Susan Sarandon: “Hollywood no es liberal ni ama el cine, solo le interesa el dinero”

La actriz llega a Barcelona a recibir el galardón de honor de los premios RNE Sant Jordi y a charlar sobre la influencia feminista de ‘Thelma y Louise’

Susan Sarandon, en la azotea del hotel Casa Fuster el lunes por la mañana en Barcelona.Quique García (EFE)

De punta en blanco, casi literalmente —salvo los cordones negros de las zapatillas y unos calcetines níveos con topos rojos—, aparece Susan Sarandon a hablar con la prensa en el BCN Film Fest. A Barcelona viene la actriz a dar una charla sobre Thelma y Louise, una buena excusa como otra cualquiera, y a recibir, la noche del martes, el galardón de honor de los 67º premios RNE Sant Jordi. “Después me he cogido unos días libres para subir por la Costa Brava”, cuenta al final de la charla. A la prensa la despeja en un...

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De punta en blanco, casi literalmente —salvo los cordones negros de las zapatillas y unos calcetines níveos con topos rojos—, aparece Susan Sarandon a hablar con la prensa en el BCN Film Fest. A Barcelona viene la actriz a dar una charla sobre Thelma y Louise, una buena excusa como otra cualquiera, y a recibir, la noche del martes, el galardón de honor de los 67º premios RNE Sant Jordi. “Después me he cogido unos días libres para subir por la Costa Brava”, cuenta al final de la charla. A la prensa la despeja en una mañana: un puñado de televisiones y radios, dos grupos de periodistas de prensa escrita, online y agencias, y a comer. Ahora bien, cuando Sarandon (nacida como Susan Tomalin en Nueva York hace 76 años) pisa el acelerador, solo queda escuchar y agarrarse a la locomotora en marcha. Ha venido a hablar, en el 32 aniversario de su estreno, de Thelma y Louise, y a dejar claro que ella también tuvo que ver con algunas decisiones artísticas que, con el tiempo, se han convertido en momentos mágicos del cine.

En 2023 casi nadie recuerda cómo era la industria cinematográfica a finales de los ochenta y principios de los noventa; un mundo de junglas de cristales y de filmes de acción de Sylvester Stallone, donde no había espacio para las creadoras. Y, sin embargo, el cine con y para mujeres, como la comedia Cómo eliminar a su jefe, funcionaba en taquilla. En cambio, los ejecutivos de los estudios creían que el cine era para hombres y la televisión para mujeres. Ni siquiera el éxito en premios, taquilla y crítica de Thelma y Louise (1991) cambió su criterio. Lo que prometía ser el inicio de una revolución fue acallado por los ejecutivos de los grandes estudios. “Cuando la estábamos filmando, nadie pensaba en ella como una película feminista, aunque es cierto que al reflejar el apoyo mutuo entre dos mujeres, que se cuidan entre ellas, y su lucha por salir de las órdenes dictadas por los hombres sí acabó siendo un drama feminista”, explica Sarandon.

La famosa polaroid de ‘Thelma y Louise’.

En realidad sí había dos mujeres que sabían lo lejos que estaban lanzando la piedra: la guionista Callie Khouri, que harta del mundo de apariencias de la publicidad y de su falta de futuro, se encerró en verano de 1988 a escribir su primer guion, basado en experiencias emocionales personales. La otra fue Mimi Polk, de la productora de Ridley Scott, que leyó el libreto cuando ya llevaba tiempo dando vueltas por Hollywood. Scott se convirtió en su productor (no se veía dirigiendo una historia de mujeres) y fichó a Jodie Foster y Michelle Pfeiffer como protagonistas. A falta de un director que aceptara el proyecto, Scott dio el paso adelante como realizador. En otoño de 1989 las protagonistas renunciaron. Geena Davis, estrella en aquellos años, luchó por entrar en el proyecto y lo logró, y finalmente entró Susan Sarandon.

Ataques tras el estreno

Tras su estreno, Thelma y Louise sufrió un aluvión de críticas. “En aquel momento la alusión a la cultura de la violación no existía y el uso de la violencia como defensa generó grandes rechazos. Hoy, en cambio, se habla de manera más fluida de depredadores sexuales”, explica su protagonista. “El formato de wéstern que eligió Scott también provocó sarpullidos: era el terreno de actores como John Wayne, y de repente ahí estaban esas dos mujeres en un coche en vez de tíos a caballo”. Geena Davis siempre ha recordado que, cuando le echan en cara la posible violencia, dice que “en el filme solo mueren tres personas, y dos de ellas son las protagonistas”. Para Sarandon, “eso, o que la peli apoyara el suicidio, no lo decían de Dos hombres y un destino, con ese final similar que Scott decidió imitar a mitad del rodaje. Ahí es cuando nos dimos cuenta de que habíamos entrado inadvertidamente en un territorio dominado por hombres blancos heterosexuales, que se ofendieron, y que efectivamente Thelma y Louise era un filme feminista”. No está mal para un encargo que la actriz aceptó rodar en verano de 1990 “porque en el guion la coprotagonista era mujer, y encima podía llevar a mis hijos a ver el cañón de Colorado, donde filmamos el final”.

