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Amaia reinventa el concepto de estrella pop: la historia de un encantamiento

Colaboradores, músicos, seguidores famosos y expertos diseccionan los dos meses que han convertido a la navarra en una artista de masas y con aura mágica

Amaia posaba para EL PAÍS el pasado 23 de enero.Foto: Samuel Sánchez | Vídeo: EPV

Nada más terminar el concierto más importante de su todavía corta carrera, ocurrió que se desactivó la tensión y todo derivó en un divertido descontrol. Instrumentistas corriendo por los pasillos emitiendo eufóricos gritos, técnicos abrazándose, responsables del escenario tomando fotos para el recuerdo… Los 30 músicos que habían participado sumados a otros 40 encargados de la intendencia: 70 personas alegremente desatadas. Ahí estaba también la protagonista, Amaia, participando de la fiesta, brincando. “Fue media hora de locura absoluta por los pasillos de detrás del escenario”, ...

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Nada más terminar el concierto más importante de su todavía corta carrera, ocurrió que se desactivó la tensión y todo derivó en un divertido descontrol. Instrumentistas corriendo por los pasillos emitiendo eufóricos gritos, técnicos abrazándose, responsables del escenario tomando fotos para el recuerdo… Los 30 músicos que habían participado sumados a otros 40 encargados de la intendencia: 70 personas alegremente desatadas. Ahí estaba también la protagonista, Amaia, participando de la fiesta, brincando. “Fue media hora de locura absoluta por los pasillos de detrás del escenario”, apunta Abril Saurí (Barcelona, 23 años), la batería de la banda. Ocurrió el pasado 23 de febrero en el recinto Movistar Arena, en Madrid, en el último recital que ha ofrecido la artista navarra. “Es el concierto más multitudinario de mi vida”, anunció la protagonista desde el escenario. Surgieron momentos brillantes en este espectáculo de dos horas, pero uno especialmente mágico. Amaia se colocaba en el centro del escenario y comenzó a cantar Tengo un pensamiento. A pesar de ser actualmente la canción más popular de su repertorio y de que sus seguidores la recitan sin pestañear, el público permaneció en silencio durante las primeras estrofas. Que no se oiga ni respirar a una masa de 15.000 personas en un concierto de pop resulta no solo insólito, sino también sobrecogedor. Se creó un momento íntimo propio de un teatro, pero en un escenario inmenso.

Este recital fue la culminación de una serie de —podemos definirlos— hitos que han puesto a Amaia Romero (Pamplona, 26 años) en una posición especial dentro del pop español. Solo ella ocupa ese lugar. No es la única que es capaz de llegar a tanta gente, pero sí la que lo hace desde una posición tan hechizante. De cómo ha llegado Amaia hasta aquí y qué representa para la música española contar con una artista tan singular es de lo que se va a tratar a continuación.

Quizá lo primero que haya que preguntarse es si estos dos meses de conquistas por parte de la navarra responden a una estrategia, a un minucioso plan, o existe cierto grado de espontaneidad, precisamente una de las características de la protagonista. Javier Romero (Pamplona, 34 años), su hermano y manager, nos saca de dudas: “Todo está planificado y detrás de cada acción hay mucho trabajo. Pero luego se mezcla con la magia y el carisma de Amaia, que por un lado tiene ese punto divertido natural y por otro uno de virtuosismo y capacidad para emocionar en cuanto a su relación con la música”.

Amaia, en el barcelonés Sant Jordi Club en su fin de semana de consagración: tres conciertos consecutivos en Barcelona (21 y 22 de febrero) y Madrid (23).Xavi Torrent (Redferns/ Getty)

El núcleo duro con el que trabaja Amaia es reducido: su hermano y representante, Javier; su pareja y director artístico y productor, Daniel Dalfó (profesionalmente Daniel 2000), y ella misma. “Y a partir de ahí hay mucha gente alrededor, como su estilista, su maquillador… Y luego en cada sección existe un equipo, como en la discográfica o para planificar los conciertos”, apunta Javier. Víctor Martínez (Elche, 38 años) es el responsable del espectáculo actual de Amaia. Martínez también pergeñó la tan alabada gira del disco El Madrileño, de C. Tangana. Es músico con años de experiencia y sabe gestionar equipos. “Trabajando con ella te das cuenta de que es una líder. Si te tiene que decir que algo no le gusta lo expresa sin tapujos. Posee una intuición muy potente. Está encantada de recibir ideas y propuestas, pero sobre todo tiene muy claro lo que no le gusta”. Abril, la batería, cuenta cómo es el estilo de “la jefa”: “Siempre pone en duda lo que dice, pero lo hace muy segura. Solo lo pone en duda para llegar a un acuerdo juntos”.

