De Chinchón a Cannes gracias a Wes Anderson y su tropa de amigos famosos en ‘Asteroid City’
Tom Hanks, Scarlett Johansson, Steve Carell, Adrien Brody, Bryan Cranston, Hope Davis y Matt Dillon pisan la alfombra roja en autobús para presentar la última locura del cineasta ‘indie’, una marcianos en el medio Oeste americano rodada en España
Ha sido una alfombra tan tumultuosa como la de Indiana Jones y el dial del destino. Más lucida, porque por fin luce el sol en Cannes este martes tras días de lluvia. Y porque Asteroid City prometía una descarga de estrellas en la alfombra roja. El wéstern con marcianos en 1955 que Wes Anderson rodó en Chinchón hace dos veranos ha cumplido las expectativas: tanto, que su numeroso reparto ha tenido que llegar en autobús a la alfombra roja de su estreno de gala en el ...
Ha sido una alfombra tan tumultuosa como la de Indiana Jones y el dial del destino. Más lucida, porque por fin luce el sol en Cannes este martes tras días de lluvia. Y porque Asteroid City prometía una descarga de estrellas en la alfombra roja. El wéstern con marcianos en 1955 que Wes Anderson rodó en Chinchón hace dos veranos ha cumplido las expectativas: tanto, que su numeroso reparto ha tenido que llegar en autobús a la alfombra roja de su estreno de gala en el festival de cine francés.
A la alfombra roja ha llegado Anderson acompañado de Tom Hanks, Scarlett Johansson, Bryan Cranston, Jason Schwartzman, Adrien Brody, Stephen Park, Matt Dillon, el francés Damien Bonnard, Maya Hawke, Rupert Friend, Hope Davis, Steve Carell y Jeffrey Wright. Acompañados de sus parejas, como Colin Jost, el cómico pareja de Johansson, o Rita Wilson, la actriz esposa de Hanks. Otros compañeros de equipo, como el veterano Fisher Stevens (ahora de moda por Succession), el guionista Roman Coppola (íntimo amigo de Anderson) o el compositor francés Alexandre Desplat, pasaron más inadvertidos. Y en casa se quedaron más miembros del reparto: Margot Robbie, Liev Schreiber, Bob Balaban, Tilda Swinton, Willem Dafoe y Jeff Goldblum.
El alud de Asteroid City ha provocado, al inicio, que se haya acelerado el paso del equipo de Kubi, la vibrante aproximación al cine de samuráis del maestro japonés de la violencia Takeshi Kitano, que también ha contado con un numeroso reparto de estrellas, en su caso niponas, y al final, que la gala empezara con bastante retraso.
Dentro de la sala Lumière, les recibió el patio de butacas en pie, que les esperaban para ver la nueva joya de la caligrafía audiovisual de Anderson. Asteroid City —que se estrena en salas en España el 16 de junio― es un artificio dentro de otro: arranca en blanco y negro con la retransmisión para televisión de una obra de teatro de éxito, la que da título a la película. Por eso Anderson ha dividido su filme en tres actos con interludios. Y de ahí se pasa a un pueblo, Asteroid City, del medio Oeste, al verano de 1955, cuando un grupo de personas coinciden en un motel de bungalows por muy distintas razones: desde un padre viudo con cuatro hijos al que se le ha roto el coche, a una estrella de cine. Algunos de ellos, cadetes espaciales y sus familias, vienen a observar un alineamiento de meteoritos desde un inmenso cráter provocado por otro asteroide, la gran atracción del pueblo. Esa noche, un marciano aterriza, roba el trozo de roca espacial delante de todos, y huye. Al día siguiente, el ejército acordona la zona y pone en cuarentena a los testigos.
Todo ese escenario se creó a las afueras de Chinchón, al sureste de la Comunidad de Madrid, en la primavera de 2021, antes que arrancara el rodaje a finales de aquel agosto. ¿Por qué Chinchón? Nadie es capaz de resolver esa duda, aunque sí es cierto que se consideró Italia —Wes Anderson vive en Francia y no quería salir de Europa— antes de recalar en Madrid, en la localidad donde Orson Welles rodó Campanadas a medianoche y Una historia inmortal. Necesidades de la producción: buen tiempo y cielos azules para un rodaje mayoritariamente en exteriores, alojamiento muy cercano y un enorme terreno liso para recrear el paisaje del medio Oeste estadounidense.
El productor Jeremy Dawson contactó con Fernando Victoria de Lecea, responsable de Meñakoz Films, para que hiciera el service —es decir, que fuera la productora local encargada de los trámites, reserva de alojamientos, transporte y construcción de decorados—, tras su buena labor en los Pirineos para ambientar el wéstern de Jacques Audiard Los hermanos Sisters. “Ellos ya querían rodar en Chinchón, y esperaban saber si era posible conseguir ese terreno donde levantar los decorados, que el Parador accediera a estar cerrado para el equipo y naves industriales donde rodar los interiores del filme”, recuerda Victoria de Lecea. “Y sí, pudimos”.
