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El espiritismo de Sissi: la fascinación por el ocultismo del modernismo vienés

El Leopold Museum inaugura la gran exposición de otoño en el barrio de los museos de Viena con una muestra que explora el estallido de las formas alternativas de vida en la vanguardia

El Nueva York transgresivo de The Velvet Underground y Andy Warhol, el San Francisco hippie del Verano del Amor y la comuna lisérgica de Ken Kesey, el Berlín cabaretero de la leyenda de los dorados años 20 y los bolcheviques culturales y también, como nos recuerda ahora la exposición Modernismo escondido. La fascinación por lo oculto alrededor de 1900, la Viena habsbúrgica del Imperio austrohúngaro. Con el cam...

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El Nueva York transgresivo de The Velvet Underground y Andy Warhol, el San Francisco hippie del Verano del Amor y la comuna lisérgica de Ken Kesey, el Berlín cabaretero de la leyenda de los dorados años 20 y los bolcheviques culturales y también, como nos recuerda ahora la exposición Modernismo escondido. La fascinación por lo oculto alrededor de 1900, la Viena habsbúrgica del Imperio austrohúngaro. Con el cambio de siglo, los artistas de la vanguardia ensayaron nuevos modelos de vida, desde el naturismo hasta la nigromancia, el esoterismo, el espiritismo, el satanismo y la dieta vegetariana, que dejaron una estela brillante de obras de arte. Una rebelión alternativa que acabó perseguida, pero también absorbida, por los nazis.

Fueron corrientes subterráneas atizadas con el ideal nietzscheano del superhombre y unidas por una crítica común a la industrialización, la sociedad autoritaria y el culto al dinero. La exposición, que puede visitarse en el Leopold Museum de Viena hasta el 18 de enero, arranca con preguntas de Nietzsche (“¿Dios está muerto?”) y un retrato de Richard Wagner, el compositor que moldeó el siglo XIX pero también el reformista de las costumbres con su apología de la obra de arte total. El óleo lo firma el pintor Karl Wilhelm Diefenbach, que lo colgó en el caserío a las afueras de Viena donde fundó una comuna. Artista de talento sofisticado, precursor del nudismo, melenudo y barbado, abstemio y vegetariano (estamos en Austria), fue uno de los principales “profetas descalzos”, como lo bautizaron en la prensa. Cuando se vestía, costumbre que rechazaba incluso cuando le citaban ante un tribunal, lo hacía con largas túnicas. Eran los mismos blusones de aura profética que popularizó el gran tótem del modernismo, Gustav Klimt.

Mientras preparaba la muestra, al comisario Matthias Dusini, crítico de arte, estudioso del esoterismo y autor de una guía de viajes con lugares utópicos en Mitteleuropa, le sorprendió lo científico que era el ocultismo (la búsqueda de conocimientos ocultos que no son accesibles a los sentidos ordinarios). “Para mí era nuevo que existiera una forma de esoterismo que no se oponía a la ciencia, sino que buscaba ampliar sus posibilidades: el llamado ocultismo científico”, explica Dusini. “Una de sus ramas más destacadas fue el espiritualismo. Los espiritualistas querían demostrar empíricamente el mundo de lo sobrenatural. Estaban convencidos de que lo que hoy es magia, mañana sería ciencia. Como hicieron luego los futuristas italianos”.

Y añade: “Esto me recuerda a personas como Elon Musk o Peter Thiel, que también creen en las posibilidades ilimitadas de la tecnología. Son los ocultistas de Silicon Valley. El deseo de inmortalidad y el espíritu santo de la inteligencia artificial general (IAG) son reminiscencias del espiritualismo del siglo XIX. Los ocultistas antiguos y los nuevos quieren responder las preguntas religiosas con la tecnología”.

