Quevedo: el vértigo, su primer disco y el objetivo de no ser solo “el de ‘Quédate”
El joven músico canario edita su debut de larga duración (16 canciones) con el objetivo de controlar la presión de pasar en pocos meses de la nada al más escuchado del mundo
Quevedo avanza, pero con cautela, un poco de desconfianza y con bolsas de ojeras viviendo permanentemente debajo de sus ojos. No se recuerda a nadie (al menos en los últimos años) dentro de la música española al que le haya cambiado tanto la vida en solo seis meses, desde que en julio pasado lanzara la Session 52 con el productor argentino Bizarrap. Ya saben, el famoso Quédate, canción más escuchada en el mundo durante cinco semanas en la plataforma Spotify. Y encima tan joven: por aquel entonces tenía 20 a...
Quevedo avanza, pero con cautela, un poco de desconfianza y con bolsas de ojeras viviendo permanentemente debajo de sus ojos. No se recuerda a nadie (al menos en los últimos años) dentro de la música española al que le haya cambiado tanto la vida en solo seis meses, desde que en julio pasado lanzara la Session 52 con el productor argentino Bizarrap. Ya saben, el famoso Quédate, canción más escuchada en el mundo durante cinco semanas en la plataforma Spotify. Y encima tan joven: por aquel entonces tenía 20 años (cumplió los 21 el diciembre). Las consecuencias de aquella explosión todavía las está gestionando este canario, y una de las decisiones que ha tomado es que hay que mirar hacia delante, seguir dando pasos. Ya está aquí su primer disco largo, Donde quiero estar (publicado este viernes 20 de enero), y los conciertos de la gira de presentación, con todas las entradas vendidas en Gran Canaria (11 de marzo), Madrid (5 de mayo) y Barcelona (12 y 13 de mayo), las cuatro únicas fechas confirmadas.
Está obsesionado el canario con no precipitarse, con tomarse las cosas con calma, con no exponerse demasiado, con asimilar su centelleante fama de una manera sosegada. Difícil de conseguir con todo lo que le rodea, pero es su máximo empeño en la actualidad. Hace medio año Quevedo tenía miedo a volar en avión; después de los más de los 100 vuelos que ha cogido desde entonces lo empieza a superar. Lo que no acaba de asimilar es el ajetreo en el que se ha convertido su vida. “Este año ha sido bonito y difícil a la vez. Me estresa no tener una rutina. Me agobia no tener tiempo para mis amigos y mi familia. He tenido momentos muy chungos y he rechazado cosas por no estar en un buen momento mentalmente”, dijo el pasado diciembre en el programa de Ibai Llanos, Charlando tranquilamente. Declinó, por ejemplo, realizar algunos conciertos, a pesar de la enorme rentabilidad económica.
Otra de las decisiones que ha tomado es resistirse a ofrecer entrevistas reposadas en la prensa y televisiones tradicionales. El cantante y su entorno consideran que con la presencia en estos medios tiene más que perder que ganar. “Su público no consume esos medios. Su público está en YouTube y en Twitch”, afirman. Una de las presiones que debe mantener a raya el canario es la obsesión por el número de escuchas. La música urbana se está convirtiendo en una carrera: vales lo que marca tu contador de Spotify y YouTube. Teniendo en cuenta que su Session 52 con Bizarrap suma 953 millones de escuchas (a punto de los 1.000 millones, sí), la terapia deberá ser potente. Por poner un ejemplo: la canción más escuchada de Rosalía, la que grabó con Bad Bunny, La noche de anoche, va por detrás con 798 millones. Quizá lo más sensato que puede hacer el canario es calificar lo que pasó con Quédate como “solo una vez en la vida”. Y, a partir de ahí, disfrutar con lo que llegue.
En su primer trabajo de larga duración, después de un puñado de sencillos, dedica espacio para expresar su angustia. El título es bastante elocuente, Donde quiero estar: Quevedo considera vital seguir viviendo en Canarias, con su gente, a pesar de que por logística comercial le vendría mejor residir en Madrid. Pero él de momento se resiste. Una de las letras del nuevo disco, Sin señal, refleja ese sentimiento: “Perdí la dirección a casa y ya no sé volver. / Cómo hago para el tiempo retroceder. / Estoy perdido en el club buscando dónde respirar bien. / O que me entienda alguien. / Caras conocidas muchas, pero amigos nadie”.
Donde quiero estar se compone de 16 canciones, cuatro de ellas ya adelantadas escalonadamente en los últimos seis meses: Vista al mar, Punto G, Playa del inglés (junto a la superestrella puertorriqueña y uno de sus ídolos, Myke Towers) y la citada Sin señal. Las otras 12 piezas son nuevas, donde colaboran el canario Cruz Cafuné, el madrileño Omar Montes y el sevillano JC Reyes. Falta citar la participación más llamativa, la de la Orquesta Nacional de España. Diez violinistas y cuatro contrabajos para dar un toque especial a la canción Me falta algo. La inversión en el debut largo de Quevedo es importante y cada canción llevará su propio vídeo (hasta 16), como ya realizaran con sus últimos trabajos Rosalía y C. Tangana. “Lo que trato de demostrar en este disco es la manera en la que busco y encuentro dónde quiero estar: en mi isla, con los míos, los que están ahora y han estado siempre. Es mi casa, donde me siento yo y donde no me falta de nada”, dice el músico en una nota de prensa.
Reclamar su condición de artista
Es un álbum donde Quevedo reclama su condición de artista más allá del pelotazo con Bizarrap. Y lo consigue. Arranca con un recitado de Cafuné, donde dice soñar el triunfo de los artistas canarios, para luego empalmar con Ahora qué, donde Quevedo con su particular voz grave cuenta su historia como músico. Un tema de reivindicación de los suyos (”nunca me olvido de los que estuvieron en los tiempos que estaba mal”) con un unos graves potentes donde traza su hoja de ruta: “2021 sembrar, 2022 recoger, 2023 coronar, 2024 desaparecer”. Una canción líricamente al estilo de la Session 50 de Duki y Bizarrap. Un arranque potente que da paso al reguetón electrónico de Yankee. Donde quiero estar se mueve entre el reguetón y el baile, con textos extensos, unas veces picantes, otras de zozobras sentimentales y algunas donde Quevedo practica terapia con las consecuencias de su particular historia.
Hay tímidos acercamientos al rock, como Luces azules; el interesante Me falta algo, con la Orquesta Nacional de España, una pieza reposada con una de las mejores letras, de ruptura sentimental; y se cierra con Donde quiero estar, la canción que lo resume todo: “No se me olvidan mis raíces y todos esos días felices donde no había luz, pero tampoco faltó nada. / A día de hoy presumo de mis cicatrices. / Ahora hay más dinero pero menos tiempo. / Y el tiempo es oro, pero el dinero no lo es”. El próximo (cauteloso) capítulo: los conciertos.