El inicio de la producción fue accidentado: el día de Reyes de 2021, Dawson (que ya había empezado a negociar en otoño de 2020 con los dueños de los terrenos) y el diseñador de producción Adam Stockhausen (que repite en Cannes, porque es responsable también de esta labor en Indiana Jones y el dial del destino) aterrizaron en Madrid para confirmar en el terreno la posibilidad del rodaje. Ese día empezó a descargar su furia la borrasca Filomena, que les mantuvo encerrados en el Parador hasta que comprobaron que la propuesta de Chinchón reunía todas las condiciones. “Para ese inmenso desierto, hubo que alquilar durante todo 2021 un terreno de 60 hectáreas, en realidad compuesto por parcelas de 140 propietarios, a los que pagamos dos cosechas”, desgrana el productor español. “Lo primero fue mapear con topógrafos el lugar antes de quitar los hitos y borrar las lindes: al final había que devolver las mismas parcelas”. Analizaron la tierra y encontraron en una cantera cercana una arena rojiza rica en hierro que cubrió el campo y que cumplía con todas las directrices medioambientales, y que también se retiró al rematarse la filmación para no dañar futuros cultivos.
En mayo de 2021, cuando EL PAÍS desveló el rodaje, en el tablón de anuncios del Ayuntamiento de Chinchón, un comunicado firmado por la corporación municipal y la Film Madrid, la empresa encargada de la Comunidad de promocionar los rodajes, aseguraba “el apoyo del Ayuntamiento” al proyecto y pedía la colaboración a todos los habitantes. En ese momento ya se estaban levantando inmensas montañas de porexpán asentadas en mecanotubos. Y ya estaba reservado por tres meses el Parador para alojar a los actores, algo que generó otro contratiempo: el rodaje se celebró durante la temporada alta de bodas, y hubo que compensar a quien ya había reservado los salones del alojamiento, convertidos en ese momento en las salas de maquillaje y peluquería, y en zonas de esparcimiento de las estrellas, que no salieron por el coronavirus.
Todos en el Parador
Porque a Wes Anderson le gusta que su equipo ruede y viva junto. “Mi forma de hacer cine es familiar. Si puedo, intento que todo el equipo viva en el mismo hotel, me gusta comer y cenar todos juntos, que nadie se vaya a casa”, contaba cuando presentó en Madrid Isla de perros. “Por eso iban del Parador, por un camino y no por la carretera, al rodaje, que estaba a solo 10 minutos, y vuelta”, recuerda Victoria de Lecea. Para ello usaron bicicletas, la mayoría, y carritos de golf. “En aquel momento, el protocolo covid también ayudó al concepto de burbuja”. No se usaron ni tráileres ni caravanas, sino que los bungalows erigidos como decorados se habilitaron con electricidad y aire acondicionado para que también sirvieran de despachos y de camerinos. En los rodajes en los teatros de Chinchón y Colmenar de Oreja —donde además estaban las dos naves devenidas en estudios de rodaje— se usaron los camerinos existentes.
Los actores nunca estuvieron todos a la vez en Chinchón. Aquel reguero de estrellas iba y venía según el calendario del rodaje entre agosto, septiembre y octubre, salvo dos fijos: el director, obviamente, y Jason Schwartzmann. Pero estuviera quien estuviera, se organizaban cenas comunales al aire libre. Solo hubo un movimiento fuera de lo normal: cuando llegó Bill Murray a Chinchón, el actor dio positivo en covid y no pudo filmar. Por una vez, Murray no saldría en un filme de Anderson, quien lo sustituyó con Steve Carell. “En realidad, nuestro gran desafío es que al irnos quedara todo exactamente igual. Por eso, tuvimos mucho cuidado en compensar nuestra huella de carbono y en reciclar todo lo que se había usado. Los estadounidenses entendieron nuestra preocupación”.
Un ejemplo: las montañas de poliespán, desmontadas, se cortaron con hilo caliente, para que no hubiera virutas: por un lado iba la parte pintada rojiza a un contenedor de residuos y por otro se prensó el poliespán blanco. “Toda la gente de Chinchón y Colmenar de Oreja se volcó con nosotros”, asegura Victoria de Lecea. Y tuvieron su recompensa: al ir a pagar las taxas de uso del teatro de Colmenar de Oreja ofrecieron al consistorio si prefería cobrarlo de otra manera. Allí está el museo Ulpiano Checa, porque este pintor coetáneo de Sorolla y de los Madrazo, y algunas de cuyas pinturas inspiraron la carrera de cuadrigas de Ben-Hur, nació en esa localidad. “Había un cuadro de él que se iba a subastar y que el Ayuntamiento no podía pagar. Así que la producción estadounidense compró el cuadro y lo donó al Consistorio”, explica el productor. Tras la preceptiva reparación, desde septiembre de 2022, el lienzo Le Crépuscule, que representa a la diosa Aurora, encargada de abrir paso cada mañana a la luz del día, cuelga en una sala del museo con una placa adyacente donde se lee: “Donación realizada por la película Asteroid City dirigida por Wes Anderson y producida por POP.87 FILMS”.