En ese contexto, el espiritismo se extendió en la bohemia, aunque también en la ciencia, con sesiones donde compartían mesa girante médiums y científicos. El estudio de los fenómenos paranormales floreció mano a mano con el entusiasmo por el avance tecnológico. Muchos confiaban en que las ondas de radio o los novedosos rayos X, que hacían visible lo invisible, permitirían sondear el más allá y explicar la aparición de espíritus. Hizo espiritismo hasta la emperatriz Sissi. “Me provoca una gran satisfacción y un gran confort —se lee en el catálogo del museo, que reproduce una de sus cartas— entrar en contacto con espíritus del más allá. Pero la gente […] no entiende esto. Y todo lo que la gente desinformada no puede entender, lo descarta como una tontería”.

La muestra apoya esta inspiración artística en las nuevas tecnologías y el ocultismo con obras de Anton Josef Trčka y Oskar Kokoschka, y coloca en la misma pared, para confrontarlos, el óleo de Egon Schiele Muerte y hombre (Los videntes II), todo un símbolo del expresionismo austriaco de 1911, con un heliograbado del pionero de la fotoquímica Josef Maria Eder. En ambas piezas, las manos parecen obra de una radiografía. En una de sus obras más célebres, Autorretrato semidesnudo, el pintor protoexpresionista Richard Gerstl, persuadido por el conocimiento en ocultismo de Edvard Munch, se presentó ingrávido y etéreo con un halo luminoso como la figura ascética de un vidente.

Gerstl se suicidó cuatro años después en su atelier de Viena de una forma muy poco ascética —se ahorcó mientras se apuñalaba frente a un espejo— tras una historia de desamor con la esposa de Arnold Schönberg. El compositor pionero de la atonalidad y el dodecafonismo es otro de los protagonistas, con partituras y con óleos. Schönberg concebía la música como una “ciencia secreta, una que no puede enseñarse. Es innata o no existe”. Propuso a Albert Einstein la creación de una cátedra de Astrología para su amigo Oskar Adler en la Universidad de Princeton.

Hoy la fractura entre ciencia y ocultismo es evidente, “como demostraron las manifestaciones antivacunas durante la pandemia del coronavirus”, dice Ivan Ristić, también comisario de la exposición, pero ya hubo roces hace más de un siglo. “Fijémonos en la naturopatía, que enfatiza los poderes de autocuración del cuerpo”, apunta Dusini. “Alrededor de 1900, los naturópatas cuestionaban los avances de la medicina basada en la evidencia, como la vacuna contra la viruela. Al igual que entonces, la medicina alternativa actual también se subleva contra la ciencia”.

En total, la muestra exhibe (hasta el 18 de enero de 2026) 180 obras de arte, además de manuscritos, diarios y mobiliario de la época, con óleos de figuras como Edvard Munch, Oskar Kokoschka, Egon Schiele, Koloman Moser, Max Oppenheimer y Ferdinand Hodler, y de profetas descalzos como Karl Wilhelm Diefenbach, Hugo Höppener (Fidus) y Gusto Gräser. También brillan los dibujos de Gertrude Honzatko-Mediz, que la artista vienesa afirmaba haber creado tutelada por la palabra de los muertos.

Gran parte de lo que se experimentó en las décadas de 1960 y 1970 ya se había probado en la Viena finisecular. “Los que buscaban una reforma del modo de vivir creían, con Nietzsche, que el ser humano podía trascender su existencia material y fisiológica. Esta idea de autoperfeccionamiento, aún hoy vigente, se basaba a menudo en una visión fascista de la humanidad. Los reformistas de extrema derecha afirmaban que la ‘raza blanca’ se había degenerado al mezclarse con personas ‘inferiores’ (pensaban en los judíos). Mediante el endurecimiento y la eugenesia se debía crear un pueblo ‘ario”, dice Dusini a propósito de la absorción por parte del nazismo de este ideario. “Un ejemplo destacado de esta cosmovisión es el artista Hugo Höppener (Fidus), que trabajó en Viena y cuya pintura Plegaria a la luz se exhibe en la exposición. El joven desnudo fue reproducido millones de veces y se convirtió en el icono de las juventudes hitlerianas”.

El cuerpo rubio y desnudo dibujado por Fidus representaba el símbolo de una “runa vital”. Una insignia de existencia aria y racista.

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