan Perišić, barítono (Harašta); José Manuel Montero, tenor (Pásek); Sara Bañeras, soprano (Sra. Pásek - Arrendajo); Elena Tsallagova, soprano (Bystrouška, la zorrita); Paula Murrihy, mezzosoprano (El zorro); Mireia Pintó, mezzosoprano (Lápak, el perro & Pájaro carpintero); Roger Padullés, tenor (Gallo); Mercedes Gancedo, soprano (Chocholka).
Cor infantil de l’Orfeó Català
Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu.
Director del coro: Pablo Assante.
Dirección musical: Josep Pons.
Dirección de escena: Barrie Kosky. Reposición: Andreas Weirich.
Gran Teatre del Liceu, 22 de septiembre. Hasta el 30 de septiembre.