Green Day en Madrid: buen concierto, deficiente organización

El grupo californiano ofrece un vigoroso repaso por sus dos discos más emblemáticos (‘Dookie’ y ‘American Idiot’), pero la masificación imposibilita a parte del público disfrutar plenamente

El líder de Green Day, Billie Joe Armstrong, anoche en el concierto del trío californiano en Madrid.Rodrigo Jimenez (EFE)

¿Qué tal estuvo el concierto de Green Day? Bien, dirán algo más de la mitad de los asistentes. Sensacional, incluso. Nos dejó exhaustos, para el arrastre. Cómo nos lo pasamos, qué ímpetu contagioso transmitió el trío californiano y cómo se disfrutan los decibelios bien metiditos en canciones infecciosas.

Con el resto del público, qué pasó. Eso ya fue otra historia. El concierto se celebró en el aparcamiento de la madrileña Caja Mágica, en una zona asfalt...

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¿Qué tal estuvo el concierto de Green Day? Bien, dirán algo más de la mitad de los asistentes. Sensacional, incluso. Nos dejó exhaustos, para el arrastre. Cómo nos lo pasamos, qué ímpetu contagioso transmitió el trío californiano y cómo se disfrutan los decibelios bien metiditos en canciones infecciosas.

Con el resto del público, qué pasó. Eso ya fue otra historia. El concierto se celebró en el aparcamiento de la madrileña Caja Mágica, en una zona asfaltada, sin gradas: larguísima y estrecha comparado con lo prolongado del terreno. Qué significa esto. Que conviene ser muy cuidadoso con el aforo. Entra mucha gente, claro, pero la visibilidad de los de atrás es muy reducida. Consciente de ello, la organización instaló una pantalla en mitad del recinto, cuando ya apenas se divisaba el escenario, que proyectaba imágenes de lo que sucedía en la tarima. Una pantalla que si te ponías enfrente tapaba completamente el escenario. Conclusión: miles de personas se colocaron frente a esta pantalla sin ver a los músicos reales. Cantaban a la pantalla, agitaban el puño hacia la pantalla. Vamos, que podían haber visto un vídeo del recital en su casa con un potente equipo de sonido y se habrían ahorrado los 100 euros de la entrada. El sonido, además, no llegaba con la potencia deseada a este tramo de cero visibilidad.

Una reflexión, así, sin darle muchas vueltas: qué tal si en lugar de vender 35.000 entradas (dato ofrecido por el organizador) se despachan 15.000. Con esta idea de cajón todo el mundo que efectuó una inversión importante para pagar el acceso habría presenciado el recital más cerca de la tarima, para vivirlo con intensidad. Pero (ay) los ingresos se habrían quedado en la mitad.

Billie Joe Armstrong (izquierda), Tré Cool (al fondo, en la batería) y Mike Dirnt (derecha), la noche del sábado en Madrid. Rodrigo Jimenez (EFE)

El recital se vendió como un festival, llamado Road To Río Babel. Es posible que las 35.000 personas distribuidas en cuatro escenarios (como ocurrió hace una semana en el festival —este sí— Tomavistas) hubiera sido otra cosa. Pero más bien fue un concierto de Green Day al que se le añadieron otras seis bandas (The Hives, The Interrupters, Lagwagon...). Pero allí todo el mundo acudió a la llamada del trío californiano. La gente, eso sí, se comportó como una bendita, porque en lugar de amotinarse se colocó en modo festivo e intentó disfrutar. “Qué le vas a hacer. Es lo que hay”, decía alguno. Otros, sin embargo, pregonaban su indignación: “Si lo sé me quedó en mi casa viendo la final de la Champions”. Eran madridistas. Un público de amplio abanico de edades. Estaba el cincuentañero que vibró a los veintipocos con Dookie, la gente joven rendida al brío del grupo y los cuarentañeros con sus hijos de siete, ocho o nueve años.

Musicalmente el espectáculo de Green Day resultó una furibunda descarga de energía. El trío interpretó al completo sus dos trabajos más emblemáticos: Dookie, que cumple este 2024 tres décadas, y American Idiot, que celebra 20 años.

Pelambrera rubia encrespada, complexión delgada, voz lozana. Así asomó anoche el líder de Green Day, Billie Joe, en la Caja Mágica: luciendo un admirable aspecto juvenil a sus 52 años. Comenzaron con The American Dream Is Killing Me, canción de 2024, y luego ya se dedicaron a dar gusto al público interpretando el emblemático Dookie de principio a fin. ¿Qué es Dookie? Pues el disco con el que podías decir que eras punk (cosa que siempre confiere cierta transgresión), pero desde la confortabilidad de una familia de clase media. Música virulenta con armazón pop. También fue el álbum al que se agarraron los veinteañeros después del mazazo por el suicidio de Kurt Cobain (ese mismo 1994): Dookie proporcionaba fiesta en contraste con el desesperanzado mensaje del grunge.

Es verdad que al interpretar el disco en orden se pierde el factor sorpresa, ya que el aficionado sabe la que viene a continuación. Pero es que Welcome to Paradise o Basket Case poseen tanta fuerza que da un poco igual si se conoce justo cuándo se van a tocar. El batería, Tré Cool, que exhibió un teñido de pelo azul, estuvo preciso y divertido; y el bajista, Mike Dirnt, que entregó un recital de gestos malencarados al estilo Sid Vicious, accionó su estilo bombardero con su instrumento. Acompañaron a la terna oficial otros tres músicos: dos guitarristas y un teclista, que entraban y salían de escena según los requerimientos de la canción.

Público asistente al recital de Green Day en la Caja Mágica. Europa Press News (Europa Press via Getty Images)

Cae inevitablemente bien Billie Joe, que ejerce de comandante durante las dos horas y cuarto de concierto. Casi siempre con su guitarra azul repleta de pegatinas, le pega a su instrumento una paliza importante, con ese característico movimiento de serrucho. Y exhibe una amplia gama de efectistas gestos: alienta al público a repetir “oeees”, toca la guitarra desde la nuca, saca del público a una chica a cantar con él Know Your Enemy, improvisa los acordes de Iron Man de Black Sabbath, lo mismo pone cara de paranoico con los ojos a punto de emigrar de sus cuencas que dibuja una sonrisa de gamberro de buen corazón… Tras los 45 minutos de Dookie y tres temas de transición, apareció en el escenario una enorme mano con una granada en forma de corazón sangrante, idéntica a la portada de American Idiot, y atacaron el álbum de 2004. Y vuelta a la fiesta con su disco más político, donde el trío proclamó su hastío con las políticas conservadoras de su país representadas por la administración Bush. Fue un recital de no parar de botar, diseñado para agotar físicamente a la gente.

Pero acabó de forma relajada. Se quedó solo Billie Joe, que con una guitarra acústica interpretó Good Riddance (Time of Your Life). Al final del tema estalló una lluvia de confeti y se unieron al líder Tré Cool y Mike Dirnt, solo para despedirse juntos del público. Un final extraño, pero bonito.

Desde hacía 30 minutos había empezado a desfilar la gente. Entre lo fresca que se puso la noche y las dificultades para vivir el concierto desde cerca, algunos optaron por emprender prematuramente el camino de vuelta a casa.

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