¿Tiene vergüenza Morante cuando insulta al presidente?
El palco de La Maestranza resta importancia al desprecio que le dirigió ayer el torero al no concederle la oreja de su primer toro
A Morante de la Puebla no le sentó nada bien que el presidente de La Maestranza no le concediera este lunes la oreja de su primer toro. Lo que se vio desde el tendido es que el torero se dirige hacia el palco, saluda y, a renglón seguido, arroja la montera al callejón en un gesto evidente de enfado.
Fue la televisión la que descubrió el pastel: Morante se dirige a Gabriel Fernández Rey y le espeta: “No tienes vergüenza”. Minutos después, tras la muerte de ...
A Morante de la Puebla no le sentó nada bien que el presidente de La Maestranza no le concediera este lunes la oreja de su primer toro. Lo que se vio desde el tendido es que el torero se dirige hacia el palco, saluda y, a renglón seguido, arroja la montera al callejón en un gesto evidente de enfado.
Fue la televisión la que descubrió el pastel: Morante se dirige a Gabriel Fernández Rey y le espeta: “No tienes vergüenza”. Minutos después, tras la muerte de su segundo toro, añadió a los micrófonos de Mundotoro TV que había estado a la altura del éxito, pero que había “habido un señor que ha metido la pata, y da rabia porque es un amigote, pero está ya para jubilarse”.
A solicitud de este periódico, el propio presidente ha restado gravedad al asunto, y ha afirmado que “son momentos de enfado del torero, cosas que pasan, y no le doy más importancia”.
¿Cómo? ¿Qué no tiene importancia que una máxima figura del toreo y director de lidia esa tarde insulte al presidente en una de las plazas de toros más importantes del mundo?
Sí la tiene, y mucha. Sevilla, al igual que Madrid, es un referente esencial para el mundo del toro, y si se permite que se le pierda el respeto de ese modo al palco presidencial, algo muy serio se está perdiendo en la fiesta.
Para empezar, el presidente no hizo más que cumplir con su deber: no concedió la oreja porque la petición del público era muy minoritaria. Y ya se conoce que el primer trofeo es potestad de los tendidos.
Los espectadores, que tanto y tan pronto se emocionan con el más mínimo detalle del torero, no consideraron que su faena fuera merecedora de premio. Y el público, lo sabe Morante, es soberano. Se puede equivocar, como cualquiera, pero es soberano. Es decir, que a quien insultó realmente el torero fue a la plaza, que tanto lo quiere y venera.
Hace muy mal la autoridad en restar importancia a lo sucedido. Por mucho menos sancionan con severidad a los jugadores de fútbol cuando se dirigen al árbitro. Si las palabras de Morante son “cosas que pasan”, cualquier torero podrá insultar públicamente a un presidente sin que deba ser reprendido por ello.
Si la tauromaquia es un rito, debe ser respetado; si está regulada por una norma, debe ser acatada, y una figura del toreo, como lo es Morante de la Puebla, debe ser ejemplar en su comportamiento.
Lo de ayer, un borrón negro en su hoja de servicios a pesar de la permisividad presidencial. Los nervios no solo hay que templarlos en la cara del toro. Y una pregunta queda en el aire: ¿tiene vergüenza Morante cuando insulta al presidente? Pues eso.