Treinta años de la Marlborough en Madrid, la galería que cambió el arte contemporáneo

Artistas como Alfonso Albacete y Blanca Muñoz reflexionan sobre su relación con la institución que fundó Frank Lloyd y las alternativas con las que cuentan los jóvenes en internet a falta de apoyos institucionales

Alfonso Albacete y Blanca Muñoz, en la galería Marlborough de Madrid.Kike Para

Había levantado la liebre Francis Bacon durante una de sus últimas temporadas largas en Madrid. El gran artista expresionista no solo estaba de paseo por la ciudad, sino que iba a ser protagonista de la exposición con la que la galería londinense Marlborough, fundada en 1946 por Frank Lloyd, estrenó sede en la capital española a finales de 1992. La muerte se encontró antes con Bacon, en abril de ese año. Aun así ya había ...

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Había levantado la liebre Francis Bacon durante una de sus últimas temporadas largas en Madrid. El gran artista expresionista no solo estaba de paseo por la ciudad, sino que iba a ser protagonista de la exposición con la que la galería londinense Marlborough, fundada en 1946 por Frank Lloyd, estrenó sede en la capital española a finales de 1992. La muerte se encontró antes con Bacon, en abril de ese año. Aun así ya había hecho su parte para que un grupo de artistas, entre los que estaban Alfonso Albacete y Blanca Muñoz, levantaran un momento la mirada de sus obras atraídos por la curiosidad de saber cómo iba a cambiar la escena española una galería cuya trayectoria y proyección no tenía precedente en España.

Hasta ese momento, Juana Mordó, Nieves Fernández y Fernando Vijande eran algunos de los galeristas que dominaban el mercado del arte contemporáneo en España. Su trabajo de promoción se quedaba dentro del país. Por eso, el desembarco de la Marlborough, del que se cumplen 30 años en 2022, fue, de primeras, un revulsivo. Llegaba a Madrid Pierre Levai, el responsable de una galería que tenía en su cartera a Jackson Pollock, Mark Rothko o Robert Motherwell.

En la galería de la calle Orfila, Albacete, uno de los creadores que renovaron la pintura figurativa en la España de finales de los setenta y principios de los ochenta, rememora el primer encuentro que tuvo con Levai. “Me habían dicho que tenía mal carácter y se lo dije. Le expliqué que yo con una galería estoy dispuesto a cualquier cosa pero que no soportaba que me gritaran”, cuenta el pintor. Levai “se sorprendió”, aunque ya en ese momento era de sobra conocido que su primer encuentro con Bacon fue un puñetazo que le endiñó el artista.

Aquella conversación terminó con la firma de un contrato y la compra de un cuadro de Albacete para la colección personal de Levai a principios de 2000. Por esa misma fecha, el galerista se acercó hasta el estudio que la escultora Blanca Muñoz tenía en Puente de Vallecas, en Madrid. Se sorprendió, recuerda la artista, de que tuviera las manos tan cuidadas, dada la dureza de su trabajo. “Le dije que necesitaba todos los dedos para seguir viva”, recuerda. “El 1 de enero de 2003 firmé el contrato”.

La escultora Blanca Muñoz ante una de sus obras en la Marlborough.Kike Para

Levai no aterrizó solo en la que fue la tercera parada de un viaje de internacionalización de la marca que incluyó Nueva York y Tokio. Creó un equipo que sirve de red de seguridad para muchos artistas. “La mayor parte de las galerías de España no se lo pueden permitir”, apunta Albacete, que asegura que desde entonces tiene un respaldo que “en las artes plásticas no existe, al contrario de lo que sucede en otras disciplinas, como la industria detrás del cine o la música”. Muñoz comparte la opinión, aunque matiza: “En Marlborough cuentas con ciertas cosas, por ejemplo, un catálogo, algo que ya no hacen la mayoría de las galerías. Pero la inversión depende del artista. Es un riesgo de por vida. Siempre estás en la cuerda floja”.

Así se sintieron cuando comenzó el confinamiento en marzo de 2020. Albacete se puso a revisar antiguos proyectos. Muñoz se trasladó a vivir a su taller aunque no estuviera acondicionado: “Me busqué un colchón y me instalé allí”. Ambos, acostumbrados a trabajar con el horizonte de una exposición, se sintieron, una vez más, al borde del precipicio. “Los proyectos han seguido y eso me ha dado energía”, dice la escultora, que ha estrenado en la nueva Plaza de España en Madrid una de sus piezas. Los dos sabían que cuando todo pase seguirán teniendo las salas de la Marlborough para exponer, como ahora hacen hasta el 5 de febrero dentro de la muestra Año Zero. Para “resetear”, explica Claudia Manzano-Monís, responsable de ventas de la galería, “con lo aprendido en la pandemia y olvidando, en parte, lo sucedido”.

Genovés y la avanzadilla

Juan Genovés, el primer fichaje de la galería antes de llegar a Madrid, pudo beneficiarse de un contexto y una época diferentes. Eran los años sesenta, plena dictadura, “el panorama artístico español era miserable”, contaba el artista en una entrevista en EL PAÍS. Fue su pintura de una multitud en la que se reflejaba el miedo de un país en la Bienal de Venecia la que llamó la atención de los expertos internacionales. “Yo era un muerto de hambre sin galerista. Frank Lloyd me preguntó si quería trabajar para ellos”, recordaba el autor de El abrazo. Desde aquel momento, Genovés pudo vivir de su arte y su familia tuvo un sustento, recuerda su hijo Pablo, también artista: “Juan no hubiese podido aguantar con esa pintura contra el régimen, nada comercial, muy dura”.

El artista Alfonso Albacete ante una de sus obras en Marlborough de Madrid.Kike Para

Después llegarían Antonio López y Lucio Muñoz. Este último “se había quedado algo desamparado con el cierre de Juana Mordó, pasaron unos ocho años hasta que volvió a exponer en Madrid. Fue la segunda exposición de la Marlborough”, recuerda su hijo Rodrigo, que define la casa como “una galería de amigos artistas”. Muñoz también se benefició de la tranquilidad del contrato en exclusiva que firmó en los noventa. “Puede parecer que ata a un autor porque le impide negociar por su cuenta, pero al mismo tiempo le permite centrarse en su trabajo”, relata. “Además, puede sonar muy tonto, pero la otra cosa muy buena que supuso es que pudo exponer en ese lugar maravilloso que es la galería de la calle Orfila, con techos altísimos adecuados al trabajo de mi padre”.

Ese espacio que recuerda Rodrigo Muñoz es un escaparate que cambia cada ciertos meses y desde el que se proyecta la obra de los artistas en nómina, como Soledad Sevilla, Luis Gordillo, Juan José Aquerreta y Juan Correa, entre otros. Es otro de esos privilegios que las nuevas generaciones deben buscar necesariamente en las redes sociales. “Este mundo ha sustituido a las galerías o al apoyo de los centros de arte”, opina Albacete, quien reconoce que no es su medio ni su lenguaje. “Muchos artistas más jóvenes se autopromocionan, hacen visitas a los estudios, conviven en los talleres, consiguen público gracias a las redes. La otra prueba son los NFT”, acompaña Muñoz. “Si no fuera por estos avances, los artistas no existirían. Como ha pasado a lo largo de la historia. Vivir del arte es muy difícil”, concluye la artista. “El arte no se puede separar de la época en la que vive”, zanja su compañero.

Año Zero

Exposición colectiva. Galería Marlborough. Madrid. Hasta el 5 de febrero. De lunes a sábados de 11 a 19 horas.

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