Hallado en Serbia un enorme poblado neolítico de la cultura Vinča, creadora de la protoescritura más antigua de Europa
El antiguo asentamiento está ubicado cerca de la localidad de Jarkovac, en la provincia de Vojvodina, ocupa entre 11 y 13 hectáreas y pudo estar rodeado por seis fosos
Antes de la aparición de los indoeuropeos en Europa existió una cultura que aplicó a la perfección el teorema de Pitágoras varios milenios antes de que el filósofo griego expusiera el enunciado. La cultura llamada Vinča, una de las más tempranas del continente, que se extendió entre el 5300 y el 4500 antes de Cristo a lo largo del Danubio ―en los territorios actuales de Serbia, Rumania y Bulgaria―, ya construía casas triangulares, con tejados a dos aguas, lo que demuestra que sus miembros poseían excelentes conocimientos del mundo en el que vivían. Vestigios de su presencia se encontraron reci...
Antes de la aparición de los indoeuropeos en Europa existió una cultura que aplicó a la perfección el teorema de Pitágoras varios milenios antes de que el filósofo griego expusiera el enunciado. La cultura llamada Vinča, una de las más tempranas del continente, que se extendió entre el 5300 y el 4500 antes de Cristo a lo largo del Danubio ―en los territorios actuales de Serbia, Rumania y Bulgaria―, ya construía casas triangulares, con tejados a dos aguas, lo que demuestra que sus miembros poseían excelentes conocimientos del mundo en el que vivían. Vestigios de su presencia se encontraron recientemente en una zona próxima al río Tamiš, en el noreste de Serbia, que darán más detalles sobre una población que habría alcanzado escasas decenas de miles de habitantes durante ocho siglos.
A principios de mayo, un equipo de investigadores de la Universidad de Kiel anunció el hallazgo de un antiguo asentamiento ubicado cerca de la localidad de Jarkovac, en la provincia de Vojvodina, de entre 11 y 13 hectáreas y que pudo estar rodeado por cuatro o seis fosos. Se detectaron anomalías angulares de color negro intenso que indican una gran cantidad de viviendas quemadas.
Se trata de un descubrimiento de extraordinaria importancia, ya que apenas se conocen asentamientos más grandes del Neolítico tardío en la región del Banato serbio. “Sabemos que eran buenos constructores, grandes alfareros y estaban bien conectados con la naturaleza”, explica Dragoş Diaconescu, arqueólogo del Museo Nacional del Banato de Timișoara, antes de subrayar la enorme fascinación que suscita esta cultura, que recibe el epónimo de Vinča por un poblado que se descubrió a orillas del río más grande de Europa, a 14 kilómetros de Belgrado. Pero también destaca porque su protoescritura se ha considerado la más antigua conocida hasta ahora, antes que el cuneiforme, un sistema de escritura desarrollado por primera vez por los sumerios en Mesopotamia, entre el 3500 y el 3000 antes de Cristo.
La escritura Vinča ―también denominada alfabeto Vinča o escritura europea antigua― se descubrió en una serie de artefactos prehistóricos encontrados en 1875 en el corazón de Transilvania, en la actual Rumania. Desde entonces se han ido localizando fragmentos con pictogramas parecidos. Los símbolos, sencillos al comienzo, fueron haciéndose más complejos hasta culminar en las Tablas de Gradeshnitsa (Bulgaria) y las Tablas de Tărtăria (Rumania), relevantes testimonios de la protoescritura que datan de hace más de 7.000 años y que se hallaron en la década de los sesenta.
“Hay una discusión sobre si en realidad los signos transmiten una idea o son solo decoración de sus cerámicas”, señala Diaconescu, que prefiere decir que las inscripciones representan “la primera forma de descripción en un mundo que no sabía leer”. “Está considerada la primera forma primitiva de escritura, pero nos queda todavía mucho por descifrar”, asevera el experto.
