Inteligencia artificial para recuperar 4.000 cantos gregorianos olvidados desde hace mil años
Un proyecto de la Comisión Europea, encabezado por la Universidad de Jaén, ampliará el repertorio de música religiosa gracias a la catalogación de obras de manuscritos conservados en la abadía francesa de Solesmes
“¡Kyrie eleison! / ¡Christe eleison!” (Señor, ten piedad / Cristo, ten piedad)... Hace más de mil años, monjes de diferentes abadías y monasterios de Europa recitaban sus oraciones a lo largo del día cantando. Ocho veces, cada tres horas: maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas, ayudados por manuscritos que contenían neumas (signos musicales), la letra y cómo había que entonar, de manera solemne, declamando. Sucedía en la Edad Media, tantas veces pintada de negro por las guerras, la peste y e...
“¡Kyrie eleison! / ¡Christe eleison!” (Señor, ten piedad / Cristo, ten piedad)... Hace más de mil años, monjes de diferentes abadías y monasterios de Europa recitaban sus oraciones a lo largo del día cantando. Ocho veces, cada tres horas: maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas, ayudados por manuscritos que contenían neumas (signos musicales), la letra y cómo había que entonar, de manera solemne, declamando. Sucedía en la Edad Media, tantas veces pintada de negro por las guerras, la peste y el hambre, pero también luminosa, gracias a las catedrales y los códices. Apenas un parpadeo después en la historia, a finales del siglo XIX, los monjes de la abadía benedictina de Solesmes, en el noroeste de Francia, empezaron a tomar fotos de volúmenes con cantos gregorianos creados entre los siglos IX y XI. Una labor que desarrollaron en su casa y en las de otros monjes de buena parte del continente. Los religiosos de Solesmes temían que se avecinaban, una vez más, tiempos de guerra, fuego y destrucción. No se equivocaron en sus augurios, pocos años después estalló una guerra mundial.
El último salto en esta historia lleva a 2023, cuando un proyecto de la Comisión Europea, Repertorium, encabezado por la Universidad de Jaén, está recopilando esas imágenes de los cantos que fotografiaron los monjes franceses. Un trabajo en el que, gracias a una inteligencia artificial, van a poder cotejar si esos cantos ya están registrados en bases de datos, aleluya, o si no lo están. En este caso, podrán pasarlos a partituras para que los puedan interpretar grupos de gregoriano y ser grabados para que podamos escucharlos en un cedé o en una aplicación, aleluya. En este programa participan, además de España, Francia, Alemania, Países Bajos, Italia (Politécnico de Milán), Reino Unido (Universidad de Oxford), Finlandia (con un grupo experto en procesado del sonido) y Lituania (Orquesta Filarmónica Nacional).
Julio Carabias es el investigador que coordina Repertorium, una iniciativa que “promueve la herencia cultural y de las artes” y “preserva el patrimonio musical europeo”, dice por teléfono. “Se presentaron 60 propuestas de toda la Unión Europea y se escogieron tres, cada una financiada con tres millones de euros. Una es Repertorium”. Es una idea nacida del departamento de Ingeniería de Telecomunicación de la Escuela Politécnica Superior de Linares, perteneciente a la Universidad de Jaén, en colaboración con la empresa Odratek (Países Bajos).
Si hubiera que catalogar a mano todos esos cantos gregorianos fotografiados, se requeriría mucho tiempo y dinero. “Se conservan unos 400.000 negativos”. Lógicamente, no todos en buen estado. “Nosotros estamos digitalizando ese material, eso es sencillo, pero además extraemos toda su información (melodía, ritual, textos, posición en la liturgia) gracias a la IA mediante un sistema llamado deep learning (aprendizaje profundo)”. Posteriormente, se comprobará si ese canto ya está catalogado en las librerías digitales de música que hay en internet. “Si no existe, entonces es un material histórico que recuperaremos”, explica Carabias. Entre esos negativos, además de los de Solesmes y otros lugares de Francia, “los hay de abadías españolas y alemanas”. Los promotores de Repertorium destacan que la tecnología resultante quedará en código abierto para que se pueda emplear con otras modalidades musicales.
Los propios monjes de Solesmes, que tienen un taller de Paleografía para estudiar su material histórico, “han estimado que de esos 400.000 negativos saldrán unos dos millones de piezas de cantos gregorianos, que son los que compararemos para saber si están registrados”.
Pero no todo es tan fácil como pueda parecer. Esta IA necesita de personas que la entrenen para pensar como un ser humano. En esa tarea se implicará el Instituto Complutense de Ciencias Musicales (Iccmu) —fundado en 1989 y dirigido por Álvaro Torrente—, y la Universidad de Alicante. Torrente explica que un musicólogo del Iccmu “ayudará a la catalogación de los cantos fotografiados”. “Hay que tener en cuenta que son manuscritos de diferentes copistas y épocas”. Se catalogarán manualmente unos 127.000 cantos para enseñar a esta IA. Los religiosos franceses calculan que “al final serán unos 4.000” los que vuelvan a la vida, cantos que probablemente no se han interpretado en siglos y de los que no hay copias.