Susan Sarandon y Geena Davis se besan en un Ford Thunderbird de 1966 similar al de la película 'Thelma y Louise' en una proyección del filme en 2021.Chris Pizzello (Chris Pizzello/Invision/AP)

De aquel rodaje, Sarandon se apunta como propios algunos de los momentos que recuerda el público, como la polaroid de las dos protagonistas (considerada el segundo selfi de la historia, tras el de Chevy Chase en Las vacaciones europeas de una chiflada familia americana). “Era un guion al que le faltaban detalles, que completamos en el rodaje. Puede que Ridley Scott no sea el tipo más feminista, pero le gustaba la colaboración entre el equipo y desde luego poseía una visión”. De ella también fue la idea del beso o de que Louise usara las polaroids como herramienta de control”.

Y rememoró que Davis le advirtió de que no habían hecho suficiente caso a Brad Pitt, que ya había trabajado en cine y televisión, pero para el que supuso su salto a la gloria. “Ella me aseguró que era muy bueno improvisando. Y con el tiempo, fíjate en las elecciones de su carrera. Le respeto como a Johnny Depp: podían haber sido solo galanes, chicos guapos vacíos; en cambio, buscaron otros papeles”.

De izquierda a derecha, el actor Michael Madsen, las actrices Susan Sarandon y Geena Davis (en el coche), y el director Ridley Scott en el rodaje de 'Thelma y Louise' en 1990. Fotos International (Getty Images)

De sus propias elecciones, la actriz confiesa que sus otros personajes preferidos, o al menos que ella considera que marcaron su carrera, son “el de Michaela en El aceite de la vida [Lorenzo’s Oil], a pesar de que por culpa del niño protagonista el rodaje fue un infierno, y al que llegué de rebote, porque iba a hacerlo Michelle Pfeiffer”, y el de la hermana Helen Prejean, por Pena de muerte, que le valió el Oscar. “Sean Penn insistió durante un año, y finalmente nos hicimos amigos de tanto que venía a casa a convencerme. La historia tenía que ser contada, y el tema central era muy complejo. Cuando acabó el rodaje, sentí mucho alivio por dejar atrás aquel peso”.

A Sarandon no le parece que las cosas hayan cambiado en el cine, que esa mitología del Hollywood progresista es absolutamente falsa. “Hollywood ni es liberal en absoluto, ni ama el cine: a Hollywood solo le interesa el dinero”, apunta. “No ha cambiado mucho. Es cierto que hay un aluvión de cómicas, un hecho feminista, y de comedias protagonizadas por grupos de mujeres, y que empezamos a contar nuestras historias. Pero si hablamos de igualdad salarial, nada ha cambiado. Y si eres vieja y gorda, no te quieren”.

El pasado viernes se estrenó en España la comedia romántica Si quiero... o no, que Sarandon coprotagoniza junto a Richard Gere, Diane Keaton y William H. Macy, un producto para engordar cuentas corrientes, en el que Sarandon, la mayor del cuarteto, devora en energía y chispa a sus compañeros. Esa misma sensación se produce en su encuentro ante la prensa. Se define como alguien “al margen de la industria”, y que entra y sale de ella según le contraten. “La industria no se sostendrá a sí misma tal y como la conocemos actualmente, lo que no significa que la gente no vaya a contar sus historias o a encontrar formas de verlas”.

Geena Davis, Brad Pitt y Susan Sarandon, a principios de los años noventa.Time Life Pictures (The LIFE Picture Collection/Getty Images)

En estos nuevos procesos ha defendido “la valentía de las plataformas de streaming al explicar ciertas historias en series que son más atrevidas que las narradas por Hollywood, que no apoyan la visión de ningún director. A pesar de las historias terribles que sabemos del Hollywood de la época dorada, de la omnipotencia de Louis B. Mayer o del desprecio a Bette Davis, al menos aquellos directivos respetaban las películas. Los ejecutivos de hoy son banqueros, que priman las fórmulas en los guiones o contratar actores por sus seguidores en redes sociales. Porque su aproximación al cine es exclusivamente mercantil”. ¿Y los artistas? “Tendrán que buscar nuevos caminos de distribución”. Con todo lo anterior, ¿no le invade el pesimismo? “Jamás he creído en el pesimismo, sino que vivo repleta de esperanza”.

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