Cubiertas a dos aguas
Las culturas de aquella época se conformaban por proximidad geográfica: áreas donde varios grupos humanos compartían de manera involuntaria rasgos comunes sin ningún tipo de lazo político. “Las comunidades del Neolítico son identificables gracias a las cerámicas, puesto que los objetos de piedra tallada o pulida, de hueso de cuerno o de madera lamentablemente han desaparecido; la cerámica, en cambio, tiene suficiente calidad para poder clasificarla como marca cultural”, indica Diaconescu.
Sus habitantes vivían en casas de madera y barro distribuidas en varias habitaciones, con el clásico horno en el habitáculo principal destinado a cocinar pan y elaborar cerámicas de tonos oscuros. “La cerámica se caracteriza por una buena cocción, alrededor de los 500 y 600 grados, y de apariencia metálica”, prosigue el arqueólogo, que precisa que las viviendas no tenían un techo de arcilla como el suelo, sino una cubierta a dos aguas de junco o hierbas que permitía dejar pasar el humo y así no sofocar a los que estaban en el interior.
Las poblaciones de la región debían de tener unos líderes encargados de organizar los asentamientos, ya que existen elementos de la sociedad comunes, como el trabajo coordinado. Practicaban una agricultura basada en el cereal y una ganadería doméstica de ovejas y cabras, actividades que compaginaban con la recolección de frutos, pescados y moluscos como modo de supervivencia. Sin embargo, uno de los aspectos que más sorprenden a los arqueólogos es el hecho de que sus asentamientos no estuvieran construidos en sitios donde podían defenderse más fácilmente de cualquier enemigo, sino donde abundaba más el alimento. “Buscaban zonas con mucha agua que proporcionara una fauna diversa y variedad de alimentos”, apunta Diaconescu.
Asentamientos en Hungría
A lo largo de la campaña de investigación en Serbia, que duró dos semanas en marzo, los expertos analizaron también elementos circulares del Neolítico tardío en Hungría. Estos objetos, llamados “rondeles”, se atribuyen a la cultura Lengyel (5.000/4900-4500/4400 a. C.). Los investigadores, que combinaron tecnologías geofísicas y estudios sistemáticos a pie de los alrededores, pudieron diferenciar las eras representadas en cada sitio con mayor claridad que antes. “Esto nos permitió reevaluar algunos de los yacimientos ya conocidos en Hungría. Por ejemplo, los yacimientos que antes se clasificaban como fosos circulares del Neolítico tardío resultaron ser estructuras mucho más jóvenes”, recalca la codirectora del equipo Kata Furholt del Instituto de Arqueología Prehistórica y Protohistórica en la Universidad de Kiel.
Entre los hallazgos más destacados del trabajo de campo en Hungría figuraban la reevaluación de un asentamiento que anteriormente fue fechado en el Neolítico tardío y que probablemente pertenezca a la cultura Vučedol de la Edad del Cobre tardía y la Edad del Bronce temprana (3000-2400 a. C.), así como el estudio de un foso circular del Neolítico tardío en el pueblo de Vokány. “El sudeste de Europa es una región muy importante para responder a la pregunta de cómo se difundieron los conocimientos y las tecnologías en los primeros periodos de la historia de la humanidad y cómo esto se relacionaba con las desigualdades sociales”, remarca Martin Furholt, puesto que es en esta zona del continente donde aparecieron por primera vez las nuevas tecnologías y conocimientos, como la metalurgia, cuyo apogeo llega en el 4300 a. C.
La cultura Vinča no se extinguió, sino que perduró en otra sociedad más avanzada. “No hay evidencias sobre conflictos bélicos que llevaran a la desaparición de la cultura Vinča, sino más bien se transformó culturalmente en otra al modificar su estilo de elaborar piezas de cerámica, porque probablemente cambiaron sus ocupaciones debido a diversos factores, como puede ser el cambio del clima”, enfatiza Diaconescu.