Amaia discrepó con ferocidad del relato que se le había construido como alumna de Operación Triunfo y, sobre todo, como representante española de Eurovisión. Se trataba de ocupar un espacio omnipresente durante unos meses y luego ir apagándose indefectiblemente sin que nadie saliera al auxilio. Ella no tragó. Poca duda hay de que Eurovisión funciona como una máquina de picadillo para los participantes españoles (están los casos de Alfred, Chanel, Blas Cantó, Miki Núñez, por citar unos pocos) y ella supo revertir el guion. Gráficamente se podría decir que Amaia salió de OT siendo sobre todo famosa, y luego cantante. Su logro es que, cinco años después, tenemos a una artista.

Tras aquel Eurovisión de 2018 en el que participó junto a Alfred (puesto 23), debutó discográficamente en 2019 con Pero no pasa nada, un trabajo donde apenas apuntaba su potencial. En 2020 se alió con el productor Alizzz (Barcelona, 40 años), que ya trabajaba con C. Tangana en El Madrileño, para producir su segundo disco, Cuando no sé quién soy. “Cuando la conocí estaba muy perdida, en ese momento tan complicado que es salir de un programa de televisión como OT. Y ahora se la ve dueña de su carrera y sabe por dónde quiere tirar, dentro de su manera de hacer las cosas, que no es nada normativa”, explica por teléfono Alizzz, que también participa en el reciente tercer disco de la navarra, Si abro los ojos no es real (2025).

No es el único: Amaia ha querido contar con productores de su generación, como Ralphie Choo, Drummie o Daniel 2000, vinculados los dos primeros al colectivo Rusia IDK, gente joven que está marcando la línea a seguir de la música pop española de vanguardia. Amaia se junta con artistas de su quinta, pero no olvida sus referencias. “Tiene las cosas de la gente de hoy, pero luego aporta un poso de artista clásica de toda la vida, con carisma, que conecta con la gente, que canta muy bien, toca varios instrumentos y le gustan los Beatles o Marisol”, apunta Alizzz. En un escenario, el de la música juvenil actual, donde abunda el mimetismo, ella se alza como una artista valiente que defiende un mundo interior singular.

Imagenl de Movistar Arena (Madrid), el 23 de febrero durante el concierto de Amaia. Manu Pasik

Esta trascendencia intergeneracional y un desprejuicio de melómana (lo mismo versiona a Los Planetas que a Camela) le permiten llegar a un público amplio. Suma una base grande de gente joven, pero en sus conciertos recientes se vio a treintañeros, cuarentañeros… hasta llegar a Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, 75 años), que daba lustre y veteranía en la grada del Movistar Arena. El director disecciona el fenómeno para EL PAÍS: “Que Amaia era una artista especial lo demostró sobradamente después de coronarse en OT, siguiendo la carrera opuesta a una ganadora de OT. A pesar de su juventud intuyó que su estilo sería otro y que solo debía darse un tiempo para escuchar a su propio corazón. En el Movistar Arena nos arrebató, como la indiscutible reina del pop español actual, y del futuro, porque si algo demostró además de un encanto personal irresistible es la profundidad que ya se atisba en sus canciones”. Almodóvar destaca de aquella noche la interpretación de Me pongo colorada, de Papá Levante: “Me estremeció. Como las grandes artistas, creó una nueva canción, con una pasión que yo no pensaba que poseyera el tema original. Me recordó a Bola de Nieve [pianista cubano], a Nina Simone: Amaia y su piano eran una sola cosa que nos desbordó a todos”.