El siguiente paso será, por fin, poder escucharlos de nuevo. “Está previsto que en la abadía de Santa María Magdalena de Le Barroux [sureste de Francia] se graben unas 2.200 horas y se dé un concierto a finales de 2025″, subraya Carabias. Además, se incorporarán todos estos nuevos cantos a una aplicación ya existente, llamada Neumz, “una especie de Spotify de gregoriano”, apunta el investigador. También habrá talleres, conferencias y publicaciones. Sin embargo, todo esto sucede “cuando el gregoriano no vive su mejor momento porque en las órdenes religiosas hay pocas personas”, señala Juan Carlos Asensio, presidente de la Asociación Hispana para el Estudio del Canto Gregoriano, creada en 2002 y participante en Repertorium.
Cada martes, Asensio y los otros 13 miembros del grupo coral que dirige, Schola Antiqua, con cuatro décadas de historia, ensayan en la iglesia de Montserrat, en Madrid: “¡Do-mi-niii!, do-mi-niii!”, les remarca Asensio a sus compañeros antes de cantar esa parte juntos. Schola Antiqua está entre los grupos encargados de interpretar los cantos que se recuperen para su grabación, como ocurrirá en el monasterio de Santa María del Parral (Segovia).
Asensio explica que “todos los rituales religiosos han tenido históricamente una expresión cantada para dirigirse a su divinidad”. “El gregoriano surge en el siglo VIII, como una fusión de distintos repertorios que había en Europa tras la caída del Imperio romano. Se sabe que en la coronación de Pipino el Breve [rey de los francos, padre de Carlomagno] en el 754, cantó el coro del Papa en la ceremonia, celebrada en Reims. Tanto le gustó al rey que decidió que a partir de entonces se interpretase, y los cantores de la Galia adaptaron su repertorio al gusto de su monarca, mezclándolo con el autóctono”. Fue Carlomagno quien propició la gran difusión del gregoriano, caracterizado por tener una sola melodía, a lomos del imperio que forjó. “A España llegó a finales del siglo XI, con el Concilio de Burgos, que cambió el rito visigodo por el gregoriano. La documentación medieval indica que los coros estaban formados por cinco o seis solistas y el resto de la comunidad no tenía por qué tener buenas voces”.
En aquellos tiempos, el nombre más común para esta manifestación musical era “canto llano”, añade Asensio, “pero acabaron tomando el del papa Gregorio I [fallecido en 604, conocido como San Gregorio Magno], quien, por cierto, sufría de afonía crónica”. “A mediados del XIX, con el redescubrimiento de la Antigüedad, se empezaron a estudiar los manuscritos de los cantos para interpretarlos de la manera más fiel porque lógicamente no había grabaciones. Además, en cada monasterio podía hacerse de una forma. Un alemán no pronuncia el latín como un español”, detalla. Esta música religiosa se mantuvo hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965), cuando se cambió la liturgia y el latín quedó relegado.
¿Qué se canta en el gregoriano? “La base es el libro de los salmos”, continúa. “Son 150 poemas del Antiguo Testamento, que representan en torno al 85% del repertorio. Hay también textos del Nuevo Testamento, se repiten palabras de Cristo, poesías de autores medievales... El repertorio consta de varios miles de piezas, pero en la liturgia se cantan unos 3.000 entre misas y oficios”. Los aficionados pueden escucharlos en España, entre otros lugares, en el monasterio de Leyre (Navarra), Santo Domingo de Silos (Burgos), Cuelgamuros (Madrid), Poblet (Tarragona), en su variante cisterciense; Montserrat (Barcelona) y uno femenino, San Pelayo (Oviedo).
En cuanto al mejor gregoriano que se conserva, Torrente subraya que “algunos de los manuscritos más importantes están en Francia y Suiza”. Y subraya: “La música se transmitía de memoria, después, en las iglesias o catedrales, se copiaban los grandes cantorales. Fue una Europa que no se podía concebir sin esta clase de música”.
Karaoke inmersivo en una orquesta
El segundo objetivo del proyecto europeo Repertorium es “crear herramientas de inteligencia artificial que permitan a empresas obtener nuevos productos para que crezca la industria musical europea”, explica Julio Carabias, coordinador de este programa. En el caso de la música clásica, “desarrollaremos sistemas para que cada persona que la escuche pueda, a través de una aplicación, interactuar, por ejemplo, enfatizando unos instrumentos o suprimiendo otros, o si es músico, que pueda tocar esa partitura en su casa y unirse al concierto, como si tocara con esa orquesta". "Es lo que llamamos un karaoke inmersivo”, en el que se logra un sonido similar al del sistema Dolby en el cine.