Una columna renacentista entre faldas
Las obras en una tienda de moda del centro de Zamora devuelven a la luz un pilar de un gran monasterio del siglo XVI derruido en la desamortización del XIX
Ropa por todas partes. El último grito en blusas, faldas o pantalones y maniquíes que lucen las tendencias del momento tratan de seducir a unos compradores más pendientes de las gangas que del vestigio renacentista visible en medio del local, tapado en parte por las perchas y las bolsas con prendas. La columna, recuperada gracias a unas recientes obras después de estar oculta más de 20 años, se alza en plena tienda de Stradivarius en Zamora, en un escenario muy distinto a sus orígenes: el monasterio renacentista de Los Jerónimos, del siglo XVI.
La pieza de granito, coronada por un elega...
Ropa por todas partes. El último grito en blusas, faldas o pantalones y maniquíes que lucen las tendencias del momento tratan de seducir a unos compradores más pendientes de las gangas que del vestigio renacentista visible en medio del local, tapado en parte por las perchas y las bolsas con prendas. La columna, recuperada gracias a unas recientes obras después de estar oculta más de 20 años, se alza en plena tienda de Stradivarius en Zamora, en un escenario muy distinto a sus orígenes: el monasterio renacentista de Los Jerónimos, del siglo XVI.
La pieza de granito, coronada por un elegante capitel jónico, perteneció a un enorme convento zamorano que albergó, entre otras obras de arte, el Cristo de las Injurias, un emblema escultórico de la época y hoy expuesto en la catedral de la ciudad castellana, salvo cuando procesiona en su renombrada Semana Santa.
El monasterio, levantado a mediados del XVI —el obispo Pedro Manuel lo inauguró en 1543—, fue derruido durante las desamortizaciones del siglo XIX. Sus majestuosas fachadas, los tres inmensos claustros o las columnas se desperdigaron, vendidas al mejor postor o a ayuntamientos.
Este episodio siempre intrigó a David Gago, profesor de Geografía e Historia en un instituto y portavoz socialista en el Ayuntamiento zamorano. Apasionado de la divulgación tanto en el aula como en Twitter, Gago lleva varios años buscando y localizando restos de aquel convento en lugares como el castillo de la capital, rotondas, iglesias, viviendas particulares o tiendas clásicas como El Redondel, una vieja mercería de la ciudad con tres columnas hermanas de la recientemente recuperada. Sus propietarios relatan que, cuando su abuelo compró el local, hace décadas, los pilares ya se encontraban allí.
La sorpresa de Gago fue mayúscula al localizar una más en la tienda de Stradivarius de la céntrica calle de Santa Clara. “Hasta en las tiendas encontramos la historia; no es una ciudad con cuatro piedras”, incide.
La intriga por el auge y el final de Los Jerónimos ha interesado igualmente a otros investigadores. Los arquitectos y profesores de la Universidad de Valladolid Daniel López, Marta Úbeda y Víctor Lafuente han estudiado el que fue durante siglos el mayor edificio de Zamora. A partir de testimonios gráficos y escritos, han reconstruido en 3-D para una investigación profesional este “espléndido inmueble renacentista”.
Un paseo por el descampado donde se levantó el edificio revela aún restos arquitectónicos, como alguna pared, y otros semiocultos por la maleza, además de un misterio: unos túneles que discurrían bajo el convento, hoy cegados, por los que Gago se asomó hace más de dos décadas, cuando era un niño y tenía amistad con una persona que cuidaba de esa parte de la ciudad.
Los datos recabados por el doctor de Historia del Arte César Amador corroboran que el convento fue vendido por los monjes en 1840, cuando ya se hallaba en mal estado después de que hubiese albergado tropas en diferentes ocasiones. Amador, cuya tesis doctoral gira sobre estos monasterios jerónimos, precisa que la columna se encontraba en la conocida como Casa Rodríguez, en la citada céntrica calle zamorana. Cuando a finales de los años noventa se convirtió en un establecimiento de la cadena de moda Massimo Dutti, fue tapiada con unos paneles de pladur, sin que nadie le diera importancia a su origen renacentista. La única señal de su presencia era una mínima placa a la que nadie hacía caso. La columna estuvo así oculta hasta 2020, cuando las obras de la nueva tienda de ropa la han vuelto a sacar a la luz.
Hortensia Larrén, arqueóloga de la Junta de Castilla y León, también ha seguido la pista a los restos del monasterio y explica que tienen información de que en el local de Stradivarius hay una columna más tapiada de la misma procedencia. “La novedad es que la otra ha quedado al descubierto”, destaca.