Javier Núñez, ganadero de La Palmosilla: “La fiesta de los toros necesita una reconversión total”
Un taurino comprometido y empeñado en proyectos turísticos, tecnológicos y cárnicos para asegurar el futuro de su negocio
Javier Núñez (Madrid, 47 años), propietario de La Palmosilla, miembro de una antigua familia ganadera, forma parte de una nueva generación de taurinos que ha conocido los métodos tradicionales de la crianza del toro y ha llegado a la conclusión de que las formas deben cambiar para que la ruina no acabe con el negocio.
Él va más allá y asegura que “la tauromaquia moderna necesita una reconversión total”; “una revolución de arriba abajo”, insiste. Aunque afirma que es optimista, se lamenta de ...
Javier Núñez (Madrid, 47 años), propietario de La Palmosilla, miembro de una antigua familia ganadera, forma parte de una nueva generación de taurinos que ha conocido los métodos tradicionales de la crianza del toro y ha llegado a la conclusión de que las formas deben cambiar para que la ruina no acabe con el negocio.
Él va más allá y asegura que “la tauromaquia moderna necesita una reconversión total”; “una revolución de arriba abajo”, insiste. Aunque afirma que es optimista, se lamenta de que “la fiesta de los toros carece de un liderazgo bestial y de una hoja de ruta que indique dónde queremos ir y cómo lo vamos a conseguir”. “El sector al completo está muy desunido. Nadie, ni el ganadero ni el empresario ni el torero, piensa más que en sí mismo, y así no es posible encontrar una solución”, añade.
Como tantos otros ganaderos, dice que ha tenido mala suerte con la pandemia. En diciembre de 2019, por vez primera en muchos años, tenía vendidas las 11 corridas preparadas para la nueva temporada, “y, de pronto, no tengo nada”. Comenta que durante 2020 tentó en el campo 180 toros de cuatro y cinco años, eligió entre ellos 14 sementales y los demás acabaron en el matadero. Desde aquel lejano diciembre previo a la pandemia solo ha lidiado tres novillos, dos corridas de toros, en Cuenca y Ubrique, y una tercera, la que estaba prevista para Pamplona, que ha vendido para las calles.
Pregunta. A tenor de lo que cuenta, ser ganadero es una ruina…
Respuesta. Para el 95 por ciento, sí. Pero, ¡ojo!, al estilo tradicional ha sido siempre una ruina. Los ganaderos ha sido gente con dinero que ha dedicado una parte de sus beneficios a criar toros. Por lo general, la ganadería formaba parte de un gran complejo agrícola o había una fuente de ingresos por otro lado.
“Los fracasos influyen más que los éxitos en la formación de un ganadero”
P. ¿Ese es su caso?
R. No. Nosotros solo estamos dedicados al toro.
P. ¿Y no ha pensado en tirar la toalla?
R. No. Lo que he decidido es cambiar la orientación de la ganadería. Si la mezcla de la ganadería con la agricultura supuso una innovación en el siglo XIX, los nuevos tiempos obligan a tomar nuevos derroteros para seguir vivos.
Y Javier Núñez explica con detalle los proyectos que ya tiene en marcha a fin de que su negocio sea autosuficiente.
El primero, acoplar la ganadería a la capacidad de la finca -situada en el término gaditano de Tarifa- y aprovechar los recursos propios para abaratar los costes. “Llevamos a cabo una investigación sobre los pastos”, declara, “para enriquecerlos y comprar menos piensos, que es lo más caro; solo este año han subido un 30 por ciento, por lo que la crianza de un toro será imposible si se mantienen los precios de venta actuales”.
Por otro lado, Núñez pretende que la ganadería sea un agente turístico de primer nivel. Para ello, está remodelando el cortijo familiar de finales del siglo XVIII para convertirlo en un establecimiento hotelero, y crear en torno al toro una reserva en la que los visitantes puedan experimentar actividades relacionadas con la naturaleza -caballos, aves, caza, senderismo…-, el sol y la playa de la zona.
