¡Altísima tensión!
Castella y Ureña se juegan la vida ante dos toros muy mansos y peligrosos de una deslucida y descastada corrida de Victoriano del Río
A falta de toros bravos, bueno es un manso con casta, aunque sea de la mala, en las entrañas… Entretenimiento, primero, emoción después, y miedo y altísima tensión, al final, cuando los tendidos comprueban y palpan que los señores de oro y plata que están en el ruedo se juegan la vida de verdad.
La corrida discurría con más pena que gloria con un encierro de la muy afamada vacada de ...
A falta de toros bravos, bueno es un manso con casta, aunque sea de la mala, en las entrañas… Entretenimiento, primero, emoción después, y miedo y altísima tensión, al final, cuando los tendidos comprueban y palpan que los señores de oro y plata que están en el ruedo se juegan la vida de verdad.
La corrida discurría con más pena que gloria con un encierro de la muy afamada vacada de Victoriano del Río, que hoy ha fracasado de principio a fin. Nulo interés tuvo la lidia de los tres primeros, noble el primero, incómodo el segundo y rajado el tercero. Lo normal en estos tiempos.
Hasta que salió el cuarto, de seria presencia y astifinas defensas. Pero llamaron la atención sus andares de buey, cómo se frenó en el capote de Castella y cantó la gallina de su mansedumbre desde la cuna. Hasta siete veces acudió al caballo y otras tantas salió huyendo despavorido hasta la dehesa inalcanzable.
El primer que lo enceló en el capote fue José Chacón, y su compañero Rafael Viotti se lució con un primer par muy ajustado y salió trompicado en el segundo.
Cuando Castella tomó la muleta estaba claro que se debía enfrentar a un manso descarado de comportamiento incierto y peligro evidente. Pero el torero afrontó el problema con encomiable gallardía; el toro repetía una y otra vez en el engaño poderoso de un hombre asentado en la arena, y las tandas surgieron aceleradas, con escasa profundidad, pero rebosantes de vibración e intensidad. Castella se impuso al manso e, incluso, fue capaz de dibujar un par de largos naturales cuando ya la plaza estaba conmovida por la emoción del momento. Unas ceñidas manoletinas precedieron a dos pinchazos que no impidieron que el público puesto en pie, en especial el tendido 7, le obligara a dar una clamorosa vuelta al ruedo.
Damián Castaño sustituye este sábado a Daniel Luque, que ha decidido cortar la temporada al no estar recuperado de su tobillo izquierdo
Pero quedaba la segunda parte. ‘Andaluz’ se llamaba el toro quinto, que salió asustado de los capotes y huyó con descaro de todo aquel que osó acercarse a sus terrenos. Ni un solo lance se le pudo dar cuando salieron los picadores. Este superó a su hermano y acudió hasta ocho veces a los dos caballos sin que fuera posible picarlo.
Se le condenó a banderillas negras, y persiguió con auténtica saña a Curro Vivas, que tuvo que saltar de mala manera las tablas para evitar un atropello que parecía inevitable; y tampoco se libró de un susto Álvaro López Azuquita.
La plaza tenía un nudo en la garganta cuando Paco Ureña cogió la muleta. El peligro era cierto y más aún la incertidumbre ante la dificultosa papeleta que debía resolver. Y de nuevo surgió el héroe que estos toreros llevan dentro, el orgullo, el amor propio, quién sabe qué, y se plantó delante del animal con intención de retarlo a una competencia muy desigual en apariencia.
Le robó muletazos de muchos quilates, bien colocado siempre, cruzado, las zapatillas asentadas, aguantando lo que parecía inaguantable, la plaza con el ánimo encogido, y los muletazos por ambas manos fueron surgiendo preñados de emoción, -sobre todo, los largos pases de pecho-, envueltos en peligro y en una intensidad difícil de describir.
Unos airosos ayudados por bajo y unos artísticos remates finales fueron la constatación de que la pelea -la lidia- la había ganado el hombre, autor del arte del toreo.
Pinchó Ureña y recibió un fuerte golpe en el pecho que lo dejó conmocionado. No le resultó fácil acabar con el toro, pero el público, de nuevo, lo premió con una clamorosa y muy merecida vuelta al ruedo.
Allí estaba también Ginés Marín, al que tampoco le acompañó la suerte; rajado y huidizo fue su primero, y muy deslucido el sexto, bravo en el caballo -derribó con estrépito al picador Manuel Larios- y decepcionante en la muleta.
Curiosamente, la corrida había comenzado del mejor modo. Ureña dibujó un precioso quite a la verónica al que abrió plaza, y Castella le respondió con unas ceñidas tafalleras. Nadie a esa hora imaginaba lo que vendría después.
Honor y gloria, pues, a los toreros valientes, a todos los que han triunfado hoy contra la adversidad.
Al finalizar la corrida, la empresa Plaza 1 dio a conocer que el diestro Damián Castaño sustituirá mañana, sábado, a Daniel Luque, que ha decidido cortar la temporada al no haberse recuperado de su lesión en el tobillo izquierdo. Así, el cartel lo conforman Damián Castaño, Juan Ortega y Pablo Aguado, que lidiarán toros de El Pilar.
Del Río/Castella, Ureña, Marín
Cuatro toros de Victoriano del Río y dos -cuarto y quinto- de Toros de Cortés, bien presentados a excepción del tercero, anovillado; mansurrones los tres primeros (noble el que abrió plaza), apocados y descastados; muy manso el cuarto, y peor el quinto, que fue condenado a banderillas negras. Bravo en el caballo el sexto y desfondado en el tercio final.
Sebastián Castella: estocada baja y trasera _aviso-, un descabello y el toro se echa (silencio); dos pinchazos _aviso_ estocada (vuelta).
Paco Ureña: tres pinchazos y estocada caída (silencio); pinchazo, estocada _aviso_ tres descabellos _2º aviso_ y dos descabellos (vuelta).
Ginés Marín: estocada (silencio); estocada algo desprendida (silencio).
Plaza de Las Ventas. 6 de octubre. Segunda corrida de la Feria de Otoño. Casi lleno (20.575 espectadores, según la empresa).