El rostro de la dueña de una mansión romana en Alcalá de Henares vuelve a ver la luz
Un equipo de arqueólogos logra encajar miles de fragmentos de los antiguos murales de una de las casas señoriales del yacimiento de Complutum
Se cuentan por millones los pequeños trozos de revocos decorados que los arqueólogos del yacimiento romano de Complutum (Alcalá de Henares, Madrid) llevan años intentando encajar. Su labor ha permitido reconstruir gran parte de las pinturas que adornaban, entre otras, la llamada casa de los Grifos, una vivienda señorial situada cerca del foro, el espacio central de la ciudad y donde se llevaban a cabo transacciones comerciales, actividades religiosas o de justicia. Y así, desde hace tres décadas, los expertos han ido reconstruyendo las p...
Se cuentan por millones los pequeños trozos de revocos decorados que los arqueólogos del yacimiento romano de Complutum (Alcalá de Henares, Madrid) llevan años intentando encajar. Su labor ha permitido reconstruir gran parte de las pinturas que adornaban, entre otras, la llamada casa de los Grifos, una vivienda señorial situada cerca del foro, el espacio central de la ciudad y donde se llevaban a cabo transacciones comerciales, actividades religiosas o de justicia. Y así, desde hace tres décadas, los expertos han ido reconstruyendo las pinturas murales ―en su mayor parte geométricas o decoradas con motivos florales y animales― que cubrían las estancias de esta mansión de 900 metros cuadrados y patio porticado. Pero por primera vez ahora han logrado reconstruir dos rostros humanos: el de una gran dama y el del dios Dioniso Sardanápalo. Estaban en la habitación que esa mujer —quizá la propietaria― dedicaba, en la hipótesis que manejan los arqueólogos, a organizar reuniones de tinte intelectual, recibir amistades o leer. Su rostro vuelve así a la luz 2.000 años después de ser pintado. Se desconoce su nombre; quizás Varia.
Fue en época del emperador Augusto (hacia el cambio de era) cuando se construyó una gran ciudad a orillas de los ríos Henares y Camarmilla. Con un urbanismo de calles rectas, foros, termas, basílicas, tenía una extensión superior a las 50 hectáreas. La cruzaban dos grandes calles, una de norte a sur (cardo máximo) y otra de este a oeste (decumano máximo). Esta última coincidía con una importante vía romana, la que unía Mérida con Zaragoza y Tarragona, tres de las grandes urbes que Roma levantó en Hispania. Y en Complutum vivían nobles, como el propietario de la casa de los Grifos, llamada así porque en una de sus estancias se distinguen las figuras de dos de estos seres mitológicos, mitad águila, mitad león.
La vivienda señorial, o domus, de una planta pero con dos alturas en algunos puntos, tenía 17 estancias y un pórtico interior (peristilo) que rodeaba un elegante jardín central, y fue levantada al tiempo que se erigía la ciudad, según certifican la estratigrafía y una moneda del tiempo de Augusto inserta en un muro. Se articulaba, como todas las mansiones de este tipo, en torno a un patio con pozo, con sus respectivos cubícula (estancias privadas), triclinium (área para cenas y recepciones), vestíbulo, cocina, además de otros espacios que podían ser usados como tabernas, almacenes e, incluso, talleres para venta a la calle. En el caso de la casa de los Grifos, está constatada la existencia de una taberna para comidas rápidas, con un reservado para los clientes, y que luego se transforma en un taller de producción de artículos de metal y de vidrio.
El inmenso rompecabezas que completan los arqueólogos había permitido descubrir hasta ahora frescos que representan zócalos, columnas, animales, plantas y seres mitológicos, pero no rostros humanos. De hecho, se halló una espectacular representación de un jinete (quizá el dueño de la vivienda) dando caza a un felino, pero no conserva la cabeza. No ocurre lo mismo con el que podría ser el retrato de su esposa, que ha aparecido en la llamada estancia D. El informe del equipo de expertos que dirige Sebastián Rascón, jefe del servicio de arqueología del Ayuntamiento de Alcalá de Henares, define esta pintura como “el torso de una mujer vestida, con la mirada levemente girada, rasgos faciales muy marcados, pelo ensortijado bajo un velo con puntilla, pendientes de perlas y oro, y un elaborado broche que sujeta la estola sobre el hombro izquierdo”.
No se reconoce ningún atributo que permita su identificación exacta, y la dureza de los rasgos y su realismo llevan a los expertos a considerar la hipótesis de que es “un retrato de la domina [dueña] de la casa”. Junto a ella, y formando parte del mismo mural, también se ha hallado el “torso de un personaje masculino barbado con túnica, que mira de frente al espectador, con corona de hojas entre el cabello y un báculo con lazos y piña”. Los arqueólogos lo describen así en su informe: “Con un exquisito tratamiento completamente idealizado que representa a un Dioniso del tipo llamado Sardanápalo: una rareza artística romana de inspiración helenística, donde Dioniso se representa a la antigua manera griega, vestido con una túnica larga, cabello largo y barba, a diferencia de la representación más habitual del Baco romano, que aparece desnudo, con cuerpo lánguido e imberbe”.
Pero además de los dos torsos, los arqueólogos han identificado en la casa dos grafitis con un nombre que se repite: Varia, en un caso con la inscripción “Varia fil…” (probablemente, Varia, hija). Con un objeto punzante fueron grabados sobre las pinturas de la casa a una altura no superior a un metro, lo que apoya la tesis de que son obra de una niña pequeña. ¿Es esta misma Varia la que se representa en la pintura? ¿O fue su hija, nieta o bisnieta?
Dos siglos después de construirse la vivienda ―cuyo interior fue reformado durante ese tiempo con pinturas más actuales, hasta cuatro veces en alguna de las estancias― un incendio la destruyó. El tejado se desplomó, las columnas se derrumbaron, las paredes se vencieron. Desconocemos a las víctimas de esa tragedia, pues quizá los muertos fueron retirados por el equipo de rescate (vigiles, mezcla de policías y bomberos de la capital, Roma). Pero se sabe que el desplome mató, al menos, a nueve perros: entre ellos, un mastín y un pequeño terrier, restos que se podrán ver parcialmente al final de la restauración que se está acometiendo para que la casa sea visitable en el marco del Parque Arqueológico de Complutum. Alguno de esos perros podría haber sido la mascota de la propia Varia, o de otros niños que corretearon por la gran mansión poco antes de la tragedia.
Diana Díaz del Pozo, concejal de Patrimonio Histórico de Alcalá, reconoce que las investigaciones sobre esta gran ciudad se extenderán años, décadas... “La importante es que se mantengan y que pronto podamos inaugurar el centro de interpretación, ya construido, para contar la impresionante historia de Complutum”.