El ganadero pretende, además, desarrollar contenidos audiovisuales sobre la actividad diaria de la ganadería, y tiene en marcha una prueba piloto con un restaurante tarifeño sobre la comercialización de la carne brava. “Ha tenido siempre mala fama”, comenta, “pero es exquisita si se le sabe tratar”.
La familia de Javier Núñez es ganadera desde 1760, y la tradición solo se rompió con su abuelo, que se dedicó al ganado manso. En 1996, mientras él cursaba Derecho en Pamplona, su padre compró vacas y sementales de Osborne y Juan Pedro Domecq y creó la actual Palmosilla, que conserva el hierro inicial.
Núñez estudió Derecho, pero de lo que sabe de verdad es de nutrición animal y de genética del toro bravo. A ello se ha dedicado desde que acabó la carrera y, al lado de su padre, ha creado una marca ganadera de alto prestigio, aunque el camino no haya sido fácil.
Comenta que los primeros años de la ganadería fueron muy favorables -un toro dócil, que no molestaba, con las fuerzas justas-, y lidiaban en plazas de tercera y alguna de segunda en una época de muchos festejos. Con la crisis económica de 2008 se redujo el número de espectáculos, y ganaderías como La Palmosilla quedaron fuera del mercado.
“Había que lidiar en plazas importantes, y en 2014 fuimos a Madrid y cosechamos un petardo monumental”, cuenta el ganadero. Fue el 14 de mayo, el día de la confirmación de la alternativa de Manuel Escribano. “Nos devolvieron tres toros, pero podrían haber devuelto los seis”.
De regreso al campo descubrieron que una bacteria afectaba al hígado y los pulmones de las reses. Los servicios veterinarios desarrollaron una vacuna y establecieron un protocolo de medicina preventiva para los toros, al tiempo que se desecharon los animales que manifestaban escasez de fortaleza.
“Nunca he conocido a un ganadero que se haya hecho figura regalando sus toros”
Y, al año siguiente, en Burgos, con un cartel integrado por Morante, Perera y Cayetano, otro fracaso sonado. Un estudio posterior, siempre según la narración de Javier Núñez, descubrió que el misterio residía entonces en un maíz intoxicado que producía hepatitis. Con la ayuda de expertos en nutrición animal cambió la morfología del toro de La Palmosilla, con menos peso y más musculado. “Creo que los fracasos influyen más que los éxitos en la formación de un ganadero”, concluye.
Y el trabajo de varios años tuvo su recompensa en 2019, cuando La Palmosilla debutó en los Sanfermines de Pamplona, y ‘Tinajón’, lidiado el 13 de julio, recibió el premio Carriquiri al mejor toro. “Para mí no fue una sorpresa”, afirma Núñez. “Había mucho sacrificio detrás e importantes cambios en la sanidad, la genética, la alimentación… Incluso en la preparación previa. Un toro no puede estar al máximo nivel todo el año, porque, por encima de su nivel de esfuerzo, el animal no avanza”.
Javier Núñez mantiene la esperanza de que pueda lidiar “con normalidad” las ocho corridas que tiene preparadas para 2022, cuyo compromiso más importante es la vuelta a Pamplona, y no descarta Sevilla y Madrid.
P. ¿Es verdad que los toros de la pandemia han estado peor alimentados?
R. Sí. Han comido hierba y piensos más baratos; aunque comer hierba no significa que el animal esté peor alimentado porque depende de su calidad, pero el pienso no ha sido el mismo.
P. Por cierto, ¿por qué ha lidiado usted tan poco este año?
R. Porque el precio que me han ofrecido -entre 6.000 y 9.000 euros por corrida- atentaba a mi dignidad. Al olor de la pandemia han aparecido personajes convencidos de que los toros se regalaban, y hemos preferido no entrar en ese juego. El toro merece un respeto. Nunca he conocido a un ganadero que se haya hecho figura regalando sus toros.