Aquel verano de... Irene Paredes: en el que participé en los Juegos Olímpicos
La jugadora del Barcelona y de la selección española, que de niña pasaba las tardes dándole patadas al balón, ha participado en la recién finalizada cita olímpica de París
Las deportistas llevamos lo de los veranos de aquella manera, yo al menos. Dedicar tu vida al deporte tiene muchas ventajas, pero también algún inconveniente, y uno de ellos es, con toda seguridad, no poder desconectar de mi pasión, el fútbol. No lo digo como algo negativo, simplemente es que hemos elegido un estilo de vida diferente. Veranos diferentes.
Todo ha ido cambiando mucho, pero hay cosas que han permanecido. De niña solía pasar con mis padres y mis hermanos una semana de veraneo en campings. En muy contadas ocasiones repetíamos en un mismo lugar. Creo que aquella experi...
Las deportistas llevamos lo de los veranos de aquella manera, yo al menos. Dedicar tu vida al deporte tiene muchas ventajas, pero también algún inconveniente, y uno de ellos es, con toda seguridad, no poder desconectar de mi pasión, el fútbol. No lo digo como algo negativo, simplemente es que hemos elegido un estilo de vida diferente. Veranos diferentes.
Todo ha ido cambiando mucho, pero hay cosas que han permanecido. De niña solía pasar con mis padres y mis hermanos una semana de veraneo en campings. En muy contadas ocasiones repetíamos en un mismo lugar. Creo que aquella experiencia me llevó a que hoy tengamos nuestra propia furgoneta. Así que en cuanto tenemos un par de días libres cogemos Lucía, Mateo, nuestra perra Ari y yo y nos echamos a la carretera aventurándonos a descubrir paisajes únicos por Europa en busca de calma y tranquilidad.
El resto del verano durante mi niñez lo pasaba en la casa que mis abuelos tienen en La Rioja. Inolvidables jornadas junto a mis tíos y mis primos con el deporte siempre muy presente. Por las mañanas hacíamos diferentes rutas en bici. Entre 15 y 20 kilómetros por el campo. Y por las tarde, después de la comida, nada de siesta, se nos pasaban las horas jugando al fútbol en el inmenso jardín que tiene la casa con mi primo, mi hermano y mi padre. Los días en los que el calor apretaba había que refrescarse de alguna manera. Unas veces nos bañábamos en una pequeña piscina portátil y otras, directamente, poníamos los aspersores a funcionar y corríamos entre ellos mientras nos empapábamos. Siempre nos pillaban allí las fiestas del pueblo, así que aprovechaba con mis amigas para participar en todas las actividades que se organizaban y disfrutar de la típica verbena que suele montarse en los pueblos pequeños.
En ocasiones nos íbamos a pasar el día al pueblo de mi abuela y otros al de mi abuelo paterno, así visitábamos a más familiares y aprovechamos para celebrar su cumpleaños. ¡Qué grandes recuerdos y cómo valoro ahora haber compartido todo ese tiempo con la familia unida!
Pero llegaron los 16 años. Y con ellos mi dedicación al fútbol de una manera más profesional. Mis veranos cambiaron y también mis prioridades. Necesitaba estar con los míos, pero el fútbol me exigía sacrificarme y arrancar las pretemporadas en el mes de agosto. Cierto es que a esa edad todavía podía disfrutar en el mes de julio de algunos días para evadirme, pero la vida me tenía otras sorpresas preparadas.
Llegó entonces la etapa más importante de mi carrera como futbolista. Hace más de diez años que no sé lo que es disfrutar de 15 días seguidos de vacaciones veraniegas. Está mereciendo la pena. Se trata del bonito precio que debo pagar debido al crecimiento que el nivel del fútbol ha tenido en España. Desde el año 2011 tengo la suerte de jugar en la selección española con asiduidad y también en grandes clubes europeos. La temporada con mis equipos suele terminar en junio. Unos días de descanso y, rápidamente, esperamos calzarnos las botas porque llegue la convocatoria de la selección. Siempre espero ansiosa la llamada para jugar con la selección.
He de reconocer que la última ha sido especial. Estar concentrada con mis compañeras de selección esperando la lista para los Juegos Olímpicos de París y escuchar mi nombre en la boca de la histórica periodista Paloma del Río me puso la piel de gallina. Pero no todo era felicidad porque también me pongo en el lugar de las compañeras que se han quedado fuera y comparto con ellas ese sentimiento de tristeza y cierta frustración. Ahora toca seguir trabajando y cruzar los dedos para poder llegar en condiciones a mis primeros, y seguramente últimos, Juegos Olímpicos.
Han sido muchos años de trabajo, de sacrificio máximo por parte de todas las jugadoras que durante la última década hemos estado asistiendo regularmente a la selección. Ahora disfrutamos al ver que España no solo está en todas las fases finales de Eurocopas, Mundiales o Juegos, sino que el mundo del fútbol nos coloca entre las favoritas ante cualquiera de esos títulos. Ese es nuestro veraneo. Y es en estos momentos cuando piensas que ha merecido la pena. Ya tendré tiempo de volver a perderme por el monte en Legazpi o de coger la furgoneta y conducir hasta lugares increíbles junto a mi familia.
Capitana de España
Irene Paredes (Legazpi, Gipuzkoa, 33 años) es capitana de la selección. Juega como defensa en el Barcelona. En 2023 levantó la primera Copa de un Mundial femenino de fútbol para España.