De central eléctrica del zar a templo del arte moderno con la firma Renzo Piano

Construida en 1907 para alimentar la red de tranvías de Moscú, la antigua GES-2 se reconvierte en un espacio para promover la cultura contemporánea en la capital rusa

La antigua central eléctrica GES-2, transformada en un centro de arte contemporáneo en Moscú.Vídeo: REUTERS

Vestida por un manto de nieve y abrazada por el río Moscova, la antigua central eléctrica GES-2 se dibuja ante el visitante que se aproxima a sus puertas como una enorme catedral blanca; un templo consagrado al arte moderno donde sus enormes vidrieras adivinan un espacio lleno de luz, y sus chimeneas y su antigua torre del reloj se elevan hacia el cielo de Moscú en una semblanza gótica.

La instalación, construida en 1907 para alimentar la red de tranvías de Moscú, comienza una nueva etapa en su dilatada historia. Tomada por los revolucionarios en febrero de 1917 y luego por los bolchevi...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Vestida por un manto de nieve y abrazada por el río Moscova, la antigua central eléctrica GES-2 se dibuja ante el visitante que se aproxima a sus puertas como una enorme catedral blanca; un templo consagrado al arte moderno donde sus enormes vidrieras adivinan un espacio lleno de luz, y sus chimeneas y su antigua torre del reloj se elevan hacia el cielo de Moscú en una semblanza gótica.

La instalación, construida en 1907 para alimentar la red de tranvías de Moscú, comienza una nueva etapa en su dilatada historia. Tomada por los revolucionarios en febrero de 1917 y luego por los bolcheviques en su pugna con el Gobierno provisional, años más tarde fue objetivo de las bombas alemanas; y tras sobrevivir más medio siglo soviético y los duros años noventa, terminó siendo víctima del progreso tecnológico, con su cierre en 2006. Sin embargo, el empresario Leonid Mijelsón (Kaspiisk, 65 años), el cuarto hombre más rico de Rusia, con una fortuna de 24.900 millones de dólares (22.000 millones de euros), según Forbes, ha dado al espacio una segunda oportunidad.

El centro de arte contemporáneo GES-2 en Moscú.Javier González Cuesta

La Fundación V-A-C, creada en 2009 por el consejero delegado de la mayor gasista privada del país y la galerista ruso-italiana Teresa Iarocci Mavica (Bonefro, 61 años), se hizo con el lugar en 2014 y encargó al estudio del italiano Renzo Piano su reconversión en un espacio para promover la cultura contemporánea, una decisión que contaba con la garantía de la exitosa readaptación que hizo el arquitecto de la fábrica Lingotto de Turín en 2003.

“El proyecto ha estado basado en dos conceptos: el primero, construir un espacio donde los visitantes se sientan guiados por su propia intuición. Así, al llegar al vestíbulo, les basta con cambiar la mirada de izquierda a derecha para entender qué hay dentro y cómo moverse, no necesitan ningún plano para visitarlo. El segundo es la red de circulación, una sola pieza concebida como una especie de escultura espacial compuesta de escaleras, ascensores, pasillos y plataformas que conectan entre sí todos los espacios y actividades”, señala el estudio de arquitectura. Y este objetivo ha sido logrado con creces. El recorrido es muy intuitivo pese a las escasas indicaciones mostradas y el visitante recibe cierta sensación de recompensa al explorar libremente el lugar, sin llegar a perderse en ningún momento.

El centro de arte contemporáneo GES-2 en Moscú.Javier González Cuesta

La Casa de la Cultura Ges-2, inaugurada el 4 de diciembre, tiene al frente a la propia Teresa Iarocci Mavica, que también ha sido comisaria de las colecciones del banco ruso Gazprombank y miembro de la comisión de adquisiciones de la Tate en Europa del este. Su inspiración para este proyecto han sido las “casas de la cultura” rusas que florecieron a finales del siglo XIX de la mano de las figuras más poderosas para educar (e influir) al pueblo iletrado.

“Su principal objetivo era animar a las personas a participar en la cultura y hacer del arte una parte integral de su experiencia diaria”, recuerda la fundación, que ahora dice aspirar a promover el arte moderno entre sus conciudadanos como también hace otra sala de exposiciones rival, la Garage del multimillonario Román Abramóvich. Un mecenazgo que, además de aumentar la dignitas de sus patrocinadores, está impulsando una florescencia cultural en pleno centro de Moscú. Allí, ambos espacios están separados por apenas unos cientos de metros y GES-2, emplazada en la isla de Bolotni, está también rodeada por otras iniciativas culturales, como la antigua fábrica de chocolate Octubre Rojo y el Instituto Strelka para el diseño, los medios y la arquitectura.