La Amaia artista que se está disfrutando hoy nació hace mucho tiempo, cuando era el centro de las reuniones familiares por su desparpajo e imitaciones. “Siempre estaba en modo teatrera”, afirma su hermano; o cuando sus padres la presentaban a concursos de piano y casi siempre los ganaba. Pero el primer impacto de la actual Amaia se produjo en aquella prenavideña La Revuelta, un programa que contaba esas semanas con unos índices de audiencia altísimos y que vivió uno de los momentos memorables de la televisión en España con la puesta en escena de Tengo un pensamiento. “Ella está hecha para hacer este tipo de performances. Para mí, lo más meritorio de la actuación de La Revuelta, más allá de la puesta en escena y del plano-secuencia, es el estar en una entrevista y de repente ponerse a cantar así, de esa forma tan natural. No está al alcance de mucha gente. Hay que tener unas cualidades escénicas y de interpretación muy elevadas. Y ella tiene esa suerte”, apunta Javier Romero.

Luego llegó la viralidad, la portada de alguna revista de moda (Vogue) y el pasado enero el disco, Si abro los ojos no es real, donde Víctor Martínez descubre estos hallazgos: “En la instrumentación hay cosas muy originales, como la utilización del arpa o de la flauta travesera, instrumentos alejados del pop, como base de la canción y no como aderezo. Todo gravitando en torno a su gran voz, que en alguna ocasión, como en Yamaguchi, puede sonar folclórica. Amaia se ha inventado un estilo, que es ella misma”.

Otro terreno donde se detecta su singularidad es en la forma de mostrarse en el entorno digital. Sonia Pavlicevic lo analiza desde su posición de experta en mercadotecnia digital: “Su estrategia digital no está enfocada al crecimiento en seguidores, lo cual es algo casi vintage y romántico en una industria totalmente obsesionada con los crecimientos en visualizaciones y escuchas. Tampoco hay rastro en sus redes de lo que se llama ‘artista influencer’: ese que lo mismo te canta una canción que te vende una plancha de pelo. Hace todo lo contrario de lo que se les recomienda a los artistas, que es estar presente siempre y asociarse con gente que les abra mercado. Publica poco y está claro que elige a los artistas con los que colabora por motivos artísticos y no por sus números de visualizaciones”. Volvemos adonde empezamos: ¿significa este desprecio por las leyes imperantes que no tiene estrategia de marketing? “No, claramente la hay y en ella lo que está por encima de todo es la visión a largo plazo de Amaia”, responde la experta.

El estilista de la cantante le da los últimos retoques antes de posar para EL PAÍS, el pasado 23 de enero.Samuel Sánchez

Las letras de su nuevo álbum también se ponen sobre la mesa como clave en su evolución, como referencia Víctor Martínez: “Hay una transformación personal en ella, porque va cumpliendo años y le empiezan a entrar ganas de explorar otras cosas. También por las propias experiencias vitales, como la muerte de su abuela, que considero que es un episodio clave para cambiar la temática: ya no son letras adolescentes, son cuestiones trascendentales, como en canciones como Ya está o Despedida, donde habla de la muerte”. Alizzz amplía: “Las ruedas de acordes son bastante clásicas, algunas recuerdan a los Beatles. Y esos cambios de tonalidad, muy arriesgados, pero que a ella le salen de fábula. Concibe la voz no solo como el elemento principal de la canción, sino como un instrumento. Todo suena muy mágico, como un encantamiento. Es como un hada electrónica”.

Los próximos pasos de Amaia son presentar su espectáculo, pero adaptado a los festivales, algo menos ambicioso del que exhibió en sus tres conciertos especiales de febrero: dos en el Sant Jordi Club de Barcelona y el citado de Madrid. Empieza en SanSan Festival, Benicàssim, el 19 de abril, y luego visitara más festivales al aire libre.

Una semana después del concierto del Movistar Arena, el grupo Carolina Durante actuó en el mismo escenario y también con el recinto repleto. El cantante, Diego Ibáñez, dijo en un momento del recital: “La semana pasada estuve viendo a Amaia aquí y pensé: ‘Después de este bolazo, qué vamos a hacer nosotros ahora…”.

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