El Guggenheim celebra los desnudos descarnados de Alice Neel
El museo expone en Bilbao la obra de la pintora estadounidense, que despojó a las mujeres de su estatus de musas y no excluyó de sus retratos a afroamericanos, homosexuales y otros colectivos marginados
El Museo Guggenheim de Bilbao celebra los desnudos frontales de Alice Neel, artista que pintó a personas de distintos orígenes y condiciones, ignorada durante varias décadas, pero reconocida, desde hace unos años, como una de las mejores retratistas del siglo pasado en Estados Unidos. Su obra dibuja una visión coral de la población neoyorquina de los años treinta a los ochenta, que abarcó a amigos, vecin...
El Museo Guggenheim de Bilbao celebra los desnudos frontales de Alice Neel, artista que pintó a personas de distintos orígenes y condiciones, ignorada durante varias décadas, pero reconocida, desde hace unos años, como una de las mejores retratistas del siglo pasado en Estados Unidos. Su obra dibuja una visión coral de la población neoyorquina de los años treinta a los ochenta, que abarcó a amigos, vecinos y amantes, a celebridades del mundo del arte y también a anónimos que se cruzaba por las calles del Spanish Harlem, adonde se mudó, conviviendo con obreros e inmigrantes, huyendo de la intelectualidad de Manhattan, que no reconocería la calidad de su obra hasta poco antes de su muerte, en 1984.
La exposición Las personas primero, que puede verse hasta el 6 de febrero en Bilbao, recoge 90 pinturas, dibujos y acuarelas de la artista, incluyendo muchos de sus retratos femeninos, en los que Neel despojó a la mujer del estatus de objeto erótico que había tenido durante casi toda la historia del arte y la alejó de la representación habitual, siempre edulcorada y algo puritana, que todavía era canónica en su tiempo. La muestra, su mayor retrospectiva europea hasta la fecha, procede del Metropolitan de Nueva York, que en su día no dudó en rechazar los cuadros de Neel para una gran muestra de arte contemporáneo que organizó en 1969. La pasada primavera, en cambio, el museo decidió colgarlos en las mismas galerías que habían ocupado Miguel Ángel o Delacroix pocos meses atrás, dando así por concluida su rehabilitación.
La marginalidad fue un destino común para las mujeres artistas, aunque hubo otras que obtuvieron un reconocimiento mayor y menos tardío que Neel, que solo sería celebrada al calor del movimiento feminista en los setenta, ya en el tramo final de su carrera. “Otras artistas fueron mejor acogidas porque estaban vinculadas a movimientos en boga. Neel, en cambio, fue a contracorriente en todo”, recuerda la comisaria de la exposición, Lucía Agirre. La artista fue una partidaria recalcitrante de la figuración en tiempos de arte pop y minimalismo, y llegó a afirmar que la abstracción le parecía “antihumanista”. No reconoció sus virtudes hasta el final de su vida, cuando admitió que toda gran pintura contiene “buenas cualidades abstractas”, incluyendo las suyas.
Fiel a la figuración en tiempos de minimalismo, dijo que la abstracción le parecía “antihumanista” y no reconoció sus virtudes hasta el final de su vida
La mirada de Neel nunca fue embellecedora, lo que no contribuyó a frenar ese desdén. Prefirió mostrar pechos caídos y caderas mantecosas que seguir proyectando ideales de feminidad inalcanzables. Y usó como modelos a varones plenamente desnudos, con penes semiflácidos a la vista, en una inversión de roles poco frecuente en la relación entre artista y modelo. “Su forma de abordar temas como la maternidad o el embarazo, dos de sus obsesiones, siguen resultando incómodas hoy, sobre todo en Estados Unidos”, afirma Agirre. Algunos de sus cuadros, como Nancy y las gemelas (1971), parecen la antítesis de una campaña para el fomento de la natalidad. Neel acercó los postulados expresionistas de Schiele o Kokoshka al contexto estadounidense, en una era en que el modelo de feminidad era el ama de casa de senos gigantes que vivía recluida en los suburbios, como Neel recuerda en un documental recogido en la muestra, donde denuncia “la presión terrorífica por ser normal” que vivieron las mujeres en la América de la posguerra.
Viaje iniciático a Cuba
A la vez, esa semblanza polifónica de la sociedad estadounidense, fiel al lema nacional “e pluribus unum” (“de muchos, uno solo”), inscrito en las monedas, que nunca excluyó a los pobres, los afroamericanos, los homosexuales y otros colectivos marginados, podría explicar el reconocimiento de los últimos años, en un momento de puesta en duda de jerarquías sociales que parecían inamovibles. La propia Neel tuvo un marcado perfil militante, a raíz de un viaje iniciático a Cuba en su juventud al lado de su primer marido, el artista Carlos Enríquez, en 1926. “Fue allí donde la maternidad apareció en su obra, pero también la conciencia política, porque en Cuba descubrió los escritos marxistas. En un solo año, recibió estímulos que determinarían toda su trayectoria, hasta entonces marcada por el ambiente algo provinciano de su juventud en Pensilvania”, recuerda Agirre.
Para Neel, hacer un retrato consistía en retirar la máscara al personaje que tenía delante hasta dejarlo a la intemperie
En realidad, la formación artística de Neel fue muy convencional. Tuvo lugar en una escuela de arte para señoritas en Filadelfia, en cuyas aulas se percató de que era muy distinta de esas compañeras que se limitaban a pintar bonitos paisajes. Como demuestra la exposición en Bilbao, Neel se inscribió en los géneros clásicos, pero siempre para subvertirlos, muy influida por uno de sus profesores, Robert Henri, miembro de la escuela Ashcan, que quiso integrar en la pintura todo lo que los impresionistas habían dejado fuera de sus encuadres, como la miseria y la supuesta fealdad. Para ella, un retrato consistía en retirar la máscara al personaje que tenía delante hasta dejarlo a la intemperie. Menos conocidos, los bodegones fueron otra de sus especialidades, como demuestra Acción de gracias (1965), donde ilustra la gran fiesta patriótica con un pavo a medio descongelar en el fregadero de la cocina. Su peculiar cuadratura del círculo fue que Johnny Carson, héroe televisivo nacional, la terminase invitando a su show nocturno. No sospechaba que, debajo de su disfraz de inofensiva abuelita, se escondía una activista radical.