Lahav Shani, entre los pájaros de Karajan y la catástrofe de Harnoncourt
El talento israelí de la dirección orquestal causa una magnífica impresión en su debut en los ciclos de Ibermúsica al frente de la Filarmónica de Múnich dentro de una gira española que terminará en el Festival de Canarias
Hace poco tiempo, el director de orquesta Lahav Shani (Tel Aviv, 36 años) conjugaba en una misma entrevista la “bandada de pájaros” de Herbert von Karajan y la “catástrofe” de Nikolaus Harnoncourt. Quizá no haya dos imágenes más opuestas para extraer la belleza de una partitura. Esa ...
Hace poco tiempo, el director de orquesta Lahav Shani (Tel Aviv, 36 años) conjugaba en una misma entrevista la “bandada de pájaros” de Herbert von Karajan y la “catástrofe” de Nikolaus Harnoncourt. Quizá no haya dos imágenes más opuestas para extraer la belleza de una partitura. Esa naturalidad del vuelo conjunto que evocaba el director salzburgués frente al riesgo de tocar al borde de un precipicio que animaba el maestro berlinés oriundo de Graz. Pero Shani combinó ambas visiones idealmente en el movimiento lento de la Quinta sinfonía de Chaikovski, en su concierto con la Filarmónica de Múnich, el pasado lunes 3 de febrero en el Auditorio Nacional.
Inició el Andante cantabile, con alcuna licenza con una inspirada conjunción de la cuerda grave que propulsó el bello solo de trompa e inspiró su diálogo con el clarinete y el oboe. La música fluyó con la misma naturalidad con la que un grupo de aves surca el cielo. Pero, a continuación, Shani impulsó cada uno de los dos ascensos climáticos arriesgando en la combinación que plantea Chaikovski de un tempo que tan pronto anima como retiene. Y convirtió la llegada a la cumbre del cuádruple forte (ffff) en el momento más emotivo de la noche, sin un ápice de efectismo.
El director israelí tiene su propia visión de la sinfonía de Chaikovski. La plantea como un larguísimo poema sinfónico, al suprimir las pausas entre movimientos y ahondar en el luctuoso tema del destino, que abre la partitura y la impregna hasta el final, cuando adquiere un carácter jubiloso. Shani se presentaba con este concierto en los prestigiosos ciclos de Ibermúsica, al frente de la Filarmónica de Múnich, la orquesta de Celibidache con la que visitó estos ciclos en tantas ocasiones y de la que se convertirá en titular en la temporada 2026-2027. Se trata de otro talento comparable a Klaus Mäkelä que, en su caso, combina las titularidades de las Filarmónicas de Rotterdam e Israel, al tiempo que es un brillante pianista.
Mi colega Luis Gago lo retrató el pasado verano en estas páginas, con su gesto amplio sin batuta y su atuendo formal sin corbata ni pajarita, tras su triunfo en el Festival de Lucerna también al frente de la Filarmónica de Múnich. Entonces dirigió la Novena sinfonía de Bruckner y combinó las facetas de solista y director en el Concierto BWV 1052 de Bach, que podrán verse hoy martes día 4 en el Auditorio Nacional. Sendos conciertos madrileños forman parte de una gira española que arrancó el pasado domingo en Valencia con Chaikovski y que proseguirá el miércoles en Alicante, junto a los días 6 y 7 en el Festival de Canarias, centrado en la sinfonía de Bruckner.
El primer programa de Shani en Madrid comenzó con una deliciosa novedad. Se trata de la Obertura núm. 2, de Louise Farrenc, una obra de 1834 de la más exitosa compositora francesa de la primera mitad del siglo XIX, que supuso su primera incursión en el mundo orquestal y que culminó con tres sinfonías entre 1841 y 1847. La composición elude las referencias literarias de otras oberturas coetáneas y bebe de las influencias operísticas de Rossini y Meyerbeer, así como de la instrumentación de Berlioz, prestando especial atención a los vientos. Destaca por sus efectivos contrastes y por una brillante sección de desarrollo donde se atisba la imaginación contrapuntística de sus sinfonías. Sin embargo, la versión de la orquesta muniquesa fue bastante superficial y ruidosa, aunque permitió lucir su admirable sección de viento madera.
Algo mejor resultó el Concierto para violín en mi menor, de Mendelssohn, estrenado en 1845, que culminó la primera parte. En este concierto, Shani y la orquesta bávara ofrecieron un perfecto andamiaje musical a la violinista estadounidense de ascendencia coreana Esther Yoo, que actuó en sustitución de Hilary Hahn. Sin embargo, los juegos de primer y segundo plano entre la solista y el acompañamiento no terminaron de elevar la composición de Mendelssohn. Yoo exhibió su bello sonido y musicalidad, junto a una poderosa técnica, en una versión prácticamente intachable de la parte solista (si exceptuamos un pequeño incidente con los tresillos en el desarrollo del primer movimiento). Lo mejor de su actuación llegó en el minúsculo y melancólico intermedio que conecta el segundo y el tercer movimiento, que dotó de un aire rapsódico e impulsó con naturalidad la efervescencia del final. La violinista terminó apelando a sus orígenes y, como propina, tocó un arreglo de la canción popular coreana Milyang Arirang, que narra una trágica historia de violencia de género.
Lo mejor de la noche llegó en la segunda parte con la citada Sinfonía núm. 5 de Chaikovski. Shani la inició con una introducción exquisitamente contemplativa, en la que se lució el solista de clarinete László Kuti con la presentación del tema del destino, un aspecto programático que se deduce de una extraña anotación de abril de 1888 en uno de los cuadernos del compositor, que podemos leer en la biografía de Alexander Poznansky disponible en español (Akal): “Introducción. Sumisión completa ante el destino, o, lo que es lo mismo, ante los inescrutables designios de la Providencia”. Pero en el primer movimiento todo sonó demasiado contenido y exquisito, sin apenas sensación de riesgo.
La magia llegó en el movimiento lento, tal y como se comentó anteriormente, pero continuó en los dos movimientos finales. El vals sonó muy elegante, con una precisa sombra de melancolía hasta la sutil incursión del tema del destino. Pero el otro destello de la noche llegó en el Finale, que Shani abrió con una introducción modélica y prosiguió apoyándose en el mordiente de la cuerda grave y los metales. Su interpretación volvió a conjugar los pájaros de Karajan con la catástrofe de Harnoncourt y puso fin a la noche con una resolución perfecta del conflicto final de la obra, donde ganan los buenos en mi mayor. No hizo falta tocar ninguna propina.
Ibermúsica, 24-25. Serie Barbieri
Obras de Louise Farrenc, Felix Mendelssohn y Piotr Ilich Chaikovski. Esther Yoo (violín). Münchner Philharmoniker. Lahav Shani (director).
Auditorio Nacional de Madrid, 3 de febrero.