Abril Zamora: “Ser transexual es tan importante en mi vida como ser rubia, alta o pizpireta”

La actriz estrena en HBO Max la serie de ocho capítulos ‘Todo lo otro’, que escribe, dirige y protagoniza

Abril Zamora, guionista, directora y protagonista de la serie 'Todo lo otro', fotografiada en Madrid la semana pasada.Vídeo: OLMO CALVO

Acudiendo a las formas de decir estupendas y ampulosas —tan de hoy—, podría decirse que Abril Zamora (Cerdanyola del Vallès, Barcelona, 39 años) es un icono transgénero símbolo del combate LGTBIQ+ y la primera showrunner transgénero que bucea en el vapuleado universo de la precariedad sentimental y laboral y demás. Seguramente ella preferirá leer, a secas, que ha escrito, dirigido y protagonizado la serie de ocho capítulos ...

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Acudiendo a las formas de decir estupendas y ampulosas —tan de hoy—, podría decirse que Abril Zamora (Cerdanyola del Vallès, Barcelona, 39 años) es un icono transgénero símbolo del combate LGTBIQ+ y la primera showrunner transgénero que bucea en el vapuleado universo de la precariedad sentimental y laboral y demás. Seguramente ella preferirá leer, a secas, que ha escrito, dirigido y protagonizado la serie de ocho capítulos Todo lo otro (HBO Max, estreno el martes 26), la crónica desternillante y triste de unos cuantos pobres diablos. Es más directo. Como ella misma.

Pregunta. Si hubiera que ponerle una etiqueta o un género a Todo lo otro, ¿valdría algo como “petardeo psicológico”?

Respuesta. (Ríe) ¡Me encanta! Me representa bastante. A mí, en mi vida, seguro, y supongo que en la serie también.

P. ¿El secreto puede haber sido mezclar lo petardo y lo grave, lo ligero y lo profundo? Es que a veces todo es demasiado solemne y lo importante parece reñido con lo divertido…

R. Yo no me he planteado si quería hacer una cosa divertida o dramática, sino que las cosas respirasen solas. Y me he permitido pausas. Creo que en España siempre nos ha dado miedo eso, es como que la ficción tenga que ser solo ritmo, ritmo, ritmo. Y yo vengo del teatro y agradezco cuando hay momentos en que los actores se miran y hay una pausa sólida.

P. Dejar respirar al espectador, no atosigarle.

R. Y no imponerle cosas. Incluso siendo yo la protagonista, hasta en los momentos de la serie que son más trans he evitado darlo todo masticado, de forma que el espectador pueda posicionarse desde cualquier lugar que no sea el que impone la propia creación. Que la gente sienta lo que le dé la gana. Es bonito que la vida no esté masticada. Luego claro, puedes hacer secuencias de trazo gordo donde todo sea muy explícito, pero para eso puse una voz en off, para que al margen de que los personajes pudieran manipular lo que estaban haciendo en cada escena, esa voz te explique algo más cercano a la realidad. Yo es que soy supermanipuladora por naturaleza.

P. Todo esto tiene que ver un poco con esa opinión que va cobrando fuerza de que “la sinceridad está sobrevalorada”.

R. ¡Es que está muy sobrevalorada! Hay que ser consecuentes y saber lo que la sinceridad provoca en los demás. Es que desde que llegó Gran Hermano a la vida todo el mundo piensa que la sinceridad es maravillosa. “¡Yo lo digo todo a la cara todo el rato!”. Pues eso es una mierda. Hay que ver si la persona a la que le vas a contar una verdad está preparada para recibirla. Si no, es un poco egoísta: voy a quedar fenomenal diciéndote la verdad… aunque te descargue toda mi mierda. Es injusto.

P. Su serie habla, entre otras cosas, de los sueños rotos que será difícil recomponer. ¿Cabe reírse de eso?

R. ¡Es que hay que reírse! Las cosas de las que no te ríes, las estás discriminando. Es maravilloso frivolizar con las cosas. Una forma de digerir las cosas es riéndose de ellas.

P. Todo lo otro se podría haber titulado también Palos de ciego, ¿no cree? Sus personajes buscan y buscan, aunque la caguen constantemente.

R. Totalmente. Yo misma me paso la vida dando palos de ciego, pero porque me arriesgo.

P. Pues el palo de ciego y el error en general están muy mal vistos en estas sociedades, no se sabe por qué.

R. No sé, pero es el único símbolo de que realmente estás intentando hacer cosas y avanzando, aunque te equivoques.

P. La alternativa es…

R. Quedarte en tu casa esperando a que pasen cosas. Pero no van a pasar.

P. ¿Esperando a que la vida te viva a ti y no al revés?

R. Directamente. Pero suena poco estimulante, ¿no? ¡Ay, quiero una pareja! ¡Ay, quiero follar! ¡Ay, quiero que me salga un trabajo! Gente tumbada en su sofá, paralizada ante la vida.

P. ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

R. (Risas) Pero hay gente que utilizamos el sexo también como una minipuerta para poder llegar al amor. Quedas con un chico en Tinder y te acuestas con él, pero a lo mejor no es solo por el disfrute de follar, sino también por pensar que se puede abrir una escalera hacia el amor.

P. “No me gusta nada de la vida, no me gusto yo”. Terrible frase. Sale en su serie. Cuando no se gusta, ¿toma medidas?

R. Es que el mero hecho de decirlo ya es consciencia de algo que tienes que trabajar. Yo no me gusto, ¿alguien se gusta del todo? Pero siempre intento ser la mejor versión de mí, la versión más honesta. Si no, no habría hecho mi transición, por ejemplo.

P. ¿Qué opina de la gente que no comprende o que ataca los procesos de transición trans como el suyo? ¿O ni siquiera les deja sitio en su cabeza?

R. A ver, escribir una serie así, donde hay un protagonista trans como este, que está tan normalizado en su círculo de relaciones y en su trabajo, es mi acto político. Todo eso ya me aburre. Hubo un tiempo en que todo me indignaba y en el que sufría mucho, pero está pasado. La transexualidad en mi vida es tan relevante como ser rubia, ser alta, hablar rápido o ser pizpireta.

P. En su serie alterna frases graciosas de trazo fino —como “no veo en este bar más que borrachos y diseñadores gráficos”— con otras de trazo grueso, como “tú eres de mamada en la primera cita, si lo sabré yo”. ¿La vida es eso, trazo fino/trazo grueso?

R. (Risas) ¿Qué quieres que te conteste a eso, por Dios, si habla por sí mismo?

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