La música se hace fuerte en el poblado almadrabero de Sancti Petri
Concert Music Festival alcanza su quinta edición en Chiclana como una apuesta consolidada por el ocio en un entorno patrimonial
Fangoria canta a todo trapo su oda “al radiante lujo del exceso” enfundada en un ceñido vestido cuajado de lentejuelas. “Cúbreme de lamé y tergal, polyester, charol, vamos a bailar”, canta en la madrugada ya de este pasado miércoles ante cientos de personas entregadas. El ritmo electrónico de Nacho Canut reverbera en los restos decadentes de lo que fue un poblado almadrabero de pescadores de principios del siglo XX. Es, al menos, el pasado más reciente y evocador del Poblado de Sancti Petri (Chiclana de la Frontera), una peque...
Fangoria canta a todo trapo su oda “al radiante lujo del exceso” enfundada en un ceñido vestido cuajado de lentejuelas. “Cúbreme de lamé y tergal, polyester, charol, vamos a bailar”, canta en la madrugada ya de este pasado miércoles ante cientos de personas entregadas. El ritmo electrónico de Nacho Canut reverbera en los restos decadentes de lo que fue un poblado almadrabero de pescadores de principios del siglo XX. Es, al menos, el pasado más reciente y evocador del Poblado de Sancti Petri (Chiclana de la Frontera), una pequeña lengua de tierra que se adentra en unas marismas antropizadas por el hombre desde hace milenios, enmarcada en el horizonte por un islote y un castillo del mismo nombre que enmarca el paisaje cada atardecer. Desde hace ya cinco años, las populares barquitas y los marineros —los que aún quedan— conviven con la cuidada puesta en escena del Concert Music Festival. Con el lustro cumplido y cercano ya al fin de la edición 2022 no parece haber dudas de que el contraste funciona.
Fangoria, Nancys Rubias y La Casa Azul —los tres grupos actuaban en la misma noche— son solo parte de los más de 45 artistas que en lo que va de verano han pasado y pasarán por el espacio de 5.000 metros cuadrados que ocupa el festival en el poblado de Sancti Petri. Al otro lado, más de 100.000 espectadores ya han pasado por la pista, las gradas, los palcos y las zonas de restauración que componen festival, contando solo los asistentes del mes de julio. La cifra se antoja lejana de las otras 100.000 personas que la convocatoria hizo en total en su primera edición de 2018. “Hemos evolucionado mucho, en artistas y asistencia de público”, resume Deborah Casillas, responsable de comunicación y una de las promotoras del evento.
En estos cinco años —con el parón impuesto en 2020 por la pandemia—, Casillas ha contemplado la eclosión de festivales que ha vivido la provincia de Cádiz, en una burbuja que se repite en diversas zonas de España. En ese escenario cambiante, el Concert Music se ha erigido como la propuesta más larga en el tiempo —se desarrolla entre los meses de julio y agosto— y de las más conocidas en la costa gaditana. Aunque la tarea no ha sido sencilla, como reconoce Casillas: “Ha cambiado la oferta y los clientes se han vuelto más exigente. No quieren conciertos solo, sino una experiencia”. Es lo que han vivido con un cartel que este verano se ha llenado de artistas internacionales, como Juan Luis Guerra, Maluma, Sting o Black Eyed Peas.
En ese interés por diferenciarse, el entorno patrimonial se ha convertido en la clave más reconocible de la cita musical. Los evocadores restos que hoy enmarcan el entorno del Concert Music Festival formaron parte de un poblado para pescadores levantado en 1929 por el Consorcio Nacional Almadrabero, una entidad que gestionaba entonces la milenaria pesca del atún rojo de almadraba. El complejo contaba con una capilla, un cine, pabellones para casas y hasta una escuela. De todo ello, hoy apenas subsiste el templo, la calle principal y algunas naves que aún conservan la tradicional azulejería. El entorno que rodea a las ruinas del poblado tampoco le desmerecen. Al fondo, el islote de Sancti Petri con el castillo homónimo; alrededor, las salinas y esteros que enmarcan la península han sido escenario de grandes hallazgos arqueológicos y están bajo la sospecha de ser el lugar bajo el que descansa el mítico templo de Melkart.
Eso era justo lo que llevaban tiempo buscando los promotores del grupo Concert, una agencia andaluza de representantes y organización de eventos con más de 20 años de experiencia, “hasta que se encontró el sitio idóneo”, como rememora Casillas. El matrimonio de Sancti Petri con Sancti Petri ha resultado ser rentable, no solo para los propios organizadores ni para el evento, sino para la ciudad de Chiclana. La localidad costera es conocida por sus kilómetros de playas y por ser una de las que más plazas hoteleras concentra en la provincia de Cádiz, sobre todo, gracias a sus diversos resorts. Pero al municipio “quizás le hacía una oferta más cultural”, como reflexiona la responsable de comunicación de Concert. Después de cinco años, Casillas cree que la cita musical se ha convertido “en un elemento dinamizador de la economía” que trasciende al propio municipio y beneficia a otros del entorno, desde donde acuden muchos de los espectadores, tanto locales como veraneantes.
El Concert incluso ya ha trascendido al propio poblado y, desde 2020, tiene un primo itinerante: el Cabaret Festival. Lo que surgió como una necesidad de repensar los espectáculos culturales durante el peor tiempo de la pandemia, se ha convertido en una cita que este verano se ha movido por casi una decena de localidades de toda Andalucía. En la mayor parte de los casos, se repite el leimotiv que ha hecho famoso al festival de Sancti Petri: escoger lugares históricos o paisajísticos, como plazas de toros o recintos amurallados. “Hemos querido aprovechar esos espacios para ofrecer cultura en espacios patrimoniales”, añade Casillas.
Con el Concert Music Festival a punto de concluir en Chiclana —lo hará el próximo domingo con Dani Martín—, la promotora ya piensa en la siguiente edición, como apunta su responsable de comunicación: “El equipo ya está trabajando en el año próximo. A principios de diciembre anunciaremos los artistas de 2023″. Habrá que esperar al verano próximo para saber cómo Sancti Petri se reinventa de nuevo con su puesta en escena efímera rodeada de casitas de pescadores. “Esperamos seguir creciendo igual o más. Seguir ofreciendo un festival de calidad, diferenciado por el entorno”, remacha Casillas orgullosa.