Picasso se mira en el espejo del Greco
El Kunstmuseum de Basilea certifica con 80 obras la influencia en el malagueño en la etapa azul, el cubismo y los retratos
Basilea, la tercera ciudad más poblada de Suiza, es famosa en todo el mundo por un poder económico marcado por una industria farmacéutica (Novartis, Roche) a veces cuestionada y otras aplaudida por sus investigaciones. Puede que a rebufo de ese poderío económico, sus tesoros culturales sean la envidia del coleccionismo mundial. No en vano aquí se espera ya la apertura ...
Basilea, la tercera ciudad más poblada de Suiza, es famosa en todo el mundo por un poder económico marcado por una industria farmacéutica (Novartis, Roche) a veces cuestionada y otras aplaudida por sus investigaciones. Puede que a rebufo de ese poderío económico, sus tesoros culturales sean la envidia del coleccionismo mundial. No en vano aquí se espera ya la apertura de la feria de arte más importante del mundo (Art Basel), un evento que sirve para que sus clientes se paseen por los 40 museos de la ciudad que aprovechan ahora para las grandes inauguraciones. La más relevante, sin duda, aborda la relación entre Picasso y el Greco. Desde hoy y hasta el 25 de septiembre, se exhibe en el Kunstmuseum de Basilea, el museo de Arte de la ciudad, y sostiene una tesis totalmente innovadora: la influencia del Greco (1541-1614) en la obra de Picasso no se limita a su etapa azul, sino que su influencia es esencial para el cubismo y determinante para toda la obra posterior del artista. La fascinación por el cretense empezó en sus años de aprendizaje y se mantuvo hasta el final de su vida.
El escenario para argumentar esta extraordinaria tesis es la planta baja del viejo edificio del museo. Allí se han reunido 80 pinturas con las que se forman unas 34 parejas de cuadros ante las que el espectador puede comprobar esa conexión de colores, composición y expresión. Carmen Giménez, una de las mayores expertas mundiales en Picasso, ha sido la responsable de poder desarrollar una investigación que empezó hace unos siete años con su gran amigo Francisco Calvo Serraller (crítico de arte de EL PAÍS y director del Prado, fallecido en 2018), a cuya memoria está dedicada esta exposición que viajará al Museo del Prado en otoño, en una versión reducida de 9 parejas de cuadros.
Una gran fotografía en blanco y negro fechada en agosto de 1934 muestra a Pablo Picasso con Olga Koklova, su primera esposa, en la casa del Greco en Toledo. La bella imagen da pie a un recorrido cronológico por la exposición que Carmen Giménez considera irrepetible, porque “ya nadie quiere prestar y porque el precio de los seguros hacen casi imposible que las obras maestras salgan de sus guaridas habituales con garantías”.
El miércoles por la tarde, durante el final del montaje de la exposición, Carmen Giménez se prestó a un detallado recorrido por la muestra ante un grupo de tres periodistas españolas invitadas por Turismo de Suiza. La prestigiosa experta española (Casablanca, Marruecos, 79 años) estaba acompañada por su amiga Paloma Picasso, hija del pintor y de Françoise Gilot que ha trabajado con la comisaria en el montaje de la exposición.
Sobre paredes gris azulado, comienza el desfile de obras de los dos artistas. El orden cronológico exige empezar por los primeros dibujos en los que el malagueño, con unos 14 años, reproduce detalles de personajes del Greco: orejas, ojos, cuellos, torsos. Giménez recuerda aquí que el padre de Picasso era también pintor y cuando su hijo tenía 14 años le matriculó primero en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y, más tarde, a los 17, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde recibió notas imbatibles en su examen de ingreso. “Sin embargo, las cartas y los dibujos de esa época muestran que, en lugar de asistir a clases de arte en la Academia, pasaba sus días copiando a los viejos maestros en el Museo del Prado”.
Después de los dibujos comienza el festival de las comparaciones por parejas de cuadros cuya contemplación no está cerrada a otras obras. No son dos cuadros aislados excluidos. Unos van formando parte de otros. Para empezar por los sobresalientes, se puede elegir la pareja formada entre el autorretrato azul de Picasso (1901) que cuelga junto a El retrato de un hombre viejo (hacia 1595-1.600) del Greco, prestado por el Metropolitan de Nueva York. El entierro de Casagemas (1901) se expone al lado de La adoración de Jesús (hacia 1577-79), procedente del Monasterio de el Escorial.
Otra combinación gloriosa la conforman dos retratos de mujer que han servido para el cartel publicitario instalado por toda la ciudad. Son la señora Casals (1905) y la Dama del armiño (1580-88), obra de Sánchez Coello que durante mucho tiempo estuvo atribuido a atribuido al Greco. No menos llamativa resulta la pareja formada por La virgen María (hacia 1590) procedente del Museo de Bellas Artes de Estrasburgo junto al retrato de mujer (1907) para Las señoritas de Aviñón. Picasso lleva al retrato de sus prostitutas de Barcelona el mismo aire de dulzura místico con el que el Greco impregnó a la madre de Jesucristo.
También hay parejas conflictivas que no pueden colgar juntas por curiosas exigencia de sus propietarios. Es el caso de Cristo despidiéndose de su madre (hacia 1595) y La pareja (1967). Los pechos desnudos de ella han llevado a la archidiócesis de Toledo, propietaria de esta pintura depositada en el museo de Santa Cruz, a poner condiciones. Las han prestado, pero los lienzos cuelgan en paredes diferentes. “Están uno frente al otro”, explica sonriente la comisaria. “El espectador sabrá ver el juego”.
Al menos en cuatro ocasiones, Carmen Giménez abordó el tema de la relación entre la pintura del Greco y la de Picasso. Las exposiciones se han celebrado en Nueva York, París y Madrid. ¿Queda algo más por descubrir en esa relación? “Las exposiciones las trabajamos Francisco Calvo y yo. Y puedo asegurar que ya no hay nada más que añadir sobre este tema. Doy por cerrada la investigación”.
Paloma Picasso: “All you need is Pablo”
Paloma Picasso (Vallauris, Francia, 73 años) ha viajado a Basilea para colaborar con su amiga Carmen Giménez en la exposición y para hablar de su padre en una ciudad que siente adoración histórica por el pintor malagueño. El jueves contó a la prensa que ella estaba con su padre cuando el artista se enteró de que la población se estaba movilizando para conseguir que no salieran del museo dos obras del artista (Los dos hermanos y Arlequín sentado). Era otoño de 1967 y un accidente aéreo dejó en la ruina a Staechelin, principal accionista de la aerolínea afectada por el siniestro. La campaña ciudadana tenía un lema que emocionó al artista: All you need is Pablo (Todo lo que necesitas es Pablo). La campaña dio sus frutos y consiguieron donaciones suficientes para que los dos cuadros se quedaran en el Museo. Picasso fue a Basilea y les regaló nada menos que cuatro cuadros.
La hija de Picasso reconoció que adoraba la obra de su padre, pero que no era una coleccionista formada porque lo suyo había sido una herencia. Y salió sin dudar en defensa de su padre cuando se le recordó que hay voces que acusan de machismo a su progenitor, entre ellas su propia madre, Françoise Gilot: “No era ningún maltratado ni ningún machista”. “Esas acusaciones son asquerosas”, remató Carmen Giménez.