Periferias, lujo cultural

El festival cancelado por Vox en Huesca era avanzado, renovador, de “progreso” de las tendencias, indudablemente vanguardista, sí, pero también popular en su esencia didáctica

El DJ Kikemán en el Festival Periferias de 2016.Javi Broto

Secreto de minorías ilustradas con inquietudes culturales, el festival Periferias de Huesca siempre fue una anomalía del destino. Que una ciudad de 50.000 habitantes dispusiese de una programación tan de autor, tan selecta, tan particularmente puñetera en las cosas buenas e interesantes del mundo artístico, aunque la mayoría de ellas fuesen minoritarias, era un accidente incongruente que en algún momento –el pragmatismo del mundo real– tenía que resolverse… por lo civil o por lo criminal. En ...

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Secreto de minorías ilustradas con inquietudes culturales, el festival Periferias de Huesca siempre fue una anomalía del destino. Que una ciudad de 50.000 habitantes dispusiese de una programación tan de autor, tan selecta, tan particularmente puñetera en las cosas buenas e interesantes del mundo artístico, aunque la mayoría de ellas fuesen minoritarias, era un accidente incongruente que en algún momento –el pragmatismo del mundo real– tenía que resolverse… por lo civil o por lo criminal. En este caso, el contubernio PP-VOX en Aragón impulsó la censura de las ideas, que el gobierno municipal en manos del PP ejecutó. Tan cruel como caprichoso. Ya saben: cuando oigo la palabra cultura, saco la pistola…

La vida es así. Que insignes personalidades de derechas como Fernando Sánchez Dragó, Alaska, Fernando Savater o Antonio Escohotado –entre lo moderno de antes y lo rancio de ahora– pasasen por alguna de sus ediciones no ha impedido que los sabios dictaminasen que Periferias era un festival que “solo sirve para regar a culturetas progres con cientos de miles de euros”. Con la palabra “progres” hemos topado. Y con el dinero también.

Periferias, en efecto, era un festival avanzado, renovador, de “progreso” de las tendencias, indudablemente vanguardista, sí, pero también popular en su esencia didáctica. En sus carteles temáticos agrupados en torno a ideas sugerentes, y con un punto de fuga psicodélico en su justificación teórica, Luis Lles y Juanjo Javierre, los dos inventores del milagro, nos ilustraron con sapiencia y buen gusto en rituales de apareamiento cultural abierto de miras. Que debutasen en España Vladislav Delay, ESG, James Chance, Digital Mystikz, Sugarhill Gang, Mark Stewart & The Maffia, Der Plan, The Slits, Zeitkratzer, Technotronic, So Solid Crew, Andy Palacio, Antipop Consortium y Señor Coconut no les ha dicho mucho a los nuevos gestores del ayuntamiento oscense. Claro, no son Beyoncé, dirán ufanos e ignorantes. Pero con un presupuesto total de 120.000 euros no se paga ni el catering de Beyo (a la que habrían contratado, sin dudar, si hubiesen podido: prejuicios cero).

El ideólogo y periodista musical Luis Lles (qué buen director de Radio 3 habría sido: ritmo global, sono mondiale, siempre con el radar conectado) y el músico Juanjo Javierre (pletórico, sobre todo, en Mestizos y Soul Mondo) hicieron equilibrios numéricos y consiguieron que Sun Ra Arkestra, Jeff Mills, Arto Lindsay, The Jayhawks, Violadores del Verso, The Human League, Antony And The Johnsons, Tinariwen, Morente, Alva Noto, Paco Ibáñez, Niño de Elche, Sisa, Gong, Lydia Lunch, Amina, Pan Sonic, Eyeless In Gaza, Leopoldo María Panero, Esther Ferrer, Israel Galván, Chiquito de la Calzada, Perico Fernández, Chantal Maillard, Sergio del Molino, Fernando Arrabal, Leo Bassi, Manuel Vilas y Joaquín Reyes, por ejemplo, mostraran su poder en Huesca. Platos variados en los carteles: rigor, humor, fervor y amor periférico.

En la ciudad de, entre otros ilustres, Ramón Acín, Pepín Bello, Antonio Saura, Carlos Saura e Ismael Grasa, Periferias fue un orgulloso estandarte de ideas libres y nada dogmáticas que se ofreció como refugio intelectual posible, entre lo erudito y lo festivo. Gracias por todo.

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