Los romanos olían a pachuli
La Universidad de Córdoba consigue analizar por primera vez un perfume romano y determinar su fragancia y composición química
Carmona (Sevilla) era, entre los siglos I y II d. C., uno de los principales municipios de la provincia romana de la Bética; por lo tanto, mostraba las mismas edificaciones, instituciones y costumbres que las grandes ciudades del imperio. De hecho, hoy en día sigue conservando restos arqueológicos destacados de esa época, entre ellos ...
Carmona (Sevilla) era, entre los siglos I y II d. C., uno de los principales municipios de la provincia romana de la Bética; por lo tanto, mostraba las mismas edificaciones, instituciones y costumbres que las grandes ciudades del imperio. De hecho, hoy en día sigue conservando restos arqueológicos destacados de esa época, entre ellos el mayor conjunto funerario de la península Ibérica. La pervivencia de estos milenarios vestigios permitió que en 2019, durante los trabajos de rehabilitación de un edificio de la calle de Sevilla 52, se encontrase un mausoleo familiar subterráneo con seis nichos ocupados, tres para varones y tres para mujeres. Dentro de ellos se hallaron numerosas ofrendas funerarias, incluido un delicado ungüentario tallado en cristal de cuarzo con una masa sólida en su interior. La Universidad de Córdoba ha analizado ahora su composición. Es la primera vez que se conoce con exactitud científica el olor de un perfume romano de hace 2.000 años. La universidad, en una nota informativa, lo deja claro: “Roma olía a pachuli”.
Al inspeccionar la cámara abovedada del mausoleo, decorada con pinturas, se contabilizaron ocho nichos “en magnífico estado”, aunque dos de ellos nunca se llegaron a usar. Se comprobó, además, que el lugar jamás había sido saqueado. Dentro de cada tumba se hallaron diversos objetos relacionados con rituales funerarios y ofrendas, tales como huesos cremados, restos de una bolsa de tela, tres cuentas redondas de ámbar y una caja de plomo en forma de huevo en cuyo interior se localizó el citado frasco de ungüento con forma de ánfora y tapado (unguentarium). La botellita tallada contenía, a su vez, una masa sólida. Era la ofrenda perfumada que alguien había introducido en el nicho de una mujer que, al morir, rondaba los 40 años.
En el estudio Archaeometric Identification of a Perfume from Roman Times (Identificación arqueométrica de un perfume de la época romana), publicado por la revista científica suiza Heritage, y firmado por los expertos Daniel Cosano, Juan Manuel Román, Fernando Lafont y José Rafael Ruiz Arrebola, se lee: “Las vasijas de cuarzo eran objetos de lujo muy raros. Lo habitual es que no fueran objetos tallados, sino de soplado. El unguentarium fue, por lo tanto, un hallazgo arqueológico bastante inusual y aún más inusual es que estuviera herméticamente cerrado y con una masa sólida en su interior. Eso brindó una oportunidad única para determinar la composición química de las sustancias de este perfume o cosmético de alta calidad”.
Los especialistas recuerdan que, aunque se trata de un hallazgo infrecuente, ha habido otros casos, como el de dos pequeñas botellas halladas en Londres y Nápoles, pero con grasa de animal en su interior, así como un perfume que se encontró en Egipto y que tenía 5.000 años de antigüedad. “Los egipcios pensaban que el perfume provenía de Ra, el dios sol. Desde el antiguo Egipto, los perfumes se expandieron a otros lugares como Grecia y, posteriormente, Roma. Los romanos solo empezaron a apreciar los perfumes tras la conquista de la franja oriental del Mediterráneo y la guerra contra Antioquía”, explican.
Las fragancias romanas fueron producidas a gran escala durante el imperio. El médico Pedanio Dioscórides Anazarbeo (40-90 d.C.) recopiló varias recetas con aceites aromáticos, que se usaban tanto para perfumes como para medicinas, mientras que el escritor Plinio el Viejo (23-79 d. C.) describió cómo elaborarlas. Según este último, los perfumes o ungüentos debían contener una parte líquida y otra sólida. También se les podía agregar un agente colorante para hacerlos más atractivos.
La clave del betún
Los aceites más utilizados por los romanos fueron los extraídos del sésamo, rábano picante, almendras o, especialmente, de la oliva. Este ingrediente debía extraerse de las aceitunas verdes, ya que resisten mejor la oxidación que las maduras. De todas formas, señalan los expertos de la Universidad de Córdoba, “las recetas detalladas por los autores clásicos eran muy vagas o confusas en lo concerniente a las proporciones de los componentes y a los procedimientos para elaborarlos”.
Los romanos usaban perfumes no solo en la vida diaria, sino también en ocasiones especiales como los funerales, donde el incienso era obligatorio. Además, las fragancias se utilizaban también como ungüentos a la hora de embalsamar al difunto. Cuando se cremaba un cadáver, los huesos y las cenizas se guardaban en una urna junto con perfumes más o menos costosos, que eran preservados en recipientes de metal, vidrio, cerámica o roca, dependiendo de la fortuna del fallecido o del agradecimiento debido de sus herederos y amigos.
Para identificar la sustancia del unguentarium de Carmona y el material con que se fabricó el tapón, los especialistas hicieron estudios multianalíticos y arqueométricos, con técnicas instrumentales como la difracción de rayos X (XRD), microscopía electrónica de barrido, espectroscopia de rayos X de dispersión de energía (SEM-EDS), espectroscopías micro-Raman (Raman) y de infrarrojos transformados de Fourier (FT-IR), así como gas de cromatografía-espectrometría de masas (GC-MS), se lee en el informe.
Los detallados análisis dieron como resultado que el tapón había sido fabricado con una piedra caliza llamada dolomita y sellado con betún, lo que permitió que el estado de conservación fuese “magnífico”. Con respecto al perfume, y tal como recomendaba Plinio, se emplearon dos componentes: una base o aglutinante, que facilitaba la conservación de los aromas, y la esencia. En este caso, la base era aceite vegetal, posiblemente de oliva.
¿Y la esencia? Según la analítica, “Roma olía a pachulí”. Este aceite esencial se obtenía a partir de una planta de origen indio, la Pogostemon cablin, muy empleada en la perfumería actual y de cuyo uso no se tenía constancia en época romana. Un elemento muy difícil de obtener en el momento del fallecimiento de la mujer, lo que demuestra que pertenecía a una clase social muy elevada.