Muere Rick Buckler, exbatería de The Jam, a los 69 años

Liderados por el cantante y guitarrista Paul Weller, el grupo cosechó gran éxito en el Reino Unido, logrando 18 sencillos consecutivos en el ‘top 40′ de las listas británicas entre 1977 y 1982

Rick Buckler, baterista de The Jam, posa con su batería en Odyssey Studios, en julio de 1982.Fin Costello (Redferns)

Cada uno de nosotros contiene multitudes, pero, al final, solo una identidad se impone a las demás. La de Rick Buckler —ahora ya para siempre— es la de haber sido el batería del trío británico The Jam, banda de punk, new wave y pop que, con su ímpetu y sus canciones reivindicativas, marcó a fuego a millones de jóvenes entre 1977 y 1982. Quizás por eso desde el lunes por la noche llueve un poco más en Gran Bretaña, porque Buckler, nacido el 6 de diciembre de 1955, falleció el 17 de febrero a los 69 años tras una corta enfermedad.

Con The Jam, Buckler, junto con Paul Weller (guitarra y cantante, luego en The Style Council, y luego con una exitosa carrera en solitario) y Bruce Foxton (bajo y voz), consiguió agitar de pies a cabeza la industria musical británica. “Estoy conmocionado y triste por el fallecimiento de Rick”, ha explicado Weller en X. “Me acuerdo de cuando ensayábamos en mi habitación de Stanley Road, en Woking. Y de todos los pubs y clubes en los que tocábamos de niños, hasta llegar a grabar un disco. Menudo viaje”.

Su amigo Foxton ha destacado que Buckler era “un buen tipo y un gran instrumentista cuyos innovadores patrones de batería ayudaron a dar forma a nuestras canciones”. En ese sentido, Rhoda Dakar, miembro de The Specials o The Bodysnatchers, dos bandas de la misma época que The Jam, ha comentado en sus redes el finísimo trabajo de Buckler a las baquetas: “Un grupo es tan bueno como su batería, y yo diría que él era uno de los mejores”.

Lo de The Jam fue meteórico. Entre 1977 y 1982 publicaron seis discos de estudio: In The City, This Is The Modern World, All Mod Cons, Setting Sons, Sound Affects y The Gift. En esos cinco años consiguieron alcanzar el Top 40 con 18 canciones en Reino Unido, incluyendo cuatro números uno: Going Underground, Start!, Town Called Malice y Beat Surrender.

Después, por decisión unilateral de Weller, se separaron. Y tanto Buckler como Foxton quedaron devastados. La primera persona a la que se lo dijo Weller fue a su padre, manager del grupo entonces. “Es una puta broma, ¿no?”, le contestó. Estaban haciendo dinero, triunfaban más que nunca, eran respetados. Al poco de conocerse la noticia, ante su último y mítico concierto en Brighton el 11 de diciembre de 1982, en la puerta de su casa, la madre de Weller se encontró con docenas de adolescentes llorando, implorándole que tratara de hacer cambiar de opinión a su hijo.

Pero el cantante no dio su brazo a torcer. A lo largo del tiempo fue repitiendo que “no había dinero en el mundo” para pagar la reunión de The Jam, y no que quería que su banda se convirtiera en uno de los grupos longevos que tiran, tiran y tiran y se repiten una y otra vez. “Me gusta el ahora, me gusta el hoy”, decía.

The Jam empezaron de adolescentes, en 1973, en Woking, a poco más de 50 kilómetros de Londres. Allí solo había dos o tres baterías, y tras probar con los otros, el que más gustó a Weller fue Buckler. Según explicó él mismo, “fue una cuestión de, ‘hay una pila de discos de Chuck Berry allí. Apréndetelos’”. Y así lo hizo, aunque entonces a Buckler le gustaba más el heavy metal.

Se patearon clubs y pubs por todo el país y, tocados por la onda expansiva del fenómeno punk, saltaron a la fama en 1977 con el disco In the city. Su ímpetu y su descaro —sin pedir permiso para nada a nadie— cuajó inmediatamente entre miles de jóvenes sin mucha fe en el futuro gris de finales de los 70. Como dijo una vez John Harris en The Guardian, “The Jam representaban casi una forma de enfrentarte al mundo. Eran la mejor compañía y el mejor altavoz para transmitir aquella mezcla de confusión, preocupación y parálisis en el que estaba hundida Gran Bretaña —y muchos otros países— entre los años 1978 y 1982″.

The Jam convivió con el fenómeno punk, pero iban a su aire. Influenciados por bandas como The Who, The Kinks, Small Faces o Doctor Feelgood, el Northern Soul y el sonido Motown, sus canciones, mayoritariamente compuestas por Weller, hablaban de las magras alegrías de los adolescentes de la clase trabajadora, de la violencia machista en casa y de la violencia urbana en las calles, de la amistad o el amor como única tabla de salvación real y palpable, del absurdo mundo de los adultos, con sus guerras, su pasión por el dinero y su siniestro conformismo. Eran temas como Going Underground, una cáustica canción contra el thatcherismo y la apatía, o como Start!, cuya letra habla de intentar conocer a alguien en situación tan desesperada como tú mismo.

Eran pura energía. En sus directos saltaban chispas. Eran la representación más sincera del espíritu juvenil y el punk antes de ser fagocitado por la industria musical. Muchos años después, fuera en sus bandas tributo a The Jam o trabajando como carpintero, Buckler no olvidó aquellas sensaciones. Según confesó a Malcolm Wyatt, un amigo suyo de Woking en 2015, cuando publicó su biografía That’s Entertainment: My Life In The Jam (Omnibus Press): “Era algo que lo unía todo: esa actitud de no necesitar grandes discográficas y esa actitud de grandes estadios para tocar rock. Era muy fuerte. La gente empezaba a publicar fanzines y decía que podía hacerlo todo por sí misma: crear nuestro propio público, hacer nuestras propias revistas. Ese espíritu era fabuloso”.

Adrian Thrills, antiguo redactor de NME, que se convirtió en un fan devoto cuando era adolescente, explicó lo que significaron The Jam en sus primeros años: “Eran la oveja negra, nunca formaron parte de la élite londinense de moda, que tenía un fuerte elemento fashionista”. Su agresividad y su sensibilidad, su don especial para narrar vivencias cotidianas, los hicieron únicos. “Llegaron a ser enormes”, explica Thrills, “había un verdadero diálogo entre la banda y sus fans”.

Según Thrills, tal vez trascendió más lo que hicieron Sex Pistols y The Clash, pero para él esas eran bandas que cantaban sobre Gran Bretaña, mientras que The Jam cantaban sobre su público, que eran como ellos mismos.

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