La entrada al nuevo centro es gratuita, aunque por restricciones pandémicas es necesario reservar ticket con anticipación, y se ofrecen todas las facilidades a los visitantes, que pueden llevar su propia comida o carritos de bebés por el recinto. “Si bien los museos tradicionales se diseñaron para exhibir obras de arte e informar a los visitantes sobre su valor histórico, GES-2 ve al público como su aliado en el proceso de producción cultural”, agrega la fundación, que recalca que el objetivo “es ser una casa de la cultura para todo el mundo, un lugar donde la gente quiera pasar su tiempo y quiera volver”. “Estas casas [de la cultura] se convirtieron en el primer ejemplo de instituciones multidisciplinarias. Albergaban bajo un mismo techo una biblioteca, una galería, un teatro, un taller creativo, una sala de conciertos, un museo, un cine o, incluso, una escuela”, recuerda.

El centro de arte contemporáneo GES-2 en Moscú.Javier González Cuesta

Con estos mimbres, el estudio de Renzo Piano articuló el nuevo espacio, de 20.000 metros cuadrados, para ofrecer “una experiencia social y cultural que gira no solo en torno a las artes visuales y escénicas, sino también en la ciencia y la sostenibilidad”. Así, las instalaciones cuentan, entre otras zonas, con varios espacios para exposiciones, talleres y áreas de lectura, todos ellos bañados por la gran cantidad de luz que entra por sus enormes cristaleras. Además, la firma de arquitectura presume de las cuatro nuevas chimeneas que sustituyen a las antiguas de ladrillo, un diseño ecológico para ventilar la antigua central con aire tomado a más de 70 metros de altura.

A diferencia de otros museos, la fundación V-A-C ha planteado un proyecto que se articula en programas por temporadas para mantener vivo el pulso artístico de la ciudad. La primera la protagoniza el artista islandés Ragnar Kjartansson (45 años), que además de exponer algunas de sus obras es promotor de un experimento: grabar de nuevo y ante el público la telenovela Santa Bárbara, una “escultura viva” que está siendo improvisada ante los visitantes durante un centenar de días.

Este culebrón estadounidense “fue para Rusia algo más que una serie de televisión”, destaca la organización. El primer episodio se emitió el 2 de enero de 1992, días después de la caída de la Unión Soviética, y logró que en pleno colapso los rusos “desconectasen y su mente estuviera en el mundo rico y bello de California”. “Cuando alguien lo pasaba mal, le preguntaban ‘¿tienes una Santa Bárbara?’, y muchos rusos empezaron a aprender inglés por la serie”, rememora la fundación, que explica que el artista busca con este trabajo plantear qué rol juega el pasado en el presente si es recreado de nuevo.

El centro de arte contemporáneo GES-2 en Moscú.

De hecho, Kjartansson no da tregua al visitante desde que deja su abrigo en el ropero. Antes de llegar a la zona de grabación de Santa Bárbara, la intuición lleva a una primera puerta con la que se accede a sendas grabaciones de dos minutos que recrean la pintura de Ilya Repin Iván el Terrible en dos años distintos, 1913 y 2018. De pronto, en los vídeos irrumpen los actores que interpretan a los vándalos que trataron de destruir el cuadro aquellos años, y se lanzan sobre la obra. “Esta obra rusa y su habilidad para desatar emociones incontrolables prueba la importancia de la investigación de Kjartansson sobre el poder del arte en el alma humana”, explica la organización.

Después, más salas reciben al visitante con propuestas muy variadas y sin ningún atisbo de censura. En un pasillo está Eye Body: 36 Transformative Actions (1963), obra de los artistas Erró, islandés, y Carolee Schneemann, artista feminista que en los sesenta, a través de sus desnudos, “subvirtió la representación del cuerpo femenino como un objeto silencioso del deseo del hombre y encarnó el rol activo de creadora”. Más adelante varias pantallas muestran Yo y mi madre, del propio Kjartansson, que desde 2000 ha grabado cada cinco años a su madre, la actriz Gudrún Ásmundsdóttir, escupiéndole enfadada. Según su autor, la obra pretende ahondar “en las técnicas de interpretación donde el humor y la confrontación son vehículos emocionales”.

Y más allá de la provocación, otras piezan reflejan la melancolía, como ¡A Moscú!, de Kjartansson e Ingibjörg Sigurjónsdóttir; o el humor, con algunas de las piezas menos populares de los Monty Python, realizada en colaboración con la Embajada británica.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Más información